ACTO 9 DE
JULIO - año 2020 - del General Manuel Joaquín del Corazón de Jesús
Belgrano.
ALTER, Sofía -
BUSCAGLIA, Mora - CIDRE CASSONE, Pilar - CWAIGENBERG, Tatiana - GIOBBI
CZERLOWSKI, Muriel
- MUJICA RECHTER, Candela
- PÉREZ STOCHYK, Caterina - PINASCO, Emanuel - SCHEJTMAN, Helena
Victoria
¡ A caballo, la América
entera ! Y resuenan en la noche, con todas las estrellas encendidas, por
llanos y por montes,
los cascos redentores.
Hablándoles a sus
indios va el clérigo de México.
Con la lanza en la boca
pasan la corriente desnuda los indios venezolanos.
Los rotos de Chile
marchan juntos, brazo en brazo, con los cholos del Perú.
Con el gorro frigio del
liberto van los negros cantando, detrás del estandarte azul.
De poncho y bota de
potro, ondeando las bolas, van, a escape de triunfo, los escuadrones de
gauchos.
Cabalgan, suelto el
cabello, los pehuenches resucitados, voleando sobre la cabeza la chuza
emplumada.
Pintados de guerrear
vienen tendidos sobre el cuello los araucos, con la lanza de tacuarilla
coronada de plumas
de colores; y al alba,
cuando la luz virgen se derrama por los despeñaderos, se ve a San Martín, allá
sobre la nieve,
cresta del monte y
corona de la revolución, que va, envuelto en su capa de batalla, cruzando los
Andes.
¿Adónde va la América,
y quién la junta y guía?
Sola, y como un solo
pueblo, se levanta.
Sola pelea.
Vencerá, sola...
(
José Martí, Madre América. 1889 )
Una guerra de
interpretaciones surge al analizar las efemérides de nuestro calendario cívico.
Anualmente conmemoramos dos
hechos fundamentales y emblemáticos para el mito fundacional de nuestro
país: el 25 de mayo de 1810
y, la fecha que hoy nos convoca, el 9 de julio de 1816. Ambas fechas reproducen
y refuerzan el sentido
rupturista del origen de la Nación; la separación de España y la conquista de
la libertad
política son recordadas cual
gesta heroica, resultante de largos años de guerras y disputas. Sin embargo, a
pesar de que nosotros hemos
concurrido a esta doble celebración año tras año, en las festividades
patrióticas
escolares con nuestros
típicos disfraces y los hoy 2 tan anhelados churros con chocolate, ha suscitado
en los
alumnos grandes confusiones
con respecto a ambas fechas y sus características.
¿Por qué se recuerda el 9 de
julio de 1816?
¿Qué diferencias hay con el
25 de mayo de 1810?
¿Quiénes fueron sus
protagonistas?
¿Cuáles fueron sus
intenciones?,
y por último, ¿Qué silencios
y olvidos impuso la historiografía y el Estado Nacional sobre estas fechas?
Se trata de preguntas
atinadas que no poseen una fácil respuesta, si se pretende despejar la duda
desde los
presupuestos de la versión
canónica ya citada.
Esta doble celebración
patriótica, además, no es una excepcionalidad argentina, sino que se presenta
en varios
países de hispanoamérica.
Existe un innegable problema
interpretativo que deviene de las formas de nuestros relatos: ¿Cómo fue la
construcción de la imágen de
la revolución de la independencia? ¿Cuáles son los puntos de partida y cuáles
los de llegada? ¿Qué hay
detrás de la elección de una fecha patria y quién las elige?
El Acta de Independencia de
las Provincias Unidas en Sud América es tal vez nuestro texto más icónico,
establece
una ruptura con el pasado y
con sus promesas ha iluminado el futuro de la Nación.
Pero en este discurso no
buscamos tratarla como una gesta heroica, sino adentrarnos en sus enigmas, en
sus
ausencias, o como sostiene
Marcela Ternavasio, en sus silencios. Dichos silencios pueden ser acciones
pasivas
pero a la vez pudieron haber
sido producto de gestos activos y deliberados. El Congreso de Tucumán había
abierto sus sesiones el 24 de
marzo de 1816. Sin embargo, no representaba a todas las provincias del
Virreinato,
ya que varias de ellas
continuaban bajo dominación española, como el Alto Perú, y otras se encontraban
en
desacuerdo con el poder central
que Buenos Aires se adjudicaba, como las del Litoral y la Banda Oriental.
A pesar de esto, el Congreso
siguió adelante y, aunque al comienzo las temáticas a abordar eran diversas,
pronto
se estableció una urgente
prioridad: el armado de un manifiesto y la declaración formal de la
independencia.
El 9 de julio se conmemora el
3 cumplimiento de aquel segundo elemento, la firma sin ninguna discrepancia del
cese de las cadenas que nos
ataban a España.
En el Acta de la
Independencia, luego de observarse que «era universal, constante y decidido el
clamor del
territorio entero por su
emancipación solemne del poder despótico de los reyes de España” los diputados
declararon en nombre de las
Provincias Unidas en Sud América, "romper los violentos vínculos que las
ligaban
a los Reyes de España,
recuperar los derechos que fueron despojadas, e investirse del alto carácter de
una Nación
libre e independiente del Rey
Fernando VII sus sucesores y Metrópoli”
A los pocos días, el 19 de
julio, al elaborarse la fórmula de juramento, el Acta sufrió una
modificación, ya que
se agregó que la
independencia se declaraba también frente «a toda otra dominación extranjera”.
Nuestra Acta de Independencia
de las Provincias Unidas en Sud América, con su tan imponente título, parece
esconder algo más... El
silencio más elocuente sobre el Acta del 9 de julio lo puso en evidencia
el general José
de San Martín, cuando en una
carta fechada el 16 de julio y dirigida al diputado por Mendoza, Tomás
Godoy
Cruz, le expresaba que además
de haber "dado el Congreso el golpe magistral en la declaración de la
independencia,
solo hubiera deseado que al
mismo tiempo hubiera hecho una pequeña exposición de “los justos motivos
que
tenemos los americanos para
tal proceder”. Efectivamente los motivos no aparecen en el texto de julio ni en
ningún documento adicional.
Una primera respuesta a los motivos de la independencia nos la pueden dar las
actas del congreso del 25 de
octubre de 1817, cuando fue aprobado el Manifiesto que hace a las naciones el
Congreso General
Constituyente de las Provincias Unidas del Río de la Plata, texto que abandonó
la más ambiciosa
expresión de “Provincias
Unidas en Sud América”. La verdadera autoría del Manifiesto es discutida.
El orden argumental del
manifiesto apeló a los “puros hechos” y sufrimiento que implicaba la opresión
de los
españoles, en lugar de
invocar a los “derechos” que abonaran la causa independentista.
Se organizó 4 sobre una
matriz de “honor ultrajado”, destacando que era injusto acusar a los americanos
de ser
rebeldes y presentando la
independencia como producto de distintas circunstancias y como el “único
partido que
quedaba”. Según el Manifiesto
los americanos exhibieron paciencia y mantuvieron incólume su lealtad a la
metrópoli
pese a las injusticias del
orden colonial y pese al abandono de la metrópoli, que dejó a los americanos a
la merced del
virrey Sobremonte, a quien
caracterizan por su “imbecilidad e impericia” .
Se declaraba que “impelidos
por los españoles y su rey nos hemos constituido independientes”.
De acuerdo al orden
argumental hasta aquí descripto, la independencia podría haber sido
absolutamente evitable de
haber mediado una actitud
diferente por parte de los españoles.
Tal vez este es uno de los
motivos por los cuales la historiografía tradicional se mantuvo silenciosa
respecto
al Manifiesto, cuya imagen no
coincide con la de un plan heróico dirigido a conciencia para determinar el
futuro
de la Nación. Otro de los
aspectos bajo el efecto del silencio, es el carácter americano de la gesta de
la independencia.
Tan sólo regresemos al acta
de 1816. En principio, afirma que quien se emancipa de los reyes españoles es
“Sud América”. Se trata de un
término ambivalente para una identidad de regiones disidentes que no se había
establecido
bajo un gobierno. Ni siquiera
se había delimitado el espacio geográfico y tampoco aparece mención alguna al
nombre
Argentina.
Contradictoriamente, se deseaba también que el Acta llegara a todas las puntas
del “país”, y por eso se
hicieron impresiones en
castellano, quechua y aymará.
Este hecho, posteriormente
silenciado, nos muestra que los congresales de Tucumán consideraban a los
indígenas
como parte integrante del
territorio y, también, del futuro país.
Como señala Martí en el
epígrafe leído, la América marcha a caballo con los más diversos pueblos del
continente.
Aquí es cuando entra en juego
el conflicto que se genera a partir de conceptos como “nación”, “Estado” y
“país”
¿Están dentro de Argentina
los pueblos originarios a los que se buscaba alcanzar con el Acta de 1816?.
¿Por qué esos mismos pueblos
fueron posteriormente masacrados y saqueados por el Estado Argentino?.
La antropóloga Diana Lenton
plantea que “El Estado se construyó sobre un genocidio. Se requirió que no
hubiera más
diversidad interna. (...) se
lo llama genocidio constituyente”.
Esta idea plantea la creación
de una nación a partir de un genocidio y del borramiento de los distintos
grupos étnicos
que durante el siglo XIX
desempeñaron un papel fundamental en la creación de un país independiente.
Por lo tanto es inevitable
reconocer esos silencios y los fundamentos violentos y trágicos de nuestro
Estado.
¿Lograremos admitir algún día
el carácter mestizo de nuestra patria? Otro elemento a rescatar dentro del Acta
en cuestión,
es la modificación que se le
hizo al elaborarse la fórmula de juramento. En esta se afirmó que la
independencia era frente a
toda dominación extranjera,
no sólo española. ¿Se recuerda eso? Cuando dependemos económicamente de
organismos
internacionales o creemos
encontrarnos, como ciudad, culturalmente más cerca de E.E.U.U o París que de
Mendoza o
Santiago del Estero.
¿Lograremos algún día romper con el carácter dependiente, en lo económico y
cultural, de nuestra
nación? Como
sostuvo Ternavasio, en realidad en el Acta no se escribieron las razones o el
porqué de la revolución.
Al perderse ese por qué y al
existir las ya nombradas ambivalencias de la identidad argentina, la construcción
de una
memoria de la independencia
se vuelve conflictiva y sujeta a distintas interpretaciones.
Queremos terminar citando
nuevamente a José Martí. En “Nuestra América”, el poeta y revolucionario
escribió que:
“el que pone de lado (...)
una parte de la verdad, cae a la larga por la verdad que le faltó”.
Siguiendo esta idea, nosotros
y nosotras hemos buscado en este acto rescatar algunos de los silencios
que se
construyeron sobre el 9 de
julio y que tanto ruido siguen haciendo en el presente.
Para preguntarnos si es
posible independizarnos de la idea de que nuestro país es homogéneo, compuesto
de una
lengua, etnia y religión.
Conocemos las dificultades, ya que la negación del carácter mestizo fundamentó
la creación
de nuestra nación y aceptar
“las verdades dejadas de lado” implicaría repensar la historia construida sobre
nuestro
país, repensar su origen y,
así, nuestro presente. Repensar nuestro pasado, reconocer los silencios y las
violencias
que lo constituyen, implica
soñar activamente un futuro distinto.
Muchas Gracias.
email
- museocheguevara@fibertel.com.ar
Lea libro Cuba Existe, es Socialista y
No está en Coma del Arq. Rodolfo Livingston http://estudiolivingston.com.ar/libros/cubaexiste.php
enterate porque nació el museo Che Guevara de Buenos Aires.
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