GOLPES DE ESTADO EN BOLIVIA.
VII.- GOLPE DE ESTADO DE OVANDO.
Por
Froilán González y Adys Cupull.
El mismo
guion para todos los tiempos.
La Junta Revolucionaria designó al general Alfredo Ovando Candia como Presidente de la República
y al general Juan José Torres como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas. Era el golpe de Estado
militar número 185 en 144 años de turbulenta
historia republicana.
En medio de esta situación convulsa, el 8 de octubre de
1969, en varios puntos
de La
Paz aparecieron grandes carteles con la efigie del Che
Guevara e Inti Peredo y letreros de “VIVA EL ELN
(Ejército de Liberación Nacional). Las laderas
de los cerros se
iluminaron con antorchas “VIVA EL
CHE”,
desde cualquier parte
de la ciudad se observaron y permanecieron encendidas hasta el amanecer.
Los manifestantes gritaban ¡Muera el imperialismo!; sus consignas hacían retumbar
las calles de La Paz, al mismo tiempo, exigían la nacionalización
de las compañías norteamericanas Gulf Oil y la Power.
Ese día la embajada
norteamericana fue atacada
a pedradas por un nutrido
grupo de personas.
El 17 de octubre de 1969 el gobierno
boliviano nacionalizó la compañía
petrolera norteamericana Bolivian Gulf Oil
Company y lo declaró
Día
de la Dignidad Nacional. Los Estados
Unidos respondieron con fuertes amenazas de aplicarle sanciones a todos los programas
bilaterales hasta que recibieran
pronta, adecuada y efectiva
compensación.
Desde los balcones
del Palacio de Gobierno, Ovando
dijo: “Los bolivianos están en guerra contra
el imperialismo para conquistar su dignidad.” El pueblo boliviano es un pueblo noble y digno, dentro
de él hay un profundo
sentimiento de desprecio para quienes
los
explotan, mancillan e insultan. Guarda sentimientos profundos antinorteamericanos con buena mezcla de rencor.
En una conferencia de prensa y ante una pregunta de los
periodistas con relación a Cuba, Alfredo Ovando declaró debía ser readmitida
en la OEA y permitírsele el libre ejercicio
de sus privilegios como nación
hermana soberana, También
anunció que se estudiaba la posibilidad de liberar a Regis Debray
y demás presos guerrilleros en Camiri.
La reacción del embajador
norteamericano no se hizo esperar y
la indignación aumento cuando conoció que Ovando y Torres se habían entrevistado
secretamente, con
Elizabeth Burgos, esposa de Regis Debray, y manifestaron la disposición de ponerlo en libertad,
con gran indignación comentó: “Lo único que falta es que fusilen a los militares que ultimaron al Che Guevara.”
El general Juan
José
Torres pronunció un discurso en ocasión de la llegada a Bolivia
de una delegación de la Junta Interamericana de Defensa.
Criticó duramente el sistema
imperante y la antigua
mentalidad castrense de los ejércitos latinoamericanos,
convertidos muchas veces en guardianes armados de órdenes
sociales injustos.
Señaló como el más
serio y brutal enemigo de la democracia
se encontraba dentro de las propias fronteras del continente,
esparcido a lo largo y ancho de
una geografía de hambre,
desocupación y miseria y los
pueblos del continente no les quedaba
otro camino que la violencia y la revolución incontrolable para producir
el cambio reclamado insistentemente para conformar un mundo de justicia
social.
El general Juan José Torres afirmó que las Fuerzas Armadas
de todos los países
y la
propia Junta Interamericana de Defensa debían ser cooperadoras y agentes
eficientes de la batalla contra el subdesarrollo, antes de
identificarse exclusivamente como represores del comunismo internacional. Criticó a los militares
subordinados a las minorías explotadoras, dispuestos a reprimir al pueblo para
servir a los poderosos.
El caso de Antonio Arguedas volvió a tomar fuerza y las gestiones de la
Embajada Mexicana ante la boliviana encontró a funcionarios menos sumisos a
Estados Unidos. Sus interlocutores eran sensatos y con formación diplomática,
experiencias internacionales, entre ellos el doctor Edgar Camacho Omiste,
subsecretario de Relaciones Exteriores y sobrino de la esposa de Ovando.
Los funcionarios bolivianos se dispusieron a enfrentar las presiones de la
Embajada de Estados Unidos y sus seguidores y en diciembre de 1969 entregaron
el salvo conducto y un funcionario le recomendó al diplomático mexicano,
para situaciones futuras, comenzar la solicitud y las negociaciones con la
Embajada de Estados Unidos, para evitarle a los los malos momentos y tragos
amargos. Discutir con los ministerios de Gobierno, Presidencia y la cancillería
era perder el tiempo.
Arguedas partió para México, donde desde su
llegada fue controlado por la CIA, temió por su vida y solicitó una entrevista
a la Embajada cubana, donde fue atendido por el experimentado diplomático,
Ángel Morales Bello.
“Llegó acompañado de su esposa, en un auto de la
Secretaria de Gobernación, institución que lo atendía. Estaba alojado en un
hotel de la avenida Melchor Ocampo, en la colonia Polanco, utilizado por
Gobernación para los asilados políticos.
“Sostuvimos una amplia conversación, contó cómo envió el
Diario del Che a Cuba, los planes de la CIA para falsificarlo, los expertos
calígrafos en la embajada de Estados Unidos en La Paz para las alteraciones y
omisiones, la injerencia de esa agencia de espionaje en Bolivia, Chile y Perú y
con gran influencia en México, donde estaba vigilado y controlado por los
norteamericanos. Comprobó cómo buscaban informaciones con personas que lo
visitaban o lo llamaban por teléfono, mencionó los nombres de algunos de ellos.
“Expresó como en México no podían garantizarle la vida,
porque en el hotel, la CIA controlaba los teléfonos y tenían agentes,
colaboradores o informantes entre los empleados, o se presentaban en el hotel
sin previo aviso, le habían propuesto olvidar el pasado y trabajar para ellos.
Pensaba podían chantajearlo, provocarle problemas y atentar contra su vida. Lo
mejor era establecerse en Cuba con su familia.
“También narró cómo fue reclutado por la CIA, la
aplicación del detector de mentiras, la fuga, la gira por varios países, las
denuncias, el envío de las manos del Che. Describió a los oficiales de la CIA
como racistas, discriminadores, prepotentes, ofensivos y a los agentes de
origen cubano, como gusanos, delincuentes, vulgares, mercenarios, serviles y
sicarios del imperialismo norteamericano.
“Apreció, Arguedas era muy inteligente, seguro de sus
planteamientos, con buena memoria, prometió entregar una lista con la
caracterización de los oficiales de la CIA y de los agentes que trabajan para
ellos en Bolivia, Chile y Perú, infiltrados en la prensa, partidos políticos y
otras instituciones…”
El Embajador norteamericano en Bolivia, Ernest Víctor
Siracusa, arribó a La Paz, en el mes de noviembre de 1969, procedente de Perú
de donde el general Juan Velazco Alvarado lo había expulsado por intervenir en
los asuntos internos, entre ellos, tratar de comprarlo y sobornarlo.
En diciembre de ese año lo designaron coordinador de
operaciones contra el comunismo para el área de Suramérica, conocido como Plan
Cóndor, con instrucciones de exterminar las corrientes nacionalistas en Bolivia
y Perú.
El 20 de diciembre de 1969 Los Ángeles Times reveló un informe confidencial
sobre Alfredo Ovando: “Hay una clara tendencia en Bolivia hacia un gobierno de
extrema izquierda, nacionalista y quizá comunista. Ovando es un oportunista,
sin ideología ni principios políticos…”
Mientras, en la embajada norteamericana en La Paz, imperaba
la
indignación porque los militares estaban yendo demasiado lejos, aumentaron las presiones económicas y políticas, decretaron el bloqueo económico; paralizaron
todos los proyectos con financiamiento externo; amenazaron con lanzar al mercado internacional las reservas estratégicas de estaño, lo que provocaría
una crisis económica de incalculables consecuencias.
Activaron a los incondicionales
para
enfrentar a los militares nacionalistas, al movimiento político y de
masas que los apoyaban y financiaron campañas
de prensa, los periódicos de derecha comenzaron una intensa
propaganda contra Juan José
Torres, Ovando, la Junta Revolucionaria, la Central Obrera Boliviana, los centros universitarios, todo lo que pudiera
parecer nacionalismo.
Crearon tensiones
sociales; estimularon ambiciones de poder entre los militares; ejecutaron el asesinato de personas con diferentes
ideologías; sembraron la división
entre los distintos
sectores, el caos y la desconfianza;
estructuraron un plan para estimular
los sentimientos regionalistas, conflictos étnicos e incluso, separatistas; el plan tenía como
objetivo dividir a Bolivia en dos países, tendencia que tomó fuerza en
los departamentos de Santa
Cruz y el Beni.
Se conoció que la Embajada de Estados Unidos financiaba proyectos de
colaboración con los comités cívicos de las capitales de Santa Cruz, Beni,
Pando y Tarija y varios de los directivos recibían ayuda financiera
directamente de la Embajada de Estados Unidos y prácticamente los trataban como
si fueran empleados de esa misión diplomática o de la CIA.
La CIA estaba convencida
que el bloqueo económico, las campañas de prensa y la inseguridad social barrerían a los militares
nacionalistas, donde un grupo tenían una clara
tendencia hacia la extrema izquierda
nacionalista o, quizás, comunista y había que eliminarlos. En medio de
profundas divisiones de las fuerzas armadas, las posibilidades del golpe
de Estado comenzaron a cobrar mucha
fuerza.
El 9 de julio de 1970, bajo la presión de la Embajada de Estados Unidos y la derecha, Ovando decidió
destituir al general Juan José Torres,
quien cada día alcanzaba mayor prestigio, confianza
y autoridad en amplios sectores del país
y excluir del gabinete a los ministros objetados por la embajada de Estados
Unidos, entre ellos a Marcelo Quiroga Santa Cruz, condiciones para
iniciar negociaciones con Ovando y alcanzar determinados acuerdos con él.
La salida de
Juan José Torres desencadenó mayor desconfianza hacia Ovando; para muchos quedaba
claro que los sectores de derecha
apoyados por la CIA y la Embajada norteamericana se estaban imponiendo aceleradamente y acabarían con el
propio Ovando y los de la Junta Revolucionaria que aún permanecían
a su lado.
El escritor e historiador Tomás Molina explicó como una de las
características de Ovando era su versatilidad, no era de derecha, ni de
izquierda, ni de centro, era de las tres versiones a la vez; vestía de acuerdo
a la época el traje político que le convenía. Unas veces era anticomunista
extremo, otras revolucionarias socialistas y otras neutral.
Siguió narrando que nunca mantuvo convicciones de izquierda, siempre fue
cambiante. Traicionó a todos sus aliados, al doctor Víctor Paz Estenssoro, que
lo nombró comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y a quien debía su grado de
general, traicionó a los generales René Barrientos y Juan José Torres, a
Marcelo Quiroga Santa Cruz y al doctor Adolfo Siles Salinas.”
Marcelo Quiroga Santa Cruz nació en 1931, hijo de José Antonio Quiroga,
diputado, gerente general de Patiño Mines. Sus hijos estudiaron en las mejores
escuelas privadas. Marcelo cumplió el servicio militar, se graduó de derecho y
filosofía y letras en Bolivia y dirección teatral en Chile. Combinó la política
con la literatura y fundó el semanario Pro Arte.
En 1953 participó como delegado de Bolivia, en el Congreso Continental de
la Cultura en Chile, en 1957 trabajó como empleado en una empresa minera y
escribió su primera novela. En 1959 fundó la revista Guion dedicada a la
crítica cinematográfica y teatral, ese año partió a París y en 1962 su famosa
novela Los deshabitados, ganó el premio William Faulkner a la mejor novela
hispanoamericana desde la segunda guerra mundial, considerada un clásico de la
literatura boliviana, publicó artículos sobre la situación de su país.
En 1964 fundó el periódico El Sol con una clara posición contra la
dictadura de Barrientos y dos años después fue elegido diputado como candidato
independiente, desde el Parlamento continuó sus críticas a la dictadura y en
respuesta sufrió el desafuero parlamentario, secuestro, atentado con explosivos
contra su residencia, confinamiento y cárcel.
Por su labor periodística fue invitado a Inglaterra y visitó otros países
europeos, donde denunció la injerencia de Estados Unidos en Bolivia. En 1969
participó en el Congreso Intercontinental de Escritores, ese año, Ovando lo
nombró ministro de Minas y Petróleo y posteriormente de Energía e
Hidrocarburos, fue uno de los autores de la ley de la nacionalización de la
Bolivian Gulf Oil Company.
El 22 de noviembre de 1969 denunció al exgerente de Yacimientos
Petrolíferos Fiscales Bolivianos por corrupción y entregar planos y documentos
secretos, de la política petrolera del país a la compañía norteamericana Gulf
Oil y ante las denuncias e irregularidades, el ex gerente huyó del país.
Continuará.
VIII.- CRÍMENES
EN TEOPONTE.
Por
Froilán González y Adys Cupull.
El mismo
guion para todos los tiempos.
El 20 de julio
de 1970 un grupo de valerosos jóvenes, dirigidos por el Comandante Oswaldo Peredo Leigue, conocido como Chato,
hermano menor de los Comandantes guerrilleros Coco e Inti Peredo, graduado de
Médico en la Universidad Patricio Lumumba de Moscú y nacido en 1941, decidieron
continuar la lucha
guerrillera. Con esa decisión, empuñaron los fusiles
y marcharon a las montañas de Teoponte. Ovando exhortó a los
jóvenes a deponer las armas. Les dio plenas
garantías para sus vidas.
El doctor Tomás Molina relató: “Ovando Candia ofreció a los guerrilleros de
Teoponte entregarse a cambio de ser exiliados en Chile. Más de 50 muchachos
mordieron el anzuelo; se entregaron y de inmediato fueron fusilados. La
consigna fue que esa guerrilla debía terminar sin heridos ni prisioneros,
paralelamente se presentaba como un socialista.”
Además de asesinar a los jóvenes, bombardearon la zona con napalm, mientras los militares derechistas
gestionaban ayuda urgente de Estados Unidos y el retorno de los asesores
norteamericanos y los Boinas Verdes. El
25 de julio, en el aeropuerto internacional de
La
Paz, un gigantesco avión Hércules
de las fuerzas aéreas de
Estados Unidos aterrizó con una gran carga de armamentos.
En Bolivia se conoció como la CIA en
complicidad con los militares derechistas, en especial con el Ministro de
Gobierno, Juan Ayoroa tomaron la decisión de asesinar a los prisioneros, porque
esos muertos servían a los planes golpista de la CIA y la derecha boliviana.
Entre los jóvenes se encontraban dirigentes
estudiantiles universitarios, hijos de
familias adineradas, de clase media,
pequeña burguesía, de militares y religiosos, entre ellos los tres hijos del general René Quiroga Paz Soldán,
veterano de la Guerra del Chaco y respetado dentro de los militares.
También asesinaron a Néstor Paz Zamora, hijo del general de navío Néstor Paz Galarza, veterano de la
Guerra del Chaco y primo hermano del ex Presidente Víctor Paz Estenssoro.
La masacre constituyó un grave
problema político al gobierno. Los ejecutados no eran
indios, cholos o campesinos, algunos de ellos hijos de la burguesía racista, de
distinguidas familias y de apellidos reconocidos
dentro de la clase dominante.
El Ministro de Información Alberto Bailey Gutiérrez, denunció que se estaba cometiendo uno de los crímenes
políticos más graves
de la historia nacional,
al tratar de provocar una ruptura entre el pueblo
y las Fuerzas Armadas y denunció a los comandantes
de esa institución de estar complotados para
derrocar al gobierno de Alfredo Ovando,
entregar el país a los apetitos
del imperialismo, y estancar el proceso iniciado el 26 de septiembre.
Los generales Rogelio Miranda,
del Ejército; Fernando Sattori Rivera, de la Fuerza
Aérea, y Alberto
Albarracín, de la Fuerza Naval, negaron cualquier intentona golpista y
exigieron que Ovando se pronunciara al respecto.
El Ministro del Interior, coronel Juan Ayoroa, invadió
los claustros universitarios y declaró “En busca de terroristas”, pero sus medidas provocaron la repulsa
unánime del estudiantado, padres, familiares y amigos, los reprimidos y
acusados de terroristas eran sus hijos con acceso a ese alto centro de
estudios.
Juan Lechín Oquendo, líder de la Central Obrera
Boliviana, de vuelta al país desde
la caída de la dictadura de Barrientos, abogaba por la liberación de los presos guerrilleros, entre ellos Regis
Debray, calificó
a Ovando de dictador
y convocó una huelga general para deponerlo. En respuesta le allanaron la residencia.
Se crearon nuevos
conflictos. La derecha, a través del Ministro de Gobierno,
hacía lo que entendía conveniente a sus propósitos.
El 7 de agosto
se conoció
el arribo al puerto peruano
de Matarani del
buque de guerra norteamericano
Wolworth City, con 30 toneladas de armamentos y municiones para Bolivia. Se
añadió que camiones militares bolivianos
la trasladarían hacia La Paz, a través de la ruta Matarani-Arequipa-Puno-
Desaguadero-La Paz.
En medio de esta grave crisis, el avión en que debía viajar Ovando explotó en el aire y se estrelló en una de las islas del lago Titicaca. Las
causas nunca fueron aclaradas. Fuentes bolivianas aseguraron
que un grupo de militares
barrientistas prepararon el atentado al conocer que ese día tenía programado
viajar. Complicaciones de última
hora lo impidieron.
Por esas circunstancias,
su
hijo Marcelo ocupó
su
puesto y pereció.
Ese hecho fatal le produjo un duro golpe a la
familia, el hijo era un joven talentoso, próximo a graduarse en una universidad
de Estados Unidos.
Las divisiones dentro de las Fuerzas Armadas eran
conocidas por todos los sectores de la sociedad. El 25 de septiembre,
un día antes de conmemorarse un año del golpe de Estado,
Ovando decidió poner a disposición
de las fuerzas armadas el cargo
de Presidente
de la República y la decisión creó
una profunda división en la institución armada.
El 3 de octubre de 1970 grupos de estudiantes, obreros, campesinos, profesionales, periodistas, sacerdotes progresistas y la
oficialidad joven de las
fuerzas armadas le ofrecieron a Ovando todo su apoyo con la condición
de destituir
a los tres comandantes
golpistas y a los militares
derechistas infiltrados en el gobierno.
De acuerdo con
estas fuentes, el embajador norteamericano
Ernest Siracusa maldijo
por lo bajo a los bolivianos; comentó que Bolivia es el país más
inflamable de América Latina
y,
si no lo apagaban
rápidamente, en cualquier momento las
llamas podrían verse en Washington.
Pero los acontecimientos se aceleraron cuando el Ministro
del Interior Juan Ayoroa ordenó
la persecución del general Juan José Torres, acusado de conspirador, terrorista, asesino, responsable de las
protestas y la inestabilidad social. La presión popular
contra esa medida obligó al Consejo
de Ministros a dimitir en pleno y cuando
esperaban un nuevo gabinete y la vuelta de Ovando
a
las posiciones nacionalistas y
la radicalización del proceso, ocurrió todo lo contrario.
La derecha se hizo más fuerte, Ovando
prometió el retorno
a la constitucionalidad y el regreso de los capitales extranjeros. El Ministro del Interior
Juan Ayoroa surgió más fuerte: acusó al comunismo internacional
de
fomentar la guerrilla
urbana; clausuró el semanario Prensa, con
clara posición de apoyo al proceso nacionalista,
y ordenó encarcelar a su director
Andrés Soliz Rada, por denunciar una conjura contrarrevolucionaria
encabezada por el Ministro del Interior.
Ovando decidió pagar a la Bolivian Gulf
Oil
Company la cantidad
exigida como indemnización; prometió llevar
ante la justicia a quienes denunciaban supuestos
planes subversivos; entre ellos al ex ministro Marcelo Quiroga
Santa Cruz para que demostrara su afirmación del
golpe de Estado y como
los golpistas gozaban de libertad. Las promesas
de
Ovando provocaron una ola de
protestas, porque se trataba
del más prestigioso, radical y nacionalista de sus ex ministros.
En la madrugada
del 4 de octubre, el Comandante del Ejército,
general Rogelio Miranda, desde
el
Gran Cuartel de Miraflores, comunicó a todo el país el fin del mandato político de las Fuerzas Armadas y del
general Alfredo Ovando y
se autoproclamó Presidente
de la República. Los militares que habían negado rotundamente el golpe,
ahora daban la cara ante la opinión pública.
Todo ese día las emisoras
radiales dieron a conocer
el comunicado donde se informaba del golpe de Estado.
Sin embargo, el general
Miranda no se atrevió a salir del
Gran Cuartel de Miraflores. El 6 de octubre
por la tarde Ovando solicitó asilo político en la embajada de Argentina en La Paz.
En el Alto Mando
Militar surgieron desacuerdos a la hora de elegir al nuevo presidente y acordaron la formación de un triunvirato: el general Efraín Guachalla en representación
del Ejército, el general Fernando
Sattori Rivera por la
Fuerza Aérea y el contraalmirante Alberto
Albarracín de la Fuerza
Naval. El general Juan José
Torres se dirigió
a la base aérea del Alto, para junto con un grupo de militares y civiles
nacionalistas resistir el golpe derechista. Se crearon dos polos de poder: los derechistas en el cuartel
de Miraflores y los nacionalistas en la base aérea.
Un factor importante se sumó a los acontecimientos
cuando en la Universidad Mayor de San Andrés, en La Paz, se instaló el Comando
Político de la COB presidido por su líder Juan Lechín Oquendo, quien por iniciativa del rector de esa universidad, Pablo Ramos,
se reunieron con catedráticos, dirigentes políticos y el Comité Ejecutivo
de la COB
y acordaron constituir
el llamado Comando Político, integrado por el Comité Ejecutivo de la COB, las autoridades
de la universidad y los representantes de los partidos políticos de izquierda
y la Federación
Sindical de Mineros.
Lechín Oquendo fue
elegido presidente de la Asamblea Popular y planteó crear un gobierno paralelo
apoyado en sindicatos y asambleas populares.
Los periodistas
nacionalistas a través de las emisoras radiales
y los periódicos desempeñaron un papel
importante, al instar
a la población evitar el golpe
de Estado y apoyar al
general Juan José Torres y la COB.
Los golpistas tenían decidido realizar la toma de posesión a las 16:30, pero
la
aviación comenzó a
ametrallar el cuartel de Miraflores
y se vieron obligados a posponer el acto para
las 21:00 horas.
En amplios círculos
políticos y sociales se
denunció a la Embajada
norteamericana y al oficial
de la CIA John Maisto, como responsables del golpe de Estado. El Comando Político orientó una huelga
general, ocupar las fábricas
y los centros de trabajo hasta expulsar al triunvirato. Los estudiantes tomaron las universidades, los campesinos bloquearon
los caminos y carreteras. Las fuerzas populares salieron a las calles, plazas
y avenidas.
Los militares nacionalistas resistieron con el apoyo
de la fuerza aérea, el general
Fernando Sattori
Rivera se sumó a las fuerzas
que resistían. Los aviones sobrevolaban rasante la ciudad
y los golpistas
se aterrorizaron. El 7 de octubre de 1970 la figura del general Juan José Torres emergió
vencedora. Los planes
preparados por la CIA y la embajada
de Estados Unidos
en La Paz, fracasaron
momentáneamente.
El general Alfredo Ovando salió de la embajada argentina
donde había solicitado asilo político y pidió a Juan José Torres lo designara
embajador en España y que le acompañara Luis Arce Gómez y Ovando con su familia
y Arce Gómez partieron para Madrid.
La revista
Oiga, No. 394, de fecha 8 de octubre de 1970,
hizo una valoración sobre la caída del gobierno de Ovando
y el
acceso al poder de Juan José Torres, al respecto refirió
que Ovando “teniéndolo todo en sus manos:
poder militar, apoyo civil,
la oportunidad del momento
[...], se estancó
al comienzo del camino, y tras una
prolongada agonía sucumbió
sin pena ni gloria”.
Siguió explicando
que el 26 de septiembre de 1969 “Ovando quiso vestirse con el ropaje de
un nacionalismo de izquierda
que no entallaba en su cuerpo, del jefe de la revolución
que en su primer
día pidió la formación
de un
‘eje ideológico
La
Paz-Lima’; del caudillo que en la Plaza Murillo
firmó un decreto de expulsión de la Gulf Oil [...], ya no queda nada.
Apenas la sombra de un hombre
[...] que no tuvo fuerzas
suficientes para concretar sus anhelos,
tal vez porque la revolución no calaba el fondo
de su alma como cala el antimonio
en
los pulmones de su pueblo
[...].”
En relación
con Juan José Torres y el proceso
revolucionario la revista escribe: “Pero como el
corazón del indio trasandino es tan grande como los socavones de las minas que los devoran,
tras
la caída de Ovando surge una nueva
posibilidad encarnada en otro
militar de rostro cetrino
adornado con bigotes de legendarios
revolucionarios mexicanos: el general Juan
José Torres, vencedor de una pugna por el poder [...]”.
Y señala que de “Juan
José
Torres los bolivianos saben que fue el militar
impaciente que ocupó el 17 de octubre
las instalaciones de la Bolivian Gulf Oil Company en Santa Cruz, horas antes
de que el general Ovando Candia firmara el decreto de expropiación en
Palacio Quemado. Saben
también que bajo sus alas de comandante en jefe de las fuerzas armadas
de
Bolivia cobijó a los civiles nacionalistas de izquierda que integraron el primer gabinete
de Ovando y que luego fueron desprendidos como granos de una madura
mazorca de maíz cuando los militares de
derecha enquistados en el régimen adquirieron fuerza. Saben, por último, que bajo su uniforme de revolucionario
de izquierda se cobija un corazón
nacionalista [...]”.
Continuará.
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