viernes, 29 de noviembre de 2019

Universidad Jawaharlal Nehru Nueva Delhi India policía versus estudiantes como en Chile, Bolivia, Ecuador, Instituto Tricontinental Investigacion Social museo Che Guevara de Buenos Aires toto


V. Arun Kumar, estudiante en Delhi, 18 de noviembre de 2019

Boletín 48: Exigimos cambios para poder tener un futuro

Estimadxs amigos y amigas,
Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.

El 18 de noviembre, estudiantes de la Universidad Jawaharlal Nehru (JNU) de India marcharon hacia el parlamento de Nueva Delhi como parte de las grandes protestas contra el alza en las tarifas estudiantiles. Cuando lxs estudiantes comenzaban la marcha, la policía de Delhi la declaró ilegal. A medida que lxs estudiantes persistían, la policía comenzó a arrestarles y golpearles. Otrxs continuaron, sin dejarse intimidar por la represión. La policía atacó a lxs estudiantes y lxs golpeó brutalmente. Shashibhushan Pandey se sacó los lentes oscuros y dijo “Soy ciego”, a lo que un policía respondió “¿Por qué vienes a la protesta si eres ciego?”.

La Unión de Estudiantes de la JNU (JNUSU) —que ha liderado la campaña contra la destrucción de la educación pública— mostró que se han regalado enormes cantidades de dinero a grandes corporaciones mediante rebajas de impuestos y mediante préstamos que no han sido devueltos, mientras lxs estudiantes se ven forzadxs a pedir dinero a sus familias, endeudarse o abandonar su educación. Las prioridades de un gobierno que privilegia las rebajas de impuestos a la clase capitalista mientras debilita el potencial de estudiantes son las de una civilización que ha perdido el rumbo. En el volante para la Gran Marcha al Parlamento, la JNUSU planteaba dos cuestiones fundamentales: “Exijamos si el 99% puede estudiar o no. Preguntemos por qué los impuestos del 99% son gastados solo en el 1%”. La respuesta la dieron las botas, los palos y el carro lanza agua de la policía. La presidenta de la JNUSU, Aishe Ghosh, quien fue detenida ese día, se dirigió a las redes sociales para decir que los golpes y el acoso “no ayudarán a suprimir nuestras voces”.

Sreekanth Sivadasan, Rohini Dolui confrontando a la policía, 18 de noviembre de 2019.

El hashtag de esta serie de protestas es #FeesMustFall (las tarifas deben bajar), un eco del grito en todo el planeta, de las protestas estudiantiles contra las alzas en las tarifas desde Sudáfrica a Chile. ¿Por qué los gobiernos están aumentando las tarifas y haciendo tan cara la educación superior? Primero, el ataque a la educación superior es parte de una amplia política de austeridad, en la que los gobiernos recortan los gastos sociales de sus presupuestos —salud, cuidado de lxs mayores, mitigación de la pobreza, educación— para evitar aumentar los impuestos que deben pagar las grandes empresas. Segundo, ha quedado claro que la educación pública, y las organizaciones estudiantiles de estas instituciones, son lugares importantes para desafiar la irracionalidad de las políticas neoliberales y neofascistas. Se está planteando que la deuda disciplinará a lxs estudiantes para que se dediquen más a sus propias carreras —para ser capaces de pagar la deuda— que a asuntos de gran relevancia política.

Pareciera que la interpretación más estrecha de la educación gobierna a los políticos; ven la educación como parte de una construcción de carrera individual, no como parte de la construcción de la sociedad. La tendencia básica del capitalismo es convertir la educación en una mercancía, y no permitir que sea un recurso común. Si la educación se mercantiliza, lxs estudiantes son reducidos a ser mercancías; la sensibilidad de explorar ideas y la insistencia de imaginar un mundo nuevo basado en valores humanos se erosionan entre lxs estudiantes. El impacto sobre lxs profesorxs refleja el de lxs estudiantes, ya que lxs profesorxs son empujados a enseñar más e investigar menos, a enseñar más y a discutir menos sobre valores políticos básicos (como se ha establecido explícitamente en el borrador de la Política Nacional de Educación del gobierno de India). Prabhat Patnaik, profesor emérito de la JNU, sostiene correctamente que “Una comunidad académica que se ve obligada a enseñar e investigar excluyendo la defensa de las libertades y derechos, ni siquiera tendrá éxito al enseñar o investigar. Esto requiere libertad de pensamiento y expresión; la negación de esas libertades perjudica también a la enseñanza y la investigación. Y sin embargo, no hay ninguna mención de estos requisitos en todo el informe, aunque están siendo atacados actualmente, con la amenaza constante a la academia de cargos bajo las leyes de sedición”. El pensamiento se seca, las universidades y las escuelas se vuelven desiertos intelectuales.

El 29 de noviembre, lxs estudiantes de Pakistán tomarán las calles; los asuntos que los convocan son muy similares a los que presionan a lxs estudiantes indixs. Sobre el levantamiento estudiantil, el historiador Ammar Ali Jan escribió acerca de la “ausencia de principios”, la ausencia de un programa claro que “acecha nuestro presente, con la confusión y el cinismo bloqueando la posibilidad de políticas transformadoras”. En el Festival Faiz organizado por el Colectivo de Estudiantes en Lahore, Arooj Aurangzeb, Mohsin Abdali y otrxs cantaron consignas revolucionarias por nuestra esperanza de romper con el cinismo y la confusión y encontrar el camino hacia la transformación. El poema cantado en el video es de Bismil Azimabadi; los versos son poderosos:

El deseo de sacrificarnos está en nuestros corazones.
Veremos cuánta fuerza hay en las armas de los asesinos.
Estudiantes en el Festival Faiz, noviembre de 2019.

Cantar sobre el sacrificio no es metafórico. Esta semana fue el 25º aniversario del asesinato de cinco estudiantes y activistas por la juventud en Kerala: KK. Rajeevan, KV. Roshan, K. Shibulal, K. Madhu, and C. Babu. Estos activistas de la Federación de la Juventud Democrática de India y de la Federación de Estudiantes de India lucharon para defender y expandir la educación pública. Fueron asesinadxs por el gobierno de derecha debido a sus esperanzas.


Una semana antes de que lxs estudiantes indixs marcharan al parlamento, delegadxs de 60 organizaciones, sindicatos y partidos políticos se reunieron en Brasília (Brasil) para la cumbre de los BRICS de los Pueblos. La declaración de cierre del encuentro captura el núcleo de lo que lxs estudiantes estaban diciendo en Delhi: exigimos cambios para poder tener un futuro. La idea de un “futuro” es fundamental es nuestros tiempos. El pensamiento neoliberal tiende a sostener que vivimos en un eterno presente; que el “futuro”, un concepto tan utópico, ya no es posible. En otro artículo reciente, Prabhat Patnaik desarrolla la famosa cita de Marx: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. Marx, escribe, no apuntaba a dos actividades separadas: interpretación y acción. Más bien, Marx sostenía que un tipo de intelectual interpreta el mundo “atrapado en la visión de mundo que existe”; y otro tipo de intelectual interpreta el mundo “desde un punto de vista que implica la construcción de una imagen de un mundo alternativo diferente al suyo”.

Los programas de acción que van más allá de los contornos del presente, que están enmarcados por las contradicciones del capitalismo, necesariamente tendrían que confrontar los límites del sistema. El financiamiento adecuado para el sector social, incluyendo la educación superior, no está disponible en este sistema, no porque sus gerentes no sepan sobre los bajos niveles de financiamiento, sino que porque están decididos a no entregarlos. Luchar por el futuro —la revolución— requiere de luchas constantes por el presente —reformas—. “La revolución”, escribe Prabhat Patnaik, “es el resultado de un compromiso incondicional con la reforma, aunque el resultado tiene que ir necesariamente más allá de la reforma específica”. El resultado es, como dicen los BRICS de los Pueblos, el futuro.

Lowkey (con Mai Khalil), Iraq2Chile (Martyrs of Hope [Mártires de la esperanza]), 2019.

Cuando las reformas se acercan a los límites calcificados de lo que es permisible —como la nacionalización de los recursos—, entonces las persianas de la civilidad se cierran. En la declaración de cierre de la cumbre de los BRICS de los Pueblos aparece la frase “guerras híbridas”. En nuestro dossier nº 17 (Junio de 2019) desarrollamos el término para referirnos a “una combinación de guerra no convencional con la insurgencia de actores de la sociedad civil, que abarcan así fuerzas estatales y una variedad de actores no estatales”. El golpe contra el gobierno de Bolivia el 11 de noviembre fue conducido precisamente a través de la estrategia de la guerra híbrida. Había una lucha de larga data, de casi trece años, para socavar la política gubernamental de nacionalización de los recursos, parte de la cual era conducida directamente por la embajada de EE.UU. (En 2007, cuando unos magnates mineros estadounidenses querían conocer al vicepresidente de Bolivia, el embajador estadounidense Philip Goldberg dijo: “Lamentablemente, sin dinamita en las calles es difícil que la embajada o las mineras internacionales puedan lograr incluso ese pequeño objetivo”). Sin dinamita en las calles: todo fue transformado en arma el año pasado, incluyendo a la Organización de Estados Americanos (60% de cuyo presupuesto es pagado por Estados Unidos), los generales bolivianos (muchos de los cuales fueron entrenados en EE.UU.) e incluso intelectuales y líderes de ONG.

Una de las aristas de la guerra híbrida es la batalla por la información. Una víctima de esta guerra híbrida es el reconocimiento de los enormes avances hechos en Bolivia por el gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS), dirigido por Evo Morales Ayma. Fue como si Morales y su gobierno se hubieran buscado este golpe, y no fuera un golpe contra la nacionalización de recursos liderado por una camarilla neofascista dentro de Bolivia (ahora culpable de una masacre en Senkata). Contra este desprecio casual —y pedante— hacia el trabajo del gobierno del MAS, Roxanne Dunbar-Ortiz, Ana Maldonado, Pilar Troya Fernández y yo escribimos “Carta a intelectuales que desprecian revoluciones en nombre de la pureza”. Nuestra carta es sobre el ritmo de las revoluciones y sobre la centralidad del socialismo indígena y feminista para los procesos revolucionarios en Bolivia y Venezuela. Aquí un breve extracto del ensayo:

Estos procesos revolucionarios no solo han tenido que funcionar dentro de las reglas de la democracia liberal, sino que al mismo tiempo han debido construir un nuevo marco institucional a través de las comunas y otras formas. Fue ganando las elecciones y haciéndose cargo de las instituciones del Estado que la revolución bolivariana pudo dirigir sus recursos hacia un aumento del gasto social (en salud, educación, vivienda) y hacia un ataque directo contra el patriarcado y el racismo. El poder del Estado, en manos de la izquierda, fue utilizado para construir estos nuevos marcos institucionales que extienden el Estado y van más allá de él. La existencia de estas dos formas: instituciones democráticas liberales e instituciones socialistas feministas, ha hecho estallar el prejuicio de la “igualdad liberal” ficticia. La democracia, reducida al acto de votar, obliga a los individuos a creer que son ciudadanos con el mismo poder que cualquier otro ciudadano, independientemente de sus posiciones socioeconómicas, políticas y culturales. El proceso revolucionario desafía este mito liberal, pero aún no ha logrado superarlo, como se puede ver tanto en Bolivia como en Venezuela. Se trata de una lucha por crear nuevo consenso cultural en torno a la democracia socialista, una democracia que no está basada en un “voto equivalente” sino en una experiencia tangible de construcción de una nueva sociedad. 
Cordialmente, Vijay.

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