miércoles, 16 de septiembre de 2020

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     GOLPES DE ESTADO EN BOLIVIA.

 

VII.- GOLPE DE ESTADO DE OVANDO.

Por Froilán González y Adys Cupull.

El mismo guion para todos los tiempos.

La Junta Revolucionaria designó al general Alfredo Ovando Candia como Presidente de la República y al general Juan José Torres como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas. Era el golpe de Estado militar número 185 en 144 años de turbulenta historia republicana.

En medio de esta situación convulsa, el 8 de octubre de 1969, en varios puntos de La Paz aparecieron grandes carteles con la efigie del Che Guevara e Inti Peredo y letreros de “VIVA EL ELN (Ejército de Liberación Nacional). Las laderas de los cerros se iluminaron con antorchas VIVA EL CHE”, desde cualquier parte de la ciudad se observaron y permanecieron encendidas hasta el amanecer.

Los manifestantes gritaban ¡Muera el imperialismo!; sus consignas hacían retumbar las calles de La Paz, al mismo tiempo, exigían la nacionalización de las compañías norteamericanas Gulf Oil y la Power.  Ese día la embajada norteamericana fue atacada a pedradas por un nutrido grupo de personas.

El 17 de octubre de 1969 el gobierno boliviano nacionalizó la compañía petrolera norteamericana Bolivian Gulf Oil Company y lo declaró Día de la Dignidad Nacional.  Los Estados Unidos respondieron con fuertes amenazas de aplicarle sanciones a todos los programas bilaterales hasta que recibieran pronta, adecuada y efectiva compensación.

Desde los balcones del Palacio de Gobierno, Ovando dijo: “Los bolivianos están en guerra contra el imperialismo para conquistar su dignidad.” El pueblo boliviano es un pueblo noble y digno, dentro de él hay un profundo sentimiento de desprecio para quienes los explotan, mancillan e insultan. Guarda sentimientos profundos antinorteamericanos con buena mezcla de rencor.

En una conferencia de prensa y ante una pregunta de los periodistas con relación a Cuba, Alfredo Ovando declaró debía ser readmitida en la OEA y permitírsele el libre ejercicio de sus privilegios como nación hermana soberana, También anunció que se estudiaba la posibilidad de liberar a Regis Debray y demás presos guerrilleros en Camiri.

La reacción del embajador norteamericano no se hizo esperar y la indignación aumento cuando conoció que Ovando y Torres se habían entrevistado secretamente, con Elizabeth Burgos, esposa de Regis Debray, y manifestaron la disposición de ponerlo en libertad, con gran indignación comentó: Lo único que falta es que fusilen a los militares que ultimaron al Che Guevara.”

El general Juan José Torres pronunció un discurso en ocasión de la llegada a Bolivia de una delegación de la Junta Interamericana de Defensa.  Criticó duramente el sistema imperante y la antigua mentalidad castrense de los ejércitos latinoamericanos, convertidos muchas veces en guardianes armados de órdenes sociales injustos.

Señaló como el más serio y brutal enemigo de la democracia se encontraba dentro de las propias fronteras del continente, esparcido a lo largo y ancho de una geografía de hambre, desocupación y miseria y los pueblos del continente no les quedaba otro camino que la violencia y la revolución incontrolable para producir el cambio reclamado insistentemente para conformar un mundo de justicia social.

El general Juan José Torres afirmó que las Fuerzas Armadas de todos los países y la propia Junta Interamericana de Defensa debían ser cooperadoras y agentes eficientes de la batalla contra el subdesarrollo, antes de identificarse exclusivamente como represores del comunismo internacional. Criticó a los militares subordinados a las minorías explotadoras, dispuestos a reprimir al pueblo para servir a los poderosos.

El caso de Antonio Arguedas volvió a tomar fuerza y las gestiones de la Embajada Mexicana ante la boliviana encontró a funcionarios menos sumisos a Estados Unidos. Sus interlocutores eran sensatos y con formación diplomática, experiencias internacionales, entre ellos el doctor Edgar Camacho Omiste, subsecretario de Relaciones Exteriores y sobrino de la esposa de Ovando.

Los funcionarios bolivianos se dispusieron a enfrentar las presiones de la Embajada de Estados Unidos y sus seguidores y en diciembre de 1969 entregaron el salvo conducto y  un funcionario le recomendó al diplomático mexicano, para situaciones futuras, comenzar la solicitud y las negociaciones con la Embajada de Estados Unidos, para evitarle a los los malos momentos y tragos amargos. Discutir con los ministerios de Gobierno, Presidencia y la cancillería era perder el tiempo.

Arguedas partió para México, donde desde su llegada fue controlado por la CIA, temió por su vida y solicitó una entrevista a la Embajada cubana, donde fue atendido por el experimentado diplomático, Ángel Morales Bello. 

 “Llegó acompañado de su esposa, en un auto de la Secretaria de Gobernación, institución que lo atendía. Estaba alojado en un hotel de la avenida Melchor Ocampo, en la colonia Polanco, utilizado por Gobernación para los asilados políticos.

“Sostuvimos una amplia conversación, contó cómo envió el Diario del Che a Cuba, los planes de la CIA para falsificarlo, los expertos calígrafos en la embajada de Estados Unidos en La Paz para las alteraciones y omisiones, la injerencia de esa agencia de espionaje en Bolivia, Chile y Perú y con gran influencia en México, donde estaba vigilado y controlado por los norteamericanos. Comprobó cómo buscaban informaciones con personas que lo visitaban o lo llamaban por teléfono, mencionó los nombres de algunos de ellos.

“Expresó como en México no podían garantizarle la vida, porque en el hotel, la CIA controlaba los teléfonos y tenían agentes, colaboradores o informantes entre los empleados, o se presentaban en el hotel sin previo aviso, le habían propuesto olvidar el pasado y trabajar para ellos. Pensaba podían chantajearlo, provocarle problemas y atentar contra su vida. Lo mejor era establecerse en Cuba con su familia. 

“También narró cómo fue reclutado por la CIA, la aplicación del detector de mentiras, la fuga, la gira por varios países, las denuncias, el envío de las manos del Che. Describió a los oficiales de la CIA como racistas, discriminadores, prepotentes, ofensivos y a los agentes de origen cubano, como gusanos, delincuentes, vulgares, mercenarios, serviles y sicarios del imperialismo norteamericano.

“Apreció, Arguedas era muy inteligente, seguro de sus planteamientos, con buena memoria, prometió entregar una lista con la caracterización de los oficiales de la CIA y de los agentes que trabajan para ellos en Bolivia, Chile y Perú, infiltrados en la prensa, partidos políticos y otras instituciones…”

El Embajador norteamericano en Bolivia, Ernest Víctor Siracusa, arribó a La Paz, en el mes de noviembre de 1969, procedente de Perú de donde el general Juan Velazco Alvarado lo había expulsado por intervenir en los asuntos internos, entre ellos, tratar de comprarlo y sobornarlo.

En diciembre de ese año lo designaron coordinador de operaciones contra el comunismo para el área de Suramérica, conocido como Plan Cóndor, con instrucciones de exterminar las corrientes nacionalistas en Bolivia y Perú.

El 20 de diciembre de 1969 Los Ángeles Times reveló un informe confidencial sobre Alfredo Ovando: “Hay una clara tendencia en Bolivia hacia un gobierno de extrema izquierda, nacionalista y quizá comunista. Ovando es un oportunista, sin ideología ni principios políticos…”

Mientras, en la embajada norteamericana en La Paz, imperaba la indignación porque los militares estaban yendo demasiado lejos, aumentaron las presiones económicas y políticas, decretaron el bloqueo económico; paralizaron todos los proyectos con financiamiento externo; amenazaron con lanzar al mercado internacional las reservas estratégicas de estaño, lo que provocaría una crisis económica de incalculables consecuencias.

Activaron a los incondicionales para enfrentar a los militares nacionalistas, al movimiento político y de masas que los apoyaban y financiaron campañas de prensa, los periódicos de derecha comenzaron una intensa propaganda contra Juan José Torres, Ovando, la Junta Revolucionaria, la Central Obrera Boliviana, los centros universitarios, todo lo que pudiera parecer nacionalismo.

Crearon tensiones sociales; estimularon ambiciones de poder entre los militares; ejecutaron el asesinato de personas con diferentes ideologías; sembraron la división entre los distintos sectores, el caos y la desconfianza; estructuraron un plan para estimular los sentimientos regionalistas, conflictos étnicos e incluso, separatistas; el plan tenía como objetivo dividir a Bolivia en dos países, tendencia que tomó fuerza en los departamentos de Santa Cruz y el Beni.

Se conoció que la Embajada de Estados Unidos financiaba proyectos de colaboración con los comités cívicos de las capitales de Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija y varios de los directivos recibían ayuda financiera directamente de la Embajada de Estados Unidos y prácticamente los trataban como si fueran empleados de esa misión diplomática o de la CIA.

La CIA estaba convencida que el bloqueo económico, las campañas de prensa y la inseguridad social barrerían a los militares nacionalistas, donde un grupo tenían una clara tendencia hacia la extrema izquierda nacionalista o, quizás, comunista y había que eliminarlos. En medio de profundas divisiones de las fuerzas armadas, las posibilidades del golpe de Estado comenzaron a cobrar mucha fuerza.

El 9 de julio de 1970, bajo la presión de la Embajada de Estados Unidos y la derecha, Ovando decidió destituir al general Juan José Torres, quien cada día alcanzaba mayor prestigio, confianza y autoridad en amplios sectores del país y excluir del gabinete a los ministros objetados por la embajada de Estados Unidos, entre ellos a Marcelo Quiroga Santa Cruz, condiciones para iniciar negociaciones con Ovando y alcanzar determinados acuerdos con él.

La salida de Juan José Torres desencadenó mayor desconfianza hacia Ovando; para muchos quedaba claro que los sectores de derecha apoyados por la CIA y la Embajada norteamericana se estaban imponiendo aceleradamente y acabarían con el propio Ovando y los de la Junta Revolucionaria que n permanecían a su lado.

El escritor e historiador Tomás Molina explicó como una de las características de Ovando era su versatilidad, no era de derecha, ni de izquierda, ni de centro, era de las tres versiones a la vez; vestía de acuerdo a la época el traje político que le convenía. Unas veces era anticomunista extremo, otras revolucionarias socialistas y otras neutral.

Siguió narrando que nunca mantuvo convicciones de izquierda, siempre fue cambiante. Traicionó a todos sus aliados, al doctor Víctor Paz Estenssoro, que lo nombró comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y a quien debía su grado de general, traicionó a los generales René Barrientos y Juan José Torres, a Marcelo Quiroga Santa Cruz y al doctor Adolfo Siles Salinas.” 

Marcelo Quiroga Santa Cruz nació en 1931, hijo de José Antonio Quiroga, diputado, gerente general de Patiño Mines. Sus hijos estudiaron en las mejores escuelas privadas. Marcelo cumplió el servicio militar, se graduó de derecho y filosofía y letras en Bolivia y dirección teatral en Chile. Combinó la política con la literatura y fundó el semanario Pro Arte.

En 1953 participó como delegado de Bolivia, en el Congreso Continental de la Cultura en Chile, en 1957 trabajó como empleado en una empresa minera y escribió su primera novela. En 1959 fundó la revista Guion dedicada a la crítica cinematográfica y teatral, ese año partió a París y en 1962 su famosa novela Los deshabitados, ganó el premio William Faulkner a la mejor novela hispanoamericana desde la segunda guerra mundial, considerada un clásico de la literatura boliviana, publicó artículos sobre la situación de su país.

En 1964 fundó el periódico El Sol con una clara posición contra la dictadura de Barrientos y dos años después fue elegido diputado como candidato independiente, desde el Parlamento continuó sus críticas a la dictadura y en respuesta sufrió el desafuero parlamentario, secuestro, atentado con explosivos contra su residencia, confinamiento y cárcel.

Por su labor periodística fue invitado a Inglaterra y visitó otros países europeos, donde denunció la injerencia de Estados Unidos en Bolivia. En 1969 participó en el Congreso Intercontinental de Escritores, ese año, Ovando lo nombró ministro de Minas y Petróleo y posteriormente de Energía e Hidrocarburos, fue uno de los autores de la ley de la nacionalización de la Bolivian Gulf Oil Company.

El 22 de noviembre de 1969 denunció al exgerente de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos por corrupción y entregar planos y documentos secretos, de la política petrolera del país a la compañía norteamericana Gulf Oil y ante las denuncias e irregularidades, el ex gerente huyó del país. 

Continuará.

 

VIII.-  CRÍMENES EN TEOPONTE.

Por Froilán González y Adys Cupull.

El mismo guion para todos los tiempos.

El 20 de julio de 1970 un grupo de valerosos jóvenes, dirigidos por el Comandante Oswaldo Peredo Leigue, conocido como Chato, hermano menor de los Comandantes guerrilleros Coco e Inti Peredo, graduado de Médico en la Universidad Patricio Lumumba de Moscú y nacido en 1941, decidieron continuar la lucha guerrillera. Con esa decisión, empuñaron los fusiles y marcharon a las montañas de Teoponte.  Ovando exhortó a los jóvenes a deponer las armas. Les dio plenas garantías para sus vidas.

El doctor Tomás Molina relató: “Ovando Candia ofreció a los guerrilleros de Teoponte entregarse a cambio de ser exiliados en Chile. Más de 50 muchachos mordieron el anzuelo; se entregaron y de inmediato fueron fusilados. La consigna fue que esa guerrilla debía terminar sin heridos ni prisioneros, paralelamente se presentaba como un socialista.”

Además de asesinar a los jóvenes, bombardearon la zona con napalm, mientras los militares derechistas gestionaban ayuda urgente de Estados Unidos y el retorno de los asesores norteamericanos y los Boinas Verdes. El 25 de julio, en el aeropuerto internacional de La Paz, un gigantesco avión Hércules de las fuerzas aéreas de   Estados Unidos aterrizó con una gran carga de armamentos.

En Bolivia se conoció como la CIA en complicidad con los militares derechistas, en especial con el Ministro de Gobierno, Juan Ayoroa tomaron la decisión de asesinar a los prisioneros, porque esos muertos servían a los planes golpista de la CIA y la derecha boliviana.

Entre los jóvenes se encontraban dirigentes estudiantiles universitarios, hijos de familias adineradas, de clase media, pequeña burguesía, de militares y religiosos, entre ellos los tres hijos del general René Quiroga Paz Soldán, veterano de la Guerra del Chaco y respetado dentro de los militares.  También asesinaron a Néstor Paz Zamora, hijo del general de navío Néstor Paz Galarza, veterano de la Guerra del Chaco y primo hermano del ex Presidente Víctor Paz Estenssoro.

La masacre constituyó un grave problema político al gobierno. Los ejecutados no eran indios, cholos o campesinos, algunos de ellos hijos de la burguesía racista, de distinguidas familias y de apellidos reconocidos dentro de la clase dominante.

El Ministro de Información Alberto Bailey Gutiérrez, denunció que se estaba cometiendo uno de los crímenes políticos más graves de la historia nacional, al tratar de provocar una ruptura entre el pueblo y las Fuerzas Armadas y denunció a los comandantes de esa institución de estar complotados para derrocar al gobierno de Alfredo Ovando, entregar el país a los apetitos del imperialismo, y estancar el proceso iniciado el 26 de septiembre.

Los generales Rogelio Miranda, del Ercito; Fernando Sattori Rivera, de la Fuerza Aérea, y Alberto Albarracín, de la Fuerza Naval, negaron cualquier intentona golpista y exigieron que Ovando se pronunciara al respecto.

El Ministro del Interior, coronel Juan Ayoroa, invadió los claustros universitarios y declaró “En busca de terroristas”, pero sus medidas provocaron la repulsa unánime del estudiantado, padres, familiares y amigos, los reprimidos y acusados de terroristas eran sus hijos con acceso a ese alto centro de estudios.

Juan Lechín Oquendo, líder de la Central Obrera Boliviana, de vuelta al país desde la caída de la dictadura de Barrientos, abogaba por la liberación de los presos guerrilleros, entre ellos Regis Debray, calificó a Ovando de dictador y convocó una huelga general para deponerlo. En respuesta le allanaron la residencia. Se crearon nuevos conflictos. La derecha, a través del Ministro de Gobierno, hacía lo que entendía conveniente a sus propósitos.

El 7 de agosto se conoció el arribo al puerto peruano de Matarani del buque de guerra norteamericano Wolworth City, con 30 toneladas de armamentos y municiones para Bolivia. Se añadió que camiones militares bolivianos la trasladarían hacia La Paz, a través de la ruta Matarani-Arequipa-Puno- Desaguadero-La Paz.

En medio de esta grave crisis, el avión en que debía viajar Ovando explotó en el aire y se estrelló en una de las islas del lago Titicaca. Las causas nunca fueron aclaradas. Fuentes bolivianas aseguraron que un grupo de militares barrientistas prepararon el atentado al conocer que ese a tenía programado viajar. Complicaciones de última hora lo impidieron.  Por esas circunstancias, su hijo Marcelo ocupó su puesto y pereció.  Ese hecho fatal le produjo un duro golpe a la familia, el hijo era un joven talentoso, próximo a graduarse en una universidad de Estados Unidos.

Las divisiones dentro de las Fuerzas Armadas eran conocidas por todos los sectores de la sociedad. El 25 de septiembre, un día antes de conmemorarse un año del golpe de Estado, Ovando decidió poner a disposición de las fuerzas armadas el cargo de Presidente de la República y la decisión creó una profunda división en la institución armada.

El 3 de octubre de 1970 grupos de estudiantes, obreros, campesinos, profesionales, periodistas, sacerdotes progresistas y la oficialidad joven de las fuerzas armadas le ofrecieron a Ovando todo su apoyo con la condición de destituir a los tres comandantes golpistas y a los militares derechistas infiltrados en el gobierno.

De acuerdo con estas fuentes, el embajador norteamericano Ernest Siracusa maldijo por lo bajo a los bolivianos; comentó que Bolivia es el país más inflamable de América Latina y, si no lo apagaban rápidamente, en cualquier momento las llamas podrían verse en Washington.

Pero los acontecimientos se aceleraron cuando el Ministro del Interior Juan Ayoroa ordenó la persecución del general Juan José Torres, acusado de conspirador, terrorista, asesino, responsable de las protestas y la inestabilidad social.  La presión popular contra esa medida obligó al Consejo de Ministros a dimitir en pleno y cuando esperaban un nuevo gabinete y la vuelta de Ovando a las posiciones nacionalistas y la radicalización del proceso, ocurrió todo lo contrario.

La derecha se hizo más fuerte, Ovando prometió el retorno a la constitucionalidad y el regreso de los capitales extranjeros.  El Ministro del Interior Juan Ayoroa surgió más fuerte: acusó al comunismo internacional de fomentar la guerrilla urbana; clausuró el semanario Prensa, con clara posición de apoyo al proceso nacionalista, y ordenó encarcelar a su director Andrés Soliz Rada, por denunciar una conjura contrarrevolucionaria encabezada por el Ministro del Interior.

Ovando decidió pagar a la Bolivian Gulf Oil Company la cantidad exigida como indemnización; prometió llevar ante la justicia a quienes denunciaban supuestos planes subversivos; entre ellos al ex ministro Marcelo Quiroga Santa Cruz para que demostrara su afirmación del golpe de Estado y como los golpistas gozaban de libertad. Las promesas de Ovando provocaron una ola de protestas, porque se trataba del s prestigioso, radical y nacionalista de sus ex ministros.

En la madrugada del 4 de octubre, el Comandante del Ejército, general Rogelio Miranda, desde el Gran Cuartel de Miraflores, comunicó a todo el país el fin del mandato político de las Fuerzas Armadas y del general Alfredo Ovando y se autoproclamó Presidente de la República. Los militares que habían negado rotundamente el golpe, ahora daban la cara ante la opinión pública.

Todo ese día las emisoras radiales dieron a conocer el comunicado donde se informaba del golpe de Estado.  Sin embargo, el general Miranda no se atrevió a salir del Gran Cuartel de Miraflores. El 6 de octubre por la tarde Ovando solicitó asilo político en la embajada de Argentina en La Paz.

En el Alto Mando Militar surgieron desacuerdos a la hora de elegir al nuevo presidente y acordaron la formación   de un triunvirato:  el general Efraín Guachalla en representación del Ercito, el general Fernando Sattori Rivera por la Fuerza Aérea y el contraalmirante Alberto Albarracín de la Fuerza Naval. El general Juan José Torres se dirigió a la base aérea del Alto, para junto con un grupo de militares y civiles nacionalistas resistir el golpe derechista. Se crearon dos polos de poder: los derechistas en el cuartel de Miraflores y los nacionalistas en la base aérea.

Un factor importante se sumó a los acontecimientos cuando en la Universidad Mayor de San Andrés, en La Paz, se instaló el Comando Político de la COB presidido por su líder Juan Lechín Oquendo, quien por iniciativa del rector de esa universidad, Pablo Ramos, se reunieron con catedráticos, dirigentes políticos y el Comité Ejecutivo de la COB y acordaron  constituir el llamadComando Político, integrado  por el Comité Ejecutivo de la COB, las autoridades  de la universidad y los representantes de los partidos políticos de izquierda y  la Federación  Sindical de Mineros. Lechín Oquendo fue elegido presidente de la Asamblea Popular y planteó crear un gobierno paralelo apoyado en sindicatos y asambleas populares.

Los periodistas nacionalistas a través de las emisoras radiales y los periódicos desempeñaron un papel importante, al instar a la población evitar el golpe de Estado y   apoyar al general Juan José Torres y la COB. Los golpistas tenían decidido realizar la toma de posesión a las 16:30, pero la aviación comenzó a ametrallar el cuartel de Miraflores y se vieron obligados a posponer el acto para las 21:00 horas.

En amplios círculos políticos y sociales se denunció a la Embajada norteamericana y al oficial de la CIA John Maisto, como responsables del golpe de Estado. El Comando Político orientó una huelga general, ocupar las fábricas y los centros de trabajo hasta expulsar al triunvirato. Los estudiantes tomaron las universidades, los campesinos bloquearon los caminos y carreteras. Las fuerzas populares salieron a las calles, plazas y avenidas.

Los militares nacionalistas resistieron con el apoyo de la fuerza aérea, el general Fernando Sattori Rivera se sumó a las fuerzas que resistían. Los aviones sobrevolaban rasante la ciudad y los golpistas se aterrorizaron. El 7 de octubre de 1970 la figura del general Juan José Torres emergió vencedora. Los planes preparados por la CIA y la embajada de Estados Unidos en La Paz, fracasaron momentáneamente.

El general Alfredo Ovando salió de la embajada argentina donde había solicitado asilo político y pidió a Juan José Torres lo designara embajador en España y que le acompañara Luis Arce Gómez y Ovando con su familia y Arce Gómez partieron para Madrid.

La revista Oiga, No. 394, de fecha 8 de octubre de 1970, hizo una valoración sobre la caída del gobierno de Ovando y el acceso al poder de Juan José Torres, al respecto refirió que Ovando teniéndolo todo en sus manos: poder militar, apoyo civil, la oportunidad del momento [...], se estancó al comienzo del camino, y tras una prolongada agonía sucumbió sin pena ni gloria”.

Siguió explicando que el 26 de septiembre de 1969 “Ovando quiso vestirse con el ropaje de un nacionalismo de izquierda que no entallaba en su cuerpo, del jefe de la revolución que en su primer día pidió la formación de un eje ideológico La Paz-Lima’; del caudillo que en la Plaza Murillo firmó un decreto de expulsión de la Gulf Oil [...], ya no queda nada.  Apenas la sombra de un hombre [...] que no tuvo fuerzas suficientes para concretar sus anhelos, tal vez porque la revolución no calaba el fondo de su alma como cala el antimonio en los pulmones de su pueblo [...].”

En relación con Juan José Torres y el proceso revolucionario la revista escribe: Pero como el corazón del indio trasandino es tan grande como los socavones de las minas que los devoran, tras la caída de Ovando surge una nueva posibilidad encarnada en otro militar de rostro cetrino adornado con bigotes de legendarios revolucionarios mexicanos:  el general Juan José Torres, vencedor de una pugna por el poder [...]”.

Y señala que de Juan José Torres los bolivianos saben que fue el militar impaciente que ocupó el 17 de octubre las instalaciones de la Bolivian Gulf Oil Company en Santa Cruz, horas antes de que el general Ovando Candia firmara el decreto de expropiación en Palacio Quemado. Saben también que bajo sus alas de comandante en jefe de las fuerzas armadas de Bolivia cobijó a los civiles nacionalistas de izquierda que integraron el primer gabinete de Ovando y que luego fueron desprendidos como granos de una madura mazorca de maíz cuando los militares de derecha enquistados en el régimen adquirieron fuerza. Saben, por último, que bajo su uniforme de revolucionario de izquierda se cobija un corazón nacionalista [...]”.

Continuará.

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