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V. Arun
Kumar, estudiante en Delhi, 18 de noviembre de 2019
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Boletín 48: Exigimos cambios para poder tener un
futuro
Estimadxs amigos y amigas,
El 18 de noviembre, estudiantes de la
Universidad Jawaharlal Nehru (JNU) de India marcharon hacia el
parlamento de Nueva Delhi como parte de las grandes protestas contra el
alza en las tarifas estudiantiles. Cuando lxs estudiantes comenzaban la
marcha, la policía de Delhi la declaró ilegal. A medida que lxs
estudiantes persistían, la policía comenzó a arrestarles y golpearles.
Otrxs continuaron, sin dejarse intimidar por la represión. La policía
atacó a lxs estudiantes y lxs golpeó brutalmente. Shashibhushan Pandey
se sacó los lentes oscuros y dijo “Soy ciego”, a lo que un policía
respondió “¿Por qué vienes a la protesta si eres ciego?”.
La Unión de Estudiantes de la JNU (JNUSU) —que
ha liderado la campaña contra la destrucción de la educación pública—
mostró que se han regalado enormes cantidades de dinero a grandes
corporaciones mediante rebajas de impuestos y mediante préstamos que no
han sido devueltos, mientras lxs estudiantes se ven forzadxs a pedir
dinero a sus familias, endeudarse o abandonar su educación. Las
prioridades de un gobierno que privilegia las rebajas de impuestos a la
clase capitalista mientras debilita el potencial de estudiantes son las
de una civilización que ha perdido el rumbo. En el volante para la Gran
Marcha al Parlamento, la JNUSU planteaba dos cuestiones fundamentales:
“Exijamos si el 99% puede estudiar o no. Preguntemos por qué los
impuestos del 99% son gastados solo en el 1%”. La respuesta la dieron
las botas, los palos y el carro lanza agua de la policía. La presidenta
de la JNUSU, Aishe Ghosh, quien fue detenida ese día, se dirigió a las
redes sociales para decir que los golpes y el acoso “no ayudarán a
suprimir nuestras voces”.
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Sreekanth
Sivadasan, Rohini Dolui confrontando a la policía, 18 de noviembre de
2019.
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El hashtag de esta serie de protestas es #FeesMustFall
(las tarifas deben bajar), un eco del grito en todo el planeta, de las
protestas estudiantiles contra las alzas en las tarifas desde Sudáfrica
a Chile. ¿Por qué los gobiernos están aumentando las tarifas y haciendo
tan cara la educación superior? Primero, el ataque a la educación
superior es parte de una amplia política de austeridad, en la que los
gobiernos recortan los gastos sociales de sus presupuestos —salud,
cuidado de lxs mayores, mitigación de la pobreza, educación— para
evitar aumentar los impuestos que deben pagar las grandes empresas.
Segundo, ha quedado claro que la educación pública, y las
organizaciones estudiantiles de estas instituciones, son lugares
importantes para desafiar la irracionalidad de las políticas
neoliberales y neofascistas. Se está planteando que la deuda
disciplinará a lxs estudiantes para que se dediquen más a sus propias
carreras —para ser capaces de pagar la deuda— que a asuntos de gran
relevancia política.
Pareciera que la interpretación más estrecha de la educación gobierna a
los políticos; ven la educación como parte de una construcción de
carrera individual, no como parte de la construcción de la sociedad. La
tendencia básica del capitalismo es convertir la educación en una
mercancía, y no permitir que sea un recurso común. Si la educación se
mercantiliza, lxs estudiantes son reducidos a ser mercancías; la
sensibilidad de explorar ideas y la insistencia de imaginar un mundo
nuevo basado en valores humanos se erosionan entre lxs estudiantes. El
impacto sobre lxs profesorxs refleja el de lxs estudiantes, ya que lxs
profesorxs son empujados a enseñar más e investigar menos, a enseñar
más y a discutir menos sobre valores políticos básicos (como se ha
establecido explícitamente en el borrador de la Política Nacional de
Educación del gobierno de India). Prabhat Patnaik, profesor emérito de
la JNU, sostiene correctamente que “Una comunidad académica que se ve
obligada a enseñar e investigar excluyendo la defensa de las libertades
y derechos, ni siquiera tendrá éxito al enseñar o investigar. Esto
requiere libertad de pensamiento y expresión; la negación de esas
libertades perjudica también a la enseñanza y la investigación. Y
sin embargo, no hay ninguna mención de estos requisitos en todo el
informe, aunque están siendo atacados actualmente, con la amenaza
constante a la academia de cargos bajo las leyes de sedición”.
El pensamiento se seca, las universidades y las escuelas se vuelven
desiertos intelectuales.
El 29 de noviembre, lxs estudiantes de Pakistán tomarán las calles; los
asuntos que los convocan son muy similares a los que presionan a lxs
estudiantes indixs. Sobre el levantamiento estudiantil, el historiador
Ammar Ali Jan escribió acerca de la “ausencia de principios”, la
ausencia de un programa claro que “acecha nuestro presente, con la
confusión y el cinismo bloqueando la posibilidad de políticas
transformadoras”. En el Festival Faiz organizado por el Colectivo de
Estudiantes en Lahore, Arooj Aurangzeb, Mohsin Abdali y otrxs cantaron
consignas revolucionarias por nuestra esperanza de romper con el
cinismo y la confusión y encontrar el camino hacia la transformación.
El poema cantado en el video es de Bismil Azimabadi; los versos son
poderosos:
El deseo de sacrificarnos está en nuestros corazones.
Veremos cuánta fuerza hay en las armas de los asesinos.
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Estudiantes en el Festival Faiz, noviembre de 2019.
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Cantar sobre el sacrificio no es metafórico. Esta semana
fue el 25º aniversario del asesinato de cinco estudiantes y activistas
por la juventud en Kerala: KK. Rajeevan, KV. Roshan, K. Shibulal, K.
Madhu, and C. Babu. Estos activistas de la Federación de la Juventud
Democrática de India y de la Federación de Estudiantes de India
lucharon para defender y expandir la educación pública. Fueron
asesinadxs por el gobierno de derecha debido a sus esperanzas.
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Una semana antes de que lxs estudiantes indixs marcharan
al parlamento, delegadxs de 60 organizaciones, sindicatos y partidos
políticos se reunieron en Brasília (Brasil) para la cumbre de los BRICS
de los Pueblos. La declaración de cierre del encuentro captura el
núcleo de lo que lxs estudiantes estaban diciendo en Delhi: exigimos
cambios para poder tener un futuro. La idea de un “futuro”
es fundamental es nuestros tiempos. El pensamiento neoliberal tiende a
sostener que vivimos en un eterno presente; que el “futuro”, un
concepto tan utópico, ya no es posible. En otro artículo reciente,
Prabhat Patnaik desarrolla la famosa cita de Marx: “Los filósofos no
han hecho más que interpretar de diversos
modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.
Marx, escribe, no apuntaba a dos actividades separadas: interpretación
y acción. Más bien, Marx sostenía que un tipo de intelectual interpreta
el mundo “atrapado en la visión de mundo que existe”; y otro tipo de
intelectual interpreta el mundo “desde un punto de vista que implica la
construcción de una imagen de un mundo alternativo diferente al suyo”.
Los programas de acción que van más allá de los contornos del presente,
que están enmarcados por las contradicciones del capitalismo,
necesariamente tendrían que confrontar los límites del sistema. El
financiamiento adecuado para el sector social, incluyendo la educación
superior, no está disponible en este sistema, no porque sus gerentes no
sepan sobre los bajos niveles de financiamiento, sino que porque están
decididos a no entregarlos. Luchar por el futuro —la revolución—
requiere de luchas constantes por el presente —reformas—. “La
revolución”, escribe Prabhat Patnaik, “es el resultado de un compromiso
incondicional con la reforma, aunque el resultado tiene que ir
necesariamente más allá de la reforma específica”. El resultado es,
como dicen los BRICS de los Pueblos, el futuro.
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Lowkey (con Mai Khalil), Iraq2Chile (Martyrs of Hope
[Mártires de la esperanza]), 2019.
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Cuando las reformas se acercan a los límites
calcificados de lo que es permisible —como la nacionalización de los
recursos—, entonces las persianas de la civilidad se cierran. En la
declaración de cierre de la cumbre de los BRICS de los Pueblos aparece
la frase “guerras híbridas”. En nuestro dossier nº 17 (Junio de 2019)
desarrollamos el término para referirnos a “una combinación de guerra
no convencional con la insurgencia de actores de la sociedad civil, que
abarcan así fuerzas estatales y una variedad de actores no estatales”.
El golpe contra el gobierno de Bolivia el 11 de noviembre fue conducido
precisamente a través de la estrategia de la guerra híbrida. Había una
lucha de larga data, de casi trece años, para socavar la política
gubernamental de nacionalización de los recursos, parte de la cual era
conducida directamente por la embajada de EE.UU. (En 2007, cuando unos
magnates mineros estadounidenses querían conocer al vicepresidente de
Bolivia, el embajador estadounidense Philip Goldberg dijo: “Lamentablemente, sin dinamita
en las calles es difícil que la embajada o las mineras internacionales
puedan lograr incluso ese pequeño objetivo”). Sin
dinamita en las calles: todo fue transformado en arma el
año pasado, incluyendo a la Organización de Estados Americanos (60% de
cuyo presupuesto es pagado por Estados Unidos), los generales
bolivianos (muchos de los cuales fueron entrenados en EE.UU.) e incluso
intelectuales y líderes de ONG.
Una de las aristas de la guerra híbrida es la
batalla por la información. Una víctima de esta guerra híbrida es el
reconocimiento de los enormes avances hechos en Bolivia por el gobierno
del Movimiento Al Socialismo (MAS), dirigido por Evo Morales Ayma. Fue
como si Morales y su gobierno se hubieran buscado este golpe, y no
fuera un golpe contra la nacionalización de recursos liderado por una
camarilla neofascista dentro de Bolivia (ahora culpable de una masacre en Senkata). Contra este
desprecio casual —y pedante— hacia el trabajo del gobierno del MAS,
Roxanne Dunbar-Ortiz, Ana Maldonado, Pilar Troya Fernández y yo
escribimos “Carta a intelectuales que desprecian
revoluciones en nombre de la pureza”. Nuestra carta es sobre
el ritmo de las revoluciones y sobre la centralidad del socialismo
indígena y feminista para los procesos revolucionarios en Bolivia y
Venezuela. Aquí un breve extracto del ensayo:
Estos procesos revolucionarios no solo han
tenido que funcionar dentro de las reglas de la democracia liberal,
sino que al mismo tiempo han debido construir un nuevo marco
institucional a través de las comunas y otras formas. Fue ganando las
elecciones y haciéndose cargo de las instituciones del Estado que la
revolución bolivariana pudo dirigir sus recursos hacia un aumento del
gasto social (en salud, educación, vivienda) y hacia un ataque directo
contra el patriarcado y el racismo. El poder del Estado, en manos de la
izquierda, fue utilizado para construir estos nuevos marcos
institucionales que extienden el Estado y van más allá de él. La
existencia de estas dos formas: instituciones democráticas liberales e
instituciones socialistas feministas, ha hecho estallar el prejuicio de
la “igualdad liberal” ficticia. La democracia, reducida al acto de
votar, obliga a los individuos a creer que son ciudadanos con el mismo
poder que cualquier otro ciudadano, independientemente de sus
posiciones socioeconómicas, políticas y culturales. El proceso
revolucionario desafía este mito liberal, pero aún no ha logrado
superarlo, como se puede ver tanto en Bolivia como en Venezuela. Se
trata de una lucha por crear nuevo consenso cultural en torno a la
democracia socialista, una democracia que no está basada en un “voto
equivalente” sino en una experiencia tangible de construcción de una
nueva sociedad.
Cordialmente, Vijay.
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