EL MENTIROSO MARQUES VARGAS LLOSA
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Por Prof. Dr. Atilio
A. Borón/ Académico de la Universidad de Buenos aires, Argentina/Pica
Cubarte/ADDHEE.ONG:
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Mario
Vargas Llosa una vez definió el oficio del escritor como el de alguien que
escribe mentiras que parecen verdades. Tal es el empecinamiento con que el
novelista ha cultivado esta práctica que se le ha vuelto costumbre cada vez
que se interna en la crónica o el ensayo político. El más reciente ejemplo de
esta malsana actitud lo ofrece su nota “El fin de Evo Morales”, publicada en
El País de Madrid el 1º de Diciembre y en donde da rienda suelta a su odio
visceral contra el depuesto presidente boliviano. Enumerar y refutar cada una
de las mentiras volcadas en ese artículo me obligaría a escribir otro libro,
y la verdad es que con uno ha sido suficiente. Es una figura cada vez más
devaluada porque sus silencios ante las masacres perpetradas por sus amigos
Piñera y Duque y, ahora, el brulote lanzado en contra de Evo Morales han
tenido la virtud de mostrar que tras la máscara amable de un liberal
“aggiornado” se encuentra un energúmeno reaccionario, racista y ganado por el
odio. Por eso seré breve en la enumeración de sus mentiras.
Primera, cuando dice que
“los bolivianos se han librado de él no porque sea “indio” (que no lo es, nos
dice)” y, además tampoco “es el primer presidente indígena en la historia de
Bolivia... y que Bolivia ha tenido varios presidentes indígenas (algunos
dictadores), como Perú, México, Ecuador y Guatemala.” Dado que la
antropología y en general las ciencias sociales no son precisamente su fuerte
el escritor cree que cualquier gobernante de tez morena es un indio, con lo
cual la galería de presidentes indígenas de Latinoamérica y el Caribe sería
interminable. Pero lo cierto es que hubo un solo caso anterior al de Evo: el
Lic. Benito Juárez Garcia, indígena zapoteca que llegó a ser
presidente de México. Pero nadie más. No sólo en ese país sino en Meso y
Sudamérica. Por otra parte sólo una mente ofuscada por el odio amalgamado con
una maligna conveniencia política puede negarle a Evo su condición de
indígena. Es que para un señorito de la decadente e hipercolonizada
aristocracia arequipeña un “indio” es un homínido que corre semidesnudo por
las sierras cazando conejos. Si habla, razona, persuade y se convierte en un
referente político nacional e internacional no puede ser un indio, tiene que
ser otra cosa. Según sus palabras: “un mestizo cultural como lo somos buena
parte de los latinoamericanos, en muy buena hora.” O sea, Vargas Llosa y Evo
Morales están milagrosamente hermanados gracias a la magia del mestizaje
cultural.
Segunda mentira, Evo fue
destituido por una enorme rebelión popular provocada “porque mediante amaños
múltiples se las arregló para permanecer 14 años en el poder, en contra de la
Constitución boliviana” y porque se “disponía, mediante un fraude grotesco… a
quedarse indefinidamente en el Gobierno.” Al referirse a los amaños múltiples
el peruano/nacionalizado español por el régimen de la España profunda
monárquica franquista, debe estar pensando en las elecciones que ganó Evo
en el 2005 (con el 53.7 % de los votos); 2009 (64.2 %); 2014 (61.3 %) y la
última en 2019 (47.08 %) en donde le sacó 10.57 %de ventaja a Carlos Mesa “un
prohombre de la democracia”, y la república que antes de las elecciones
había declarado que no reconocería otro resultado que no fuese el que lo
consagrara como triunfador. Evo obtuvo una proporción de votos menor a lo
habitual, pero aun así se impuso con holgura y por más de los diez puntos que
establece la Constitución Política del Estado Plurinacional para designar al
ganador en primera vuelta. Una diferencia de 0.17 % fue suficiente para
catapultar a John F. Kennedy a la Casa Blanca. En cambio, los 0.57 % de Evo
fueron sólo el preludio de un golpe de Estado que venía siendo cuidadosamente
preparado a lo largo de los últimos años. En cuanto a las supuestas
intenciones del líder boliviano de eternizarse en el poder es llamativo que
Vargas Llosa jamás haya manifestado la menor preocupación durante los catorce
años de gobierno de su amigo Felipe González; o los también catorce de Ángela
Merkel para no hablar de Helmut Kohl, quien tuvo que renunciar por un
escándalo de corrupción después de permanecer algo más de 16 años en el
gobierno de Alemania; o por el desaforado afán por “perpetuarse en el poder”
del capitalista Jaime Nebot que permaneció 19 años en la intendencia
de Guayaquil, dato despreciado por Vargas Llosa más impaciente por hostilizar
a Rafael Correa que por tomar nota de nimiedades como las de Nebot. Claro que
ninguno de estos es indígena y en cambio son todos capitalistas salvajes.
Lo que es virtud en algunos se convierte en vicio en el caso de Evo. La
inmoralidad y la chapucería de este doble rasero es evidente y exime de
mayores comentarios.
Volviendo al tema del
supuesto fraude es preciso reconocer que efectivamente hubo algunas
irregularidades en la transmisión rápida de los datos pero éstas nunca
alcanzaron una magnitud capaz de volcar el resultado de la elección o hundir
la diferencia que obtuvo Evo por debajo del diez por ciento. En el Informe de
95 páginas de la OEA sobre las elecciones bolivianas del 2019 la expresión
“fraude” o “fraudulento” que con tanta ligereza emplea el hechicero de la
tribu (en seis ocasiones en su libelo) no aparece ni una sola vez. Sería
bueno que para conservar algo de la poca credibilidad que le queda a Vargas
Llosa se informe bien antes de escribir tonterías. Ya antes del demorado Informe de la OEA el prestigioso Center for
Economic and Policy Research (CEPR) de Washington produjo un informe en donde
“no se encuentra evidencia de que hubo irregularidades o fraude que afecten
el resultado oficial que le dio al presidente Evo Morales Ayma una
victoria en primera vuelta”. El departamento de Ciencia Política de la
Universidad de Michigan, el más renombrado en el estudio del comportamiento
electoral, publicó un largo estudio en donde demuestra que Evo ganó en buena
ley. El profesor Walter R. Mebane Jr., una autoridad en el análisis de los
fraudes electorales, comprobó la existencia de “irregularidades estadísticas
que podrían indicar fraude sólo en 274 de las 34.551 mesas de votación y que
(esto) no se diferencia mucho de patrones vistos en otros comicios en Honduras,
Turquía, Rusia, Austria y Wisconsin. Incluso si se excluyen los votos
fraudulentos, el MAS tiene una ventaja superior al diez por ciento”,
sentenció al final de su extenso trabajo.
Tercera mentira: decir
que “Bolivia está en calma”. Los 23 muertos son una macabra refutación de sus
dichos. Por empezar ya suman 31. Las hordas fascistas incitadas y protegidas
por los compinches de Vargas Llosa –los Mesa, Camacho, Ortiz, Murillo, Añez y
otros de esa ralea, a los que se unieron los militares y policías corruptos-
asolaron y aterrorizaron las principales ciudades del país; incendiaron y
saquearon hogares de ministros, funcionarios y parlamentarios del MAS y
tomaron de rehenes a sus parientes (en algunos casos adolescentes o ancianos)
que bajo amenaza de muerte, suplicaban a sus mayores que renunciasen a sus
cargos o traicionaran al líder depuesto; apresaron y apalearon a periodistas
y dando muestras de su coraje y espíritu democrático humillaron a las
“señoras de pollera”. Esta valiente turba de exaltados “vargasllosistas”
–¿serán estos a los que alude en La Llamada de la Tribu?- descargó su odio
sobre Patricia Arce, la alcaldesa de Vinto, una pequeña ciudad del
departamento de Cochabamba. La pobre mujer fue arrastrada por las calles
descalza, le cortaron su pelo a tijeretazos y cuchillazos, la embadurnaron
con pintura roja, le destrozaron su ropa y la exhibieron por horas postrada
en el suelo como se hacía en los tiempos de la colonia del Imperio Español
con los indígenas rebeldes o insumisos. O como hasta hace poco hacían los
criminales del Estado Islámico en Oriente Medio, fotografiando y filmando a
las víctimas de sus ejecuciones. La infame policía que se amotinó contra Evo
se limitó a observar, inmutable, toda esa barbarie. Demoró cuatro horas en
aparecer en escena y “restaurar el orden”, o la supuesta “calma” de la que
habla el novelista falaz.
Estos rufianes son los
protagonistas de la recuperación democrática de Bolivia que con sus venenosas
palabras enaltece Vargas Llosa desde Madrid mientras recibe un guiño
aprobatorio de la derecha mundial. Una “calma” obtenida luego de que la
policía y las fuerzas armadas garantizaran “zonas liberadas” para que las
pandillas de la restauración capitalista salvaje creasen el caos
requerido para que los jefes policiales y militares le comunicasen a Evo que
debía renunciar. Fuerzas de represión cobardes y corruptas cuyos jefes no
tardaron sino un par de días en huir con las generosas pagas desembolsadas
por “la embajada” buscando refugio, como tantos otros maleantes (Gonzalo
Sánchez de Lozada, responsable junto a Carlos Mesa de la masacre de al menos
70 personas en la guerra del gas en octubre de 2003) en Estados Unidos.
Huyeron después de destruir la economía más próspera de Latinoamérica en los
últimos diez años, de asesinar a 31 bolivianos, dejar centenares de heridos,
decenas de desaparecidos muchos de ellos secuestrados ante los ojos de sus
familiares, de haber encarcelado a más de mil personas, de haber gaseado a
procesiones de dolientes que iban a enterrar a sus muertos, de haber
reprimido con saña a gentes que salieron a defender una institucionalidad pisoteada
por una derecha cavernaria que jamás creyó, ni creerá, en la
democracia. Que para ese sector social, producto de la descomposición del
orden colonial Imperial Español, aquélla sólo es admisible siempre y
cuando sus privilegios e intereses se encuentren salvaguardados y el
incondicional sometimiento de Bolivia a las directivas del imperialismo
yanqui no sean puestas en cuestión.
Tres mentiras graves de
un mentiroso incorregible. Un escritor desgraciadamente ganado por la furia y
el fanatismo propio de los conversos. En este caso su desgraciado periplo
desde el marxismo sartreano al liberalismo que justifica y exalta a la
sociedad más injusta de la historia de la humanidad y en la que el 1 por
ciento de la población mundial detenta más riqueza que el 99 por ciento
restante. Cólera del converso que se potencia con el resentimiento elitista
que le produjo la bochornosa derrota sufrida a manos de un desconocido, el
“chinito” Alberto Fujimori en las elecciones presidenciales peruanas de 1990.
En el balotaje de esa elección el novelista apenas si obtuvo el 37 por ciento
de los votos de la ciudadanía. O sea, fue repudiado por dos de cada tres
peruanos, una afrenta de la que no se recobrará jamás y que alimentará el
fuego eterno de su odio a todo lo que huela a plebeyo. No pudo ser presidente
del Perú como su arrollador egocentrismo lo llevó a anhelar durante tanto
tiempo, mientras que Evo, el humilde indígena aymara, sí lo fue. Y para
colmo, para ahondar su herida narcisista, éste fue el mejor presidente de la historia
de Bolivia y Vargas Llosa quedó para siempre convertido en un animador
cultural de las tertulias de los ricachones de la España profunda
monárquica franquista y de los cortesanos del rey Juan Carlos que premió
sus servicios ungiéndolo como marqués. Devenido también en un embaucador profesional
al servicio del imperialismo yanqui, encargado de apelar al hechizo de
sus palabras para ofuscar, deformar y adormecer las conciencias de las
víctimas del imperialismo. De ahí el odio que enceguece su inteligencia y que
lo lleva a escribir piezas tan vergonzosas como las que estamos comentando y
de las cuáles debería retractarse lo antes posible para rescatar parte de la
honorabilidad perdida a causa de sus escritos políticos.
Releo estas notas y
me vienen a la memoria unas lóbregas palabras de otro converso, aunque no tan
reaccionario como Vargas Llosa. En su novela distópica 1984 George Orwell
hace decir a O’Brien, uno de sus malignos protagonistas, que “las viejas
civilizaciones afirmaban que se basaban en el amor o en la justicia. La
nuestra se basa en el odio. En nuestro mundo no habrá otras emociones que no
sean el miedo, la ira, el triunfo y la humillación. Destruiremos todo lo
demás, absolutamente todo”. Eso es lo que el capitalismo salvaje está
haciendo en nuestro tiempo; es lo que acaba de hacer en Bolivia, contando con
la complacencia, o complicidad, de intelectuales en bancarrota moral,
como Mario Vargas Llosa. La humanidad deberá reaccionar antes de que sea
demasiado tarde.
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Lo
subrayado es nuestro.
*“Indio”: Es falso llamarle “indio”
a los habitantes originarios del Continente Americano. “Indio” es el habitante
originario de la India. Es una estupidez supina llamarles “Americanos” a los
habitantes de los Estados Unidos. Estos se llaman estadounidenses.
Estimados amigos asociados:
Les adjuntamos el excelente ensayo del académico argentino,
Prof. Dr. Atilio a. Borón.
Marques Vargas Llosa es de esclavo mentir. De persona, ser
humano libre, es decir la verdad. Es un esclavo mentiroso del Estado terrorista
canalla/USA, y de la monarquía franquista de la España profunda. Rechazamos que
se trate de mediocre a los Pueblos Indígenas de América Latina y el Caribe. La
mediocridad moral suya es impotencia para la virtud y cobardía para el vicio.
Mírese en su pasado: un traidor, desleal, un tartufo que no tiene amigo con
excepción de la Celestina Universal. Su único oficio, es defender los intereses
de los empresarios plutócratas del capitalismo salvaje globalizado y sus
testaferros las oligarquías empresariales fariseas parasitas en Latinoamérica a
través de la mentira y la hipocresía. Su dependencia de los dueños de la
Celestina Universal por vanidad y vicio le obliga a fingir, engañar y a
renunciar ha su dignidad. Quien es desleal con la verdad no tiene por qué ser
leal con la mentira.
Para el mediocre Marques Vargas Llosa la indignidadsocial es la
ley, su servidumbre económica, de los dueños empresarios oligarcas del
capitalismo salvaje es el precio del rango injusto.
Con esperanza y memoria.
Prof. Moreno Peralta/IWA.
Secretario Ejecutivo ADDHEE.ONG
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