domingo, 6 de diciembre de 2020

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De: Jorge Araya [mailto:siemprepelusa@hotmail.com]
Enviado el: domingo, 6 de diciembre de 2020
Reinauguración del Memorial Puente Bulnes

 


 

El próximo 10 de diciembre, a las 19 horas, Día Internacional de los Derechos Humanos, invitamos al acto de reinauguración del Memorial del Puente Bulnes. Sitio de memoria que recuerda la ejecución de, por lo menos, 300 personas: según investigación del sacerdote Miguel Gordá, fue lugar de martirio del sacerdote Joan Alsina, 14 jóvenes de Puente Alto –incluyendo la adolescente embarazada, Leónidas Isabel Díaz, de 14 años– y un grupo de, mínimo, nueve integrantes del GAP [Grupo de Amigos del Presidente, militantes voluntarios que protegían al compañero Salvador Allende], entre otros.

 

Debido a la importancia histórica del espacio, ante el estado de abandono y los atentados que ha sufrido el Memorial, asumimos la tarea de su recuperación, pintando, limpiando, restaurando y reparando murales; con ese objetivo, se fue conformando el Comité́ de Recuperación del Memorial del Puente Bulnes, cuyos integrantes, con respeto, alegría, música y poesía, invitan a recordar y honrar a las y los caídas(os), de ayer y de hoy.

 

Ante las flagrantes violaciones actuales a los Derechos Humanos, no podemos menos que decir:

 

¡LIBERTAD A TODXS LXS PRESXS POLITICXS!

 

Santiago de Chile, 4 de diciembre 2020

 

El martirio del Padre Joan Alsina en un Día de las Glorias del Ejército

 

 

Víctor Osorio - Periodista.

- 19 de septiembre 2019

 

Joan Alsina era un sacerdote catalán, de 31 años, cuando fue fusilado por una patrulla del Ejército, en el Puente Bulnes de Santiago. Era la noche del 19 de septiembre de 1973. Ese mismo día, lo habían detenido en el Hospital San Juan de Dios, en el que trabajaba en la administración de personal, en coherencia con su vocación de cura obrero, inserto en el mundo de los trabajadores.

 

Más tarde, el soldado de 18 años que lo asesinó, Nelson Bañados Pinto, relató: "Me bajé, saqué a Joan del furgón y fui a vendarle los ojos, pero me dijo 'Por favor no me pongas la venda, mátame de frente porque quiero verte, para darte el perdón'. Fue muy rápido. Recuerdo que levantó su mirada al cielo, hizo un gesto con las manos, las puso sobre su corazón y movió los labios como si estuviera rezando y dijo 'Padre, perdónalos' Yo le disparé la ráfaga y cayó al tiro […] Lo hice con la metralleta, para que fuera más rápido. El impacto fue tan fuerte que volteó su cuerpo y, prácticamente, cayó solo al Mapocho. Tuve que darle un empujoncito, no más".

 

"De este fusilamiento, no me voy a olvidar nunca jamás", agregó.

 

Joao había llegado a Chile el martes 30 de enero de 1968, como misionero, poco después de su ordenación sacerdotal en Gerona, su región de origen en España. Estudió en el Seminario que la Obra de Cooperación Sacerdotal Hispano–Americana (OCSHA) tenía para preparar a sacerdotes que vendrían a América a realizar tareas pastorales. Era su sueño. Contó a sus cercanos: "Siento que Dios me llama para ir a misiones y quiero prepárame bien". Su viaje a Chile era un compromiso de trabajo en el País, por diez años.

 

Se instaló, inicialmente, en San Bernardo, donde vivían otros sacerdotes catalanes llegados como misioneros a Chile, como Miguel Jordá, quien luego del asesinato de Joan optó por ocupar parte importante de su propia vida en la restitución de la memoria y del gesto martirial de su amigo y compañero Alsina.

 

Más tarde, Joao inició su servicio pastoral en la Parroquia de San Antonio. Con el espíritu del Concilio Vaticano II y de la Conferencia del CELAM [Consejo Episcopal Latinoamericano], en Medellín, era un firme convencido de la opción por los pobres y por la transformación radical de la sociedad.

 

Como otros cristianos, le había convocado el testimonio del cura revolucionario Camilo Torres, caído en combate de la guerrilla colombiana en 1966; le impactó la toma de la Catedral de Santiago y la creación del Movimiento Iglesia Joven, ese mismo año 1968; conoció las reflexiones que al interior del mundo cristiano iban prefigurando la Teología de la Liberación. Por cierto, también conoció, además, los conflictos sociales y políticos que remecían la sociedad chilena y que antes de tres años desencadenarían la conquista del gobierno por la Izquierda.

 

Alsina tomó la decisión de compartir la vida de los trabajadores, combinando sus tareas sacerdotales con la condición de empleado del Hospital de San Antonio y, después, del Hospital Claudio Vicuña de ese puerto, realizando la función de Encargado de Personal, en contacto con los funcionarios y, también, asistiendo a enfermos. Se comprometió con la organización y movilizaciones de los trabajadores y estudiantes. Y se convirtió en un personaje popular en la ciudad. El padre Miguel Jordá recordó: "Durante todo este tiempo, vive muy intensamente el proceso social y político del País, con la mirada puesta en la liberación del pueblo. Se movilizaba en moto y se le veía en las fuentes de soda, en las fábricas, en el Puerto…"

 

En 1972, entró en conflicto con el Vicario de la Zona Rural Costa, René Vío, quien le indicó que no podía ser trabajador del Hospital y, al mismo tiempo, sacerdote. Alsina optó por pedir cambio de ciudad. En 1972 se trasladó a Santiago, donde fue acogido en la Vicaría de la Zona Sur, a cargo de monseñor Paulo Laurin. Consiguió ser contratado en el Hospital San Juan de Dios, trabajo para el que se capacitó en un curso para trabajadores en el Servicio Nacional de Salud.

 

Se instaló a vivir en la misma zona sur de Santiago, en la Población José María Caro, con Monseñor Alfonso Baeza, más tarde Vicario de la Pastoral Obrera y uno de los principales colaboradores del Cardenal Raúl Silva Henríquez en la defensa de los Derechos Humanos.

 

Conjuntamente con sus labores como Jefe de Personal del Hospital San Juan de Dios, Joan asumió como asesor del Movimiento Obrero de Acción Católica (MOAC) y la Juventud Obrera Católica (JOC), al mismo tiempo que colaboraba en la Parroquia de San Bernardo. Eran los tiempos de la Unidad Popular y el Presidente Salvador Allende. Eran los tiempos también del Movimiento de Cristianos por el Socialismo.

 

Fue detenido en el Hospital San Juan de Dios. A pesar de las advertencias de sus amigos sacerdotes acerca de los riesgos que corría y que le recomendaban asilarse, el joven cura sostuvo: "Hay momentos en la vida en que hay que jugarse el todo por el todo y, si me necesitan, allá estoy". Sus últimos escritos, en particular el que redactó la noche anterior a su detención, muestran su decisión de asumir los costos que traía su modo de aprehender el proyecto cristiano.

 

Después de orar, escribió, en catalán, un texto que es una despedida y una clarificación de sus ideas. En la parte final, recoge una cita del Evangelio: "Si el grano de trigo no muere, nunca da fruto" (Juan 12, 24). Y escribe "Es terrible una montaña quemada, pero es de esperar que de la ceniza húmeda, negra y pegajosa, vuelva a brotar la vida". Algunas líneas más adelante, agrega un punteo de ideas, emociones y mensajes de despedida. "Vamos de allá para acá, como ovejas llevadas al matadero" y "en tus manos, oh, Señor, encomiendo mi espíritu", son las referencias bíblicas que lo acompañaron en la redacción de los últimos párrafos de ese mensaje.

 

"Si de las cenizas asumimos la vida de nuevo, es algo que nace de nuevo en nosotros. Adiós. Jesús nos acompaña siempre dondequiera que vivamos". Estas fueron las últimas palabras escritas por Alsina que, en la mañana siguiente, era detenido en el Hospital, recluido en las dependencias del Internado Nacional Barros Arana, brutalmente torturado, trasladado de noche con las manos esposadas hacia un puente sobre el río Mapocho, donde fue acribillado.

 

El mayor Donato López Almarza, máximo jefe del Regimiento de Infantería N° 3 Yungay, de San Felipe, dio la orden de asesinarlo. El soldado Nelson Bañados la ejecutó, como parte de una patrulla al mando del teniente Mario Caraves Silva. Más de tres décadas después, los tribunales condenaron a López. Caraves murió en febrero de 1991, antes de recibir sanción judicial alguna. Bañados tomó la decisión de suicidarse.

 


Miguel Jordá dice que Juan Alsina era un ejemplo de verdad y reconciliación.

El sacerdote Miguel Jordá recuerda al amigo, a 33 años de su asesinato
"Juan Alsina fue un ejemplo de verdad y reconciliación"

Murió de frente y alcanzó a dar el perdón a su asesino: un soldado que mató a varias personas en el Puente Bulnes. Ayer, decenas de personas recordaron, en ese lugar, a un hombre cuya opción de vida y fe fueron los pobres. Ya nadie habla del `cura guerrillero´ que murió en combate, como dijo el gobierno militar. Miguel Jordá fue el responsable de que la verdad sobre Alsina se descubriera. Hoy, habla de su amigo y su legado de perdón.

 

La Nación

Dalia Rojas

25 de septiembre de 2006

 

"Hijo, tú naciste un día que llovía mucho. Tenías muchos amigos, jugabas, fuiste al colegio e hiciste muchos amigos más, y resulta que un amigo te quiso tanto, que te quiso dejar para siempre en Chile. Yo quisiera saber quién es este amigo, no para vengarme, sino para perdonarle. Queremos que esa persona viva tranquila, que sepa que los perdonamos". Esa fue la carta que le envió, desde España, José Alsina al sacerdote Miguel Jordá. La razón de la misiva no era trivial. Menos la petición que encerraba. José quería que Jordá la entregara al soldado que había acribillado a su hijo, el 19 de septiembre de 1973.

 

Jordá, ahora párroco de San Pedro de Melipilla, laboraba en Mallarauco cuando lo llamaron para decirle que habían encontrado el cuerpo sin vida de su amigo, el sacerdote Juan Alsina. Ya habían pasado ocho días desde su asesinato. "Esa llamada, todavía [guarda silencio]... Me dejó muy golpeado ¿sabes? De inmediato fui a San Bernardo. No lo podía creer. Todavía no llevaban el cuerpo a San Bernardo. Don Juan Ignacio Ortúzar y Juan Vilas lo fueron a buscar a la morgue", recuerda hoy, a 33 años de aquel episodio que marcó su vida. "Los militares dijeron que había muerto en un enfrentamiento, que murió matando. Yo me opuse totalmente, desde el principio, a esa mentira", dice.

 

Por eso, cuando recibió la carta del padre de su amigo no pudo contener la emoción. Sus palabras sólo reafirmaban la última voluntad del sacerdote, quien antes de ser asesinado en el Puente Bulnes se dio vuelta y le dijo al soldado que lo apuntaba por la espalda: "Mátame de frente, porque quiero verte para darte el perdón". De allí no cejó hasta cumplir su misión. "Fui con el capitán y no quiso recibir la carta. Luego, fui con el soldado. Él sí la aceptó. Este fue mi motor para hacer toda esta investigación. Cuando el soldado la leyó, se emocionó mucho y lo confesó todo", cuenta Jordá, quien nunca imaginó que el militar terminaría suicidándose, años más tarde.

 

Jordá, hoy, lleva, donde va, el Evangelio que usaba Alsina. El libro tenía una serie de partes subrayadas, entre ellas una frase de San Juan que –para el párroco de San Pedro de Melipilla– está llena de significado: "Si el grano de trigo muere, da muchos frutos". Por lo mismo, la escogió para su lápida.

 

 

"Tengo que ir con los míos"

 

Alsina y Jordá se hicieron amigos desde que ingresaron al Seminario, en España.

 

"Yo tenía 15 años en el Seminario y él tenía diez. Yo llevo 47 años en Chile. Él vino unos años después, cuando el Papa Juan XXIII pidió que los sacerdotes españoles vinieran a Chile. En aquella época, se formó un movimiento que se llamaba la OCSH (Obra de Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana) y ambos salimos llamados. Él llegó a Chile en el '66 y yo en el '60", cuenta Jordá.

 

"Juan Alsina era hijo de campesinos. Desde siempre, su afán era ayudar a sus padres y trabajar en lo más humilde. Era una persona de un coeficiente intelectual muy elevado, incluso el rector del Seminario decía que no había tenido otro alumno similar. Tenía mucho sentido práctico y cualidades humanas, que fueron la base para que hiciera este gesto final, de entregarse a la muerte".

 

Cuando se produjo el golpe militar, el sacerdote trabajó junto a la gente en el Hospital San Juan de Dios, organizando la atención de emergencia. Estuvo dos o tres días en el Hospital y volvió a San Bernardo. Sabía que era buscado por los militares, por su cercanía con los obreros. Aun así, decidió ir a trabajar. No volvió más.

 

"El mismo soldado me dijo que la orden era matar a ocho o a diez de cada institución, para descabezar. Y para saber a quién descabezar, iban con el director de cada institución para saber quiénes eran los revolucionarios. Él era considerado peligroso, porque había trabajado cerca de los obreros. El gran gesto de Juan es que sabiendo que lo buscaban para matarlo, volvió al Hospital para ayudar a los obreros. Él dijo: 'El deber me llama y cumpliré con él. Y el que nada hace nada teme. Yo tengo que ir con los míos'", sostiene Jordá.

 

La misma actitud había expresado días antes del 11 de septiembre de 1973. En una reunión con Jordá, habían discutido sobre la posibilidad de un golpe de Estado. Alsina desestimó la idea por la tradición democrática de la historia de Chile. Cuando Jordá le preguntó qué haría su hubiese un alzamiento militar él, sereno le dijo: "Yo estoy donde estoy, con los obreros, y los voy a acompañar hasta el fin".

 

 

Su iglesia

 

Para el párroco de San Pedro de Melipilla Alsina "Era muy distinto a muchos sacerdotes. Trabajaba codo a codo con los obreros, con la gente, con el pueblo. Se hizo trabajador, como el resto de la gente".

 

No sólo eso. "Era un tipo elegante, muy simpático, no me explico cómo en tan poco tiempo pudo hacerse tantos amigos. En el poco tiempo que estuvo acá, se hizo muchísimos amigos, tenía mucha entrada con la gente. Era un tipo chistoso, entraba a la cocina, sabía preparar cosas. La gente descubría en él a un hombre que busca hacer el bien por hacer el bien".

 

Junto a Santiago Fuster y otros sacerdotes, se solían reunir, discutir, conversar sobre la Iglesia y los cambios que querían realizar. Alsina ya había dejado la sotana, cambiándola por ropa de trabajo. Después del Golpe, el grupo se disolvió.

 

En esos tiempos, la Teología de la Liberación tenía mucha influencia en Latinoamérica. La gran pregunta es qué pensaría Alsina de la Iglesia de hoy. Jordá dice "En la Iglesia funciona la ley del péndulo, que es ir de un extremo a otro. Y esto va a tener que ir hacia el otro extremo, en algún momento. La Iglesia no comienza ni termina con ninguno de nosotros, la construye el Espíritu Santo. Yo lo reflejo en un refrán: el ser humano es un abismo de grandeza y un abismo de miseria, capaz de construir, y también de destruir". LN

 

 

 

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