De: luis alberto castaño martinez [mailto:perioluiscas@gmail.com]
Enviado el: jueves, 25 de enero de 2018 22:53
Para: alberto RADIOCOMUNICA santos
Asunto: Posibilidad de retomar una iniciativa estratégica frente al fiasco del «progresismo» y el retroceso de la izquierda
Posibilidad de retomar una iniciativa estratégica frente al fiasco del «progresismo» y el retroceso de la izquierda[1]
Para formar los dirigentes es fundamental partir de la siguiente premisa: ¿se quiere que existan siempre gobernados y gobernantes o, por el contrario, se desea crear las condiciones bajo las cuales desaparezca la necesidad de que exista tal división?
Gran política es la tentativa de excluir la gran política del ámbito interno de la vida estatal y de reducir todo a política pequeña.
Antonio Gramsci (1891-1937)
El «progresismo» como respuesta al neoliberalismo[2] padece de una notoria debilidad no sólo en América Latina. Es un problema que se percata después del fin de las ilusiones que abrigó el progresimo tras cinco lustros que terminaron fácticamente en un monumental fiasco, –y cuando debería haber una respuesta de la izquierda, ésta está totalmente desorientada al estar influida por las ideas dominantes– a sabiendas o no. Es más, la izquierda en su versión progresista ha receptado deliberadamente las ideas de las clases dominantes y se ha hecho cómplice de ésta. Lo que no siempre es el caso. Por ello, es dable usar la difusa palabra izquierdas –al albur de lo plural– porque hay distintos grupos que se autoproclaman de izquierda y cada uno de ellos se reivindica como auténtica izquierda.
Frente a este explícito reconocimiento es necesario dar sentido y contenido a la conocida expresión según la cual las ideas dominantes son las ideas de la clase dominante –que se complementa con el aserto según el cual el ser social determina la consciencia social–. En la actualidad la lucha ideológica es la forma superior de lucha dado el fenómeno de como la burguesía ha logrado desarrollar una serie de mecanismos educativos y de sicología de masas que sirven para mostrar como avanzado lo más retrógrado y virtuoso lo más vil. Así se estructura una hegemonía cultural en la que el reino del fetichismo de la mercancía –que trata Marx en el libro primero de El Capital– adquiere plena expresión como instrumento para alienar al ser humano convirtiéndolo en presa fácil, a lo que se suman las más diversas formas de misticismo político y enajenación religiosa.
La velocidad en la circulación de ideas e imágenes, el acceso masivo a la red de información, las formas de manejo e inoculación de pensamientos individualistas y comportamientos egoístas que dan forma y contenido a seres reaccionarios que pierden su capacidad de discernimiento, su autoestima y la capacidad de influir en los demás; es la vida propia del capitalismo en la que se compele a la sumisión y al consumismo exacerbado a través de los medios electrónicos y se exalta la manipulación y el control mental a través de las formas más sofisticas, subliminales y semióticas del marketing (incluso el político) el cual apela a la neurociencia y a la neurobiología para someter a la égida del capital a la masa inerte cuya atonía y abulia les impide actuar de forma consecuente con sus intereses. La premonición de Orwell en su opus magnum 1984 se cumplió con creces.[3] El que sale del redil se expone a la persecución y al ostracismo en el sentido contemporáneo de la expresión.
Vivimos una época revolucionaria sin movimiento revolucionario como efecto vicioso en la cultura del papel de las ideas dominantes en la preservación del orden vigente. Pareciera ser una forma de aburguesamiento del proletariado a nivel mundial que conlleva a que la izquierda se convierta en la prolongación de la derecha y viceversa, como bien explicó el científico y antipoeta chileno Nicanor Parra cuando harto de señalamientos espetó: "La izquierda y la derechas unidas, jamás serán vencidas".[4] Las reformas sociales de la época keynesiana propias de la lucha de clases en la posguerra dieron paso a contrarreformas neoliberales que se iniciaron con el apoyo ciudadano inmerso en la idea de que la solidaridad social estaba llamada a ocupar un escondido y oscuro sitial en el museo de la historia.
Luego vino el fracaso del 'comunismo' bajo la forma oprobiosa del estalinismo que dio fuerza a la comparación entre comunismo y nazismo, hasta el colapso de la Unión Soviética y del llamado 'socialismo real' –en realidad una modalidad de capitalismo de Estado con una 'nueva clase burguesa' opresora del proletariado (la modalidad de dictadura sobre el proletariado por parte del partido único)–.
Esta regresión permitió se acuñase por parte de Martín Nicolaus la expresión 'restauración del capitalismo'[5] o la forma china del 'socialismo de mercado' bajo la idea-fuerza de un 'Estado (comunista) con dos sistemas (el socialista y el capitalista)' que venía de Nicolás Bujarín,[6] que adobó el economista 'marxista' polaco Oskar Lange[7] y que recogió habilidosamente Deng Xiao Ping[8] con su pragmática premisa según la cual "no importa de qué color sea el gato, lo que importa es que cace ratones".
Toda una hecatombe en la aplicación y desarrollo de un sistema ideológico concebido por Marx junto con Engels –es justo reconocer– para la emancipación de la humanidad que se vino en barrena en las manos de sus continuadores a partir de Lenin. Luchas armadas de liberación nacional que encallaron en la dinámica de recomposición del sistema capitalista a partir de los años ochenta del siglo pasado, sin excepción alguna incluso en el Vietnam de Ho Chi Minh o en regímenes dinásticos como en Corea del Norte.
Marx tuvo un protuberante yerro al conciliar con los reformistas alemanes en los debates en torno a los programas de Gotha[9] y de Erfurt[10] que consistió en pensar viable una fase de transición entre el capitalismo y el comunismo denominada socialismo –alcanzable incluso por vía parlamentaria– bajo la dictadura del proletariado, el cual en realidad no superó el capitalismo sino que lo prolongó. Lo más grave es que la idea esencial del marxismo de abolir las clases y destruir el Estado se desvirtuó al preservar la estructura de clases en la que una minoría organizada en el partido único explota al conjunto de la población trabajadora para lo cual el aparato represivo y de dominación llega a los exabruptos de una policía política con licencia para matar a la disidencia.
En la realidad histórica del siglo XX el concepto comunista fue vaciado de contenido por la propaganda 'comunista' y el mismo 'comunismo' en su estropicio se encarga de desprestigiar al comunismo. El comunismo y la revolución se devoran como en la pintura de Goya,[11] dando razón a los economistas e historiadores reaccionarios quienes plantean que no es posible una sociedad sin una economía basada en el cálculo monetario y sin un Estado hobbesiano que controle la sociedad. La revolución se convierte en contrarrevolución como una ley de la historia y el hombre en la lucha por la libertad conquista la esclavitud como lo comprueba la experiencia. Borrar de la mente la idea comunista genuina y el propósito político de la revolución social es hoy prácticamente un logro de la burguesía mundial, pero en realidad de verdad no pueden cantar victoria y las manecillas del reloj pueden girar en sentido contrario.
Recuperar la idea comunista de su postración es un loable propósito que debemos impulsar y acompañar; para tal efecto, es impostergable desmarañar tanto yerro y desbrozar con agudeza, paciencia y cautela una postura ideológica para penetrar en ese berenjenal de la literatura propia de la filosofía social y política que hoy padecemos y que apela al profuso, confuso y difuso lenguaje académico propio de los intelectuales que tienen la tarea de elaborar el discurso legitimador del régimen bajo la premisa de confundir para ayudar a reinar a la burguesía, ella lo sabe y los premia con fama, dinero y reconocimiento editorial y mediático.
En el documento adjunto en PDF, continué lectura del documento.
[1] Reflexiones en torno al libro de Teitelbaum, Alejandro (2017). El colapso del progresismo y el desvarío de las izquierdas. Medellín: Editorial La Carreta Política.
[2] Según Saramago "el neoliberalismo es un nuevo totalitarismo disfrazado de democracia, de la que no se mantienen nada más que las apariencias". Este sistema se caracteriza por un fenómeno en el que "los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. Cada día hay una minoría que sabe más y una mayoría que sabe menos. La ignoracia se expande de forma aterradora (…). No sé si son las sombras o las imágenes las que nos ocultan la realidad (…), lo cierto es que hemos perdido capacidad crítica para analizar lo que pasa en el mundo". Léase Saramago, José (2010). El último cuaderno. Bogotá: Alfaguara, pp. 117-118.
[5] Consúltese la reseña a la obra de Nicolaus en: http://izquierda.library.cornell.edu/i/izquierda/libros_pdf/040.pdf
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