sábado, 20 de junio de 2020

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Ernesto Che Guevara y el doctor Alberto Granado Jiménez en Colombia


Por: RICARDO BUSTAMANTE RODRIGUEZ*

25 de julio de 2004  Diario El Tiempo, Bogotá

Colombia era un país en las provincias vecinas, donde ello era posible y contrastada en los distantes, rural donde la política giraba alrededor de la fría, brumosa y lejana Bogotá. Sus gentes vestidas de negro, con la parsimonia de los que no tienen prisa, no tenían una idea clara de la importancia de la provincia y como magistralmente lo dijo posteriormente Álvaro Gómez Hurtado: Bogotá consiguió un amaneramiento indispensable para singularizarse, para hacer sentir con humor sutil, repentista y mordaz. No hay entre los tipismos colombianos uno más seguro que el del cachaco . La manera de ser del bogotano fue imitada donde no era viable ninguna asimilación. El mando bogotano muchas veces aparecía sombrío. Este aspecto adusto, favorecido por el clima, era el aparato formal de su superioridad. Se mantuvo como dignidad enhiesta.
Un cubano de casi dos metros ya nos había visitado casi imperceptiblemente, cuatro años antes, para la IX Conferencia Panamericana, en calidad de líder estudiantil de la Universidad de La Habana. Su nombre vino a ser conocido mundialmente once años más tarde como Fidel Castro, desde entonces y hasta hoy presidente de Cuba. Una vez con la fama a cuesta de rebelde, no tardaron los que buscaban chivos expiatorios en señalarlo, más con maledicencia que con pruebas, como organizador del 9 de abril y, por qué no, de ser uno de los intelectuales del magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán.
Este cubano vendría a influir en el personaje argentino que visitó a Colombia para los meses de junio y julio de 1952: Ernesto Guevara de la Serna, estudiante de medicina de la Universidad de Buenos Aires, nacido en Rosario el 14 de junio de 1928 y quien pasaría del vagabundeo raidista a ser conocido por su arrojo y su temprana muerte en los montes bolivianos, como el Che Guevara. Tres ciudades visitó en su paso por Colombia a fines de junio de 1952: Leticia, Bogotá y Cúcuta. Venía con su amigo de infancia, Alberto Granados, y desde Buenos Aires, a bordo de la llamada Poderosa II , motocicleta Norton de 500 centímetros, propiedad de Granado, subían los Andes, pasando por Chile, Bolivia y Perú. Era de esperar que la Poderosa no aguantara los agrestes picos andinos y terminara en el desguazadero.
El primero de mayo en Lima tuvieron como contertulio al doctor Hugo Pesce, científico peruano, que mucho influyó en el Che. Salen de ahí para Pujalpa, para días más tarde llegar en lancha a Iquitos y de esta, a bordo de una motonave llamada Troqueli , el 8 de junio al municipio ribereño del Amazonas, San Pablo. En el leprosorio presta por pocos días sus servicios como médico no graduado se graduaría a las volandas en 1953 con aceptables calificaciones, ganándose el aprecio de enfermos y personal asistencial. En una balsa con un nombre pintoresco, Mambo Tango , suben por el Amazonas y llegan a Leticia, que no sobrepasaba tres mil habitantes.
El autor, en estadía en el puerto fronterizo, el 28 de noviembre de 2001, se dio a la tarea de investigar el paso de Guevara y Granado: el profesor e historiador Alejandro Cueva Ramírez nos recibió y proporcionó información. El paso de Guevara por Leticia no se aleja mucho, de lo que deben vivir andariegos que carecen de medios. Con tulas y morrales al hombro, comiendo a deshoras y cuando la bondad de las gentes se apiadaba de ellos.

La apacible Leticia recibe con su embrujo tropical a los argentinos. Sin un peso, tenían que ganarse la vida, mientras esperan un avión militar (primera paradoja) en Colombia para el futuro guerrillero que los transportara a Bogotá. Se dedicaron al fútbol. Guevara hacía de portero, lo que hoy se conoce como portero líbero y Granado de delantero, este con mucha facilidad para la gambeta, tanto que los aficionados le dan el remoquete de Pedernerita, en alusión a Adolfo Pedernera, jugador excepcional de la época del Dorado. Igualmente, se alojan (segunda paradoja) en la guarnición de la policía, que es la que organiza el torneo relámpago, e invitados por el policía Francisco Salamanca llegaron al acuerdo de entrenar el equipo.   El campeonato se llevó a cabo en la cancha popular, hoy ocupada por una entidad estatal.  Participaron cinco equipos, en partidos de quince minutos cada tiempo, con decisión en penales en caso de empate. Para no correr demasiado era asmático crónico, Che resolvió ser arquero. Su equipo llegó a la final, empatado con otro equipo y la decisión fue en penales. Posteriormente, desde Bogotá, le escribe a su señora madre, contándole detalles.

Bogotá, 6 de julio de 1952.

Querida vieja:

Aquí estoy, unos cuantos kilómetros más lejos y algún peso más pobre, preparándome a seguir viaje rumbo a Venezuela. () En Leticia en principio nos trataron bien, nos alojaron en la policía con casa y comida, etc., pero en cuanto a cuestiones de pasajes no pudimos obtener más que un 50 por ciento de rebaja, por lo que hubo que desembolsar 130 pesos colombianos más quince pesos por exceso de equipaje, en total 1.500 pesos de los nuestros.
Lo que salvó la situación fue que nos contrataron como entrenadores de un equipo de fútbol, mientras esperábamos el avión que es quincenal. Al principio pensábamos entrenar para no hacer papelones, pero como eran muy malos nos decidimos también a jugar, con el brillante resultado de que el equipo considerado más débil llegó al campeonato relámpago organizado, fue finalista y perdió el desempate con penales. Alberto estaba inspirado con su figura parecida a Pedernera, y sus pases milimétricos, se ganó el apodo de Pedernerita, precisamente, y yo me atajé un penal que va a quedar para la historia de Leticia. Toda la fiesta hubiera sido muy grata si no se les ocurre tocar el himno colombiano al final y me agacho para limpiarme un poco la sangre de la rodilla mientras lo ejecutaban, lo que provocó la reacción violentísima del comisario (coronel) y agaché el copete. Un abrazo de tu hijo que te adora por los codos, talones y fondillos (...) Chau.

Llega el esperado avión y salen rumbo a Bogotá: después de un lindo viaje en avión que se movió como coctelera llegamos a Bogotá...La llegada es para fines de junio y es el mismo Guevara quien le cuenta a su madre las peripecias en la capital:

(...) El primer día en Bogotá fue regularcito, conseguimos la comida en la ciudad universitaria pero no alojamiento, porque esto está lleno de estudiantes becados para seguir una serie de cursos que organiza la ONU... recién a la una de la mañana nos dieron alojamiento en un hospital, entendiéndose por tal una silla donde pasamos la noche. No es que estemos tan tirados como eso, pero un raidista de la talla nuestra antes muere que pagar la burguesa comodidad de una casa de pensión... yo no pensaba aceptar de ninguna manera pero Alberto sí, por razones obvias, cuando por culpa del cuchillito de Roberto hermano del Che que yo saqué en la calle para hacer un dibujo en el suelo tuvimos tal lío con la policía que nos trató en una forma vejante, que hemos decidido salir cuando antes para Venezuela, de modo que cuando reciban esta carta estaré por salir ya. 

Si quieren tirarse el lance escriban a Cúcuta, departamento de Santander del Norte, Colombia, o muy rápido a Bogotá. Mañana veré a Millonarios y Real Madrid desde la más popular de las tribunas, ya que los compatriotas son más difíciles de roer que ministros. Este país es el que tiene más suprimidas las garantías individuales de todos los que hemos recorrido; la policía patrulla las calles con fusil al hombro y exigen a cada rato el pasaporte, que no falta quien lo lea al revés; es un clima tenso que hace adivinar una revuelta dentro de poco tiempo. 

Los Llanos están en franca revuelta y el Ejército es impotente para reprimirla, los conservadores pelean entre ellos, no se ponen de acuerdo y el recuerdo del 9 de abril de 1948 pesa como plomo en todos los ánimos, resumiendo, un clima asfixiante; si los colombianos quieren aguantarlos allá ellos, nosotros nos rajamos cuanto antes.

Sorprenden los conceptos de Guevara sobre la situación de Colombia en esos momentos y hay que resaltar que tres meses después sucede el incendio de las casas de Carlos Lleras Restrepo y del ex presidente López Pumarejo. Estos se asilan en la embajada de Venezuela, para luego salir a México. Ante el reclamo de Lleras al Gobierno por la persecución, el designado Urdaneta le espetó una frase memorable: viajan los desterrados por un gobierno perseguidor con pasaporte diplomático? En 1953 asumiría el mando el General Rojas Pinilla. Esta época turbulenta entre liberales y conservadores iba a ser el germen de la guerrilla actual.

Pero volvamos al incidente de Guevara con la navajita, regalo de su hermano Roberto. Este incidente nimio produjo en él una actitud defensiva. El otro viajero, Granados, lo describe: Hicimos con Ernesto un mapa en el suelo. Dibujábamos con un cuchillito pequeño. Acertó a pasar un agente de policía que observando la vestimenta de ambos, muy deteriorada, buscó como pretexto el cuchillito y nos pidió la documentación El agente no le creyó a Granado que era doctor y exclamó: qué van a ser doctores ustedes! , y se los llevó. Tuvo entonces que intervenir el consulado de Argentina, después de un proceso para recuperar el cuchillo que Guevara se resistía a dejar en manos de la policía, pero a la final fue devuelto.

En Bogotá tuvieron alimentación y posada por cuenta de la Universidad Nacional, donde llegaron preguntando por líderes universitarios que les hicieran conocer la problemática del país. Testigo sin par es el abogado de la Nacional, escritor e historiador, miembro de la Academia de Historia, Eduardo Santa Loboguerrero. Sorprende en él su jovialidad y espontaneidad sin ningún atisbo de desconfianza, al recibir a la persona que lo llamó para indagar sobre la permanencia del Che en Bogotá. De 76 años bien llevados, este hombre alto, delgado, es un consumado escritor y autor del libro La provincia perdida, libro con dedicatoria que le regaló al Che y que se encuentra en el museo que en homenaje a él se levanta en Santa Clara, Cuba.
Santa lo describe: lo recuerdo como un joven muy pálido, de cierto color cetrino, con ojos oscuros y penetrantes, abundante cabello, ni alto ni bajo de estatura, con su bigote y su barba bastante despoblada, y con excelente sentido del humor que le permitía hacer, de vez en cuando, alguna broma ingeniosa y a veces mordaz. Detrás de aquellos ojos inquisitivos y profundos brillaba una inteligencia aguda y rápida. Tenía el don de la palabra fácil, del argumento oportuno y sólido de los recursos dialécticos para esclarecer cualquier confusión, cualquier planteamiento, y señalar los caminos lógicos de una adecuada discusión.
Sobre el encuentro con Guevara, comenta: vivía en la Ciudad Universitaria. Ocupaba un modesto cuarto en el tercer piso del edificio Santander que todavía existe en las residencias universitarias, donde vivíamos buena parte de los estudiantes de provincia. En las primeras horas de la tarde, de aquel día de julio de 1952, alguno de mis compañeros residentes pasó por mi pieza para avisarme que dos jóvenes argentinos querían hablar conmigo y que me estaban esperando en la recepción. Bajé de inmediato, movido por la curiosidad de saber quiénes eran aquellos inesperados visitantes. Se trataba en efecto de Ernesto Guevara y Alberto Granado.

El rector de la Nacional entonces, Julio Carrizosa Valenzuela, les da la autorización para tomar los alimentos allí y autoriza su alojamiento en el Hospital San Juan de Dios, atendido para la época por la Universidad. El 14 de julio salen los peregrinos hacia Cúcuta y la impresión, por lo menos la de Granado, es aceptable sobre esta ciudad hoy tan golpeada: ya quedaba atrás Bogotá, con sus calles infectadas de policías, sus profesionales mojigatos y comercializados, y sus estudiantes generosos y claros en su mayoría, pero atenazados por el miedo. 

Qué falta hace otro Gaitán en la Colombia que hemos conocido! Cómo va a salir adelante un pueblo que, artificialmente dividido en liberales y conservadores, es enviado a matarse entre ellos, para el beneficio de los oligarcas que entre ellos los desgobiernan y cuyo poder se alterna entre un partido y otro. Cúcuta es un típico trampolín internacional. Uno se encuentra a cada paso con individuos de todas las razas, y ocupados en todos los oficios imaginables. Pero siempre descontentos de donde vienen a donde están, y deseosos de emprender vuelo hacia otros lugares que les sean más propicios, donde seguramente se cansarán pronto, y donde nuevamente suspirarán por nuevos horizontes. Esta ciudad tiene un clima algo cálido, pero agradable, que a su vez ayuda a conformar las características de sus habitantes. Son alegres y bullangueros. De todas las casas salen las estridencias de los radios, los gritos y carcajadas de sus moradores. Las calles están llenas de vendedores de refrescos, helados y golosinas que suelen llamar la atención de sus clientes con cantos, pitos o palmadas. En fin, una ciudad típicamente tropical y que me vuelve a reconciliar con Colombia. Por la mañana recorrimos los alrededores llenos de mangos y cocoteros, y sus mercados, donde venden desde un aparato de aire acondicionado hasta una hamaca de fibra de palma.

Por último expresa Granado: algunos compradores llamados contrabandistas hormigas Remata el 14 de julio, su impresión sobre el país: hoy, además de conmemorar la toma de La Bastilla, esta fecha me hará recordar el día de mi salida de Colombia. No la Colombia soñada por Bolívar, ni Gaitán, sino la de Laureano Gómez, que me ha tratado bastante menos cariñosamente que los otros pueblos hermanos conocidos hasta hoy.

Guevara no se llevó buena impresión de Colombia, tan es así que en su último y decisivo viaje por América en 1953, que lo llevaría a Guatemala y al encuentro con los cubanos en México y su posterior embarque en el Gramma, el Che, al llegar a Guayaquil en octubre del año mencionado, prefiere las incomodidades de un carguero americano de la United Fruit que lo deposita, junto con su nuevo compañero Gualo García, en Panamá. 
Durante los quince años que le quedan de vida no pisa más al país y solo tiene un encuentro con un par de compatriotas, Lleras Restrepo y Jaime García Parra, que en 1964, estando en Ginebra con ocasión de la primera conferencia mundial de la Unctad, tienen la oportunidad de encontrarse con el líder y ciudadano cubano por ley, quien encabezaba la delegación de su país. Lleras comenta que la presencia del Che despertó no solo viva curiosidad sino profunda simpatía entre la mayoría de los representantes del tercer mundo. 

El ex presidente lo recuerda: Me impresionaron agradablemente su trato cordial, la manera abierta y franca como se expresaba, la sinceridad de sus convicciones. Sus ojos vivos, penetrantes, transparentaban por momentos un humor jovial; pero ellos, como sus palabras, no reflejaban ningún sentimiento desdeñoso o burlón. 

Nada en ese revolucionario verdadero, jefe entre los primeros de una batalla victoriosa, era jactancioso o dogmático... no pasó de revolucionario a autócrata...

Tita Infante, su amiga entrañable en la Facultad de Medicina, lo definió a raíz de su muerte: cálido para tallarlo en piedra. Demasiado grande para creerlo nuestro La muerte, después de todo, como lo dijera Mario Benedetti, es la más absurda de lo previsible.

*Abogado de la Universidad Nacional.

Fuentes: Mi hijo el Che. Planeta. 1981. Ernesto Guevara Lynch. Conversación en Bogotá con Eduardo Santa. Junio 2004. Conversación en Leticia con Alejandro Cueva Ramírez. 28 de noviembre de 2001. Carta de Eduardo Santa al Director Museo Ernesto Guevara en Santa Clara (Cuba). 1 de marzo de 1997. Periódico Folha de Sao Paulo. 21 de septiembre de 1997. Entrevista del periodista Mario Magalhaes.
Conversación telefónica con Alberto Granado el 1 de diciembre de 2001.Con el Che por Sudamérica, Granados Jiménez Alberto. Editorial Letras Cubanas. 1989. Abella Arturo, Laureano Gómez, Espasa 2000.Ernesto Guevara, el Che, flamante funcionario de la reciente revolución cubana. Gael García como el Che y Rodrigo de La Serna como Alberto Granado, en la película sobre el viaje del revolucionario por Latinoamérica.




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