Atilio A. Boron
Guerras, crisis
económicas, desastres naturales y pandemias son acontecimientos catastróficos
que sacan lo peor y lo mejor de las personas –tanto de los dirigentes como del
común de las gentes– y, también, de los actores e instituciones sociales. Es en
esas circunstancias tan adversas como las bellas palabras se desvanecen en el
aire y dan lugar a las acciones y comportamientos concretos. Días pasados y
apenas conteniendo sus lágrimas el presidente de Serbia, Aleksandar Vucic,
denunció ante las cámaras el gran engaño de la “solidaridad europea”. No
existe tal cosa, dijo Vucic, es un cuento de niños, un papel mojado. Renglón
seguido, agradeció la colaboración de la República Popular China. Y tenía razón
en su queja. Desde Latinoamérica advertimos, hace mucho, que la Unión Europea
era un mezquino tinglado diseñado para beneficiar, más que nada, a Alemania, a
través de su control del Banco Central Europeo (BCE) y, con el Euro, someter a
los países de la Eurozona a los caprichos –o los intereses– de Berlín. La titubeante
reacción inicial del BCE, ante un pedido excepcional de ayuda de Italia, para
enfrentar la pandemia que está devastando la Península, mostró –por unas horas–
lo mismo que había denunciado el líder serbio. Un escandaloso “sálvese quien
pueda”, que echa por tierra las edulcoradas retóricas sobre la “Europa
de los ciudadanos”, la “Europa una y múltiple” y otras divagaciones
por el estilo. Cuento de niños, como dijo Vucic.
Lo mismo, y más
todavía, vale para la pandilla de hampones que se ha instalado en la Casa
Blanca, de la mano de Donald Trump, quien ante un Irán fuertemente afectado por
la pandemia lo único que se le ocurrió fue escalar las sanciones económicas en
contra de Teherán. Tampoco dio muestras de reconsiderar su genocida política
del bloqueo a Cuba y a Venezuela. Mientras Cuba, la solidaridad internacional
hecha nación, auxilia a los viajeros británicos del Crucero Braemar boyando en
el Caribe, Washington envía 30.000 soldados a Europa y sus ciudadanos,
alentados por el ‘capo’ salen a enfrentar la epidemia ¡comprando armas de
fuego! Nada más, para argumentar.
Fiel a sus
patronos, el Fondo Monetario Internacional (FMI) demostró, por enésima vez,
que es uno de los focos de la podredumbre moral del planeta, que –una vez que pase esta pandemia–, seguramente, tendrá sus días contados. En una decisión que lo
hunde en las cloacas de la Historia, rechazó una solicitud de 5.000 millones de
dólares elevada por el gobierno de Nicolás Maduro, apelando al Instrumento de
Financiamiento Rápido (IFR), especialmente
creado para socorrer a países afectados por el COVID19. La razón aludida para
la denegación del pedido arrasa con cualquier atisbo de legalidad, porque dice,
textualmente, «El compromiso del FMI con los países miembros se basa en el
reconocimiento oficial del Gobierno por parte de la comunidad internacional,
como se refleja en la membresía del FMI. No hay claridad sobre el
reconocimiento, en este momento». Dos comentarios, sobre este miserable
exabrupto: primero, todavía hoy, en el sitio web del FMI figura la
República Bolivariana de Venezuela como país miembro. Por lo tanto, la claridad
“sobre el reconocimiento” es total, enceguecedora. Claro que no alcanza
para ocultar el hecho de que la ayuda se le niega a Caracas por razones
rastreramente políticas. Segundo, ¿desde cuándo el reconocimiento de un
gobierno depende de la opinión amorfa de la comunidad internacional y no de los
órganos que la institucionalizan, como el sistema de Naciones Unidas? Venezuela
es miembro de la ONU, es uno de los 51 países que fundaron la organización en
1945 e integra varias de sus comisiones especializadas. La famosa “comunidad
internacional” mencionada para hostilizar a Venezuela por personajuchos
como Trump, Piñera, Duque, Lenín Moreno y otros de su calaña, es una burda
ficción, como Juan Guaidó, que no llega a sumar 50 países de los 193 que
integran las Naciones Unidas.
Por
consiguiente, las razones profundas de esta denegatoria nada tienen que ver con
lo que dijo el vocero del FMI y son las mismas que explican el absurdo préstamo
de 56.000 millones de dólares concedidos al corrupto gobierno de Mauricio Macri
y que fuera, mayoritariamente, utilizado para facilitar la fuga de capitales
hacia las guaridas fiscales que Estados Unidos y sus socios europeos tienen diseminadas
por todo el mundo. Espero, fervientemente, que la pandemia (que es
económica, también) y el desastre
del préstamo a Macri se conviertan en los dos lóbregos sepultureros de una
institución como el FMI que, desde su creación en 1944, sumió a centenares de
millones de personas en el hambre, la pobreza, la enfermedad y la muerte con
sus recomendaciones y condicionalidades. Razones profundas, decíamos, que en
última instancia remiten a algo muy simple: el FMI no es otra cosa que un dócil
instrumento de la Casa Blanca y hace lo que el inquilino de turno le ordena.
Quiere asfixiar a Venezuela y el Fondo hace sus deberes.
No faltarán
quienes me achaquen que esta interpretación es producto de un alucinado
antiimperialismo. Por eso, he tomado la costumbre de apelar, cada día más, a lo
que dicen mis adversarios para defender mis puntos de vista y desarmar a la
derecha semianalfabeta y reaccionaria que medra por estas latitudes. Leamos lo
que escribió, hace poco más de veinte años, Zbigniew Brzezinski, en un texto
clásico y uno de mis libros de cabecera: El
Gran Tablero Mundial. La Supremacía estadounidense y sus imperativos
geoestratégicos, en relación al FMI y al Banco Mundial. Hablando de las
alianzas e instituciones internacionales que surgieron después de la Segunda
Guerra Mundial dijo “Además, también debe incluirse como parte del sistema
estadounidense la red global de organizaciones especializadas, particularmente
las instituciones financieras internacionales. El Fondo Monetario Internacional
y el Banco Mundial se consideran representantes de los intereses ‘globales’ y
de circunscripción global. En realidad, empero, son instituciones fuertemente
dominadas por los Estados Unidos y sus orígenes se remontan a iniciativas
estadounidenses, particularmente la Conferencia de Bretton Woods de 1944” (páginas 36 y 37).
¿Hace falta
decir algo más? Brzezinski fue un furioso anticomunista y antimarxista. Pero,
como gran estratega del Imperio, debía reconocer los datos de la realidad, de
lo contrario sus consejos serían puras insensateces. Y lo que él dijo y
escribió es inobjetable. Concluyo agregando mi confianza en que Cuba y
Venezuela, sus pueblos y sus gobiernos, saldrán airosos de esta durísima prueba
a la que se ven sometidos por la inmoralidad y prepotencia del dictador
mundial, que se cree con derechos de decirle a todo el mundo lo que tiene que
hacer, pensar y decir, en este caso a través del FMI. No habrá que esperar
mucho para que la Historia le propine una lección inolvidable, para él y sus
lacayos regionales.
La pandemia, muestra del fracaso del
mercado: Chomsky
Noam Chomsky
durante una charla con medios sobre el proyecto cambio climático, en Casa
Cortés, el 15 de Noviembre del 2017. Foto Marco Peláez
El intelectual estadunidense Noam
Chomsky rechazó versiones de que el coronavirus se haya propagado,
intencionalmente, con fines políticos, como se ha especulado en diversas partes
del mundo. Sin embargo, sostuvo que el colapso de los sistemas de salud ante la
crisis se debe a los gobiernos neoliberales de muchos países y culpó al
presidente estadunidense Donald Trump de minimizar la situación y arriesgar la
salud de millones de personas.
El diario italiano Il Manifesto contactó a Chomsky, quien
permanece aislado en su hogar en Tucson y afirmó: “La situación es muy
grave. No hay credibilidad en la afirmación de que el virus se propagó
deliberadamente. La reacción de Estados Unidos ha sido terrible. Era casi
imposible, incluso, hacer pruebas a las personas, así que no tenemos idea de
cuántos casos hay realmente”.
Añadió: “En general, esta crisis es otro ejemplo importante del
fracaso del mercado, al igual que lo es la amenaza de una catástrofe
medioambiental. El Gobierno y las multinacionales farmacéuticas saben, desde
hace años, que existe gran probabilidad de que se produzca una grave pandemia,
pero como no es bueno para las ganancias prepararse para ello, nada se ha
hecho”.
Agregó que el huracán Trump y su gobierno han minimizado la
gravedad de la crisis, en una actitud que ha sido replicada y aumentada por los
medios de comunicación, lo que ha ocasionado que muchas personas han dejado de
tomar las precauciones básicas.
En cuanto a las condiciones generales de la pandemia, Chomsky indicó: “El
asalto neoliberal ha dejado a los hospitales sin preparación. Un ejemplo son
las camas, que han sido suprimidas en nombre de la ‘eficiencia’”.
Coronavirus: El capitalismo al desnudo
Las deficientes medidas sólo se explican y
tienen su raíz en el actual modelo económico, con ausencia de derechos sociales
y en donde el lucro es la guía en la conducción del País.
Dra. Paula Araya I. Encargada Área Salud
Partido Comunista de Chile
- 20/03/2020
Nos encontramos ante una crisis mundial, cuyo
impacto ha planteado una serie de desafíos para los países del mundo,
desde el cuestionamiento a la respuesta de los sistemas de salud para enfrentar
el problema, hasta la fragilidad de la economía mundial: la epidemia del
Coronavirus pone de manifiesto la perversión del sistema capitalista.
La actual pandemia de coronavirus señala,
directamente, al neoliberalismo y sus consecuencias, el sometimiento de
los intereses generales a los intereses privados en sectores como la salud y la
calidad de vida de los pueblos ha sido la característica del período
neoliberal, iniciado con la amplia privatización de sectores fundamentales para
el bienestar de la población. Entre ellas, la ausencia de un sistema de
salud que dé respuesta a las necesidades de la gente, en donde se evidencia la
falta de políticas públicas de salud, el desmantelamiento del sistema público y
la cruel privatización de los servicios sanitarios que, hoy, diferencian
brutalmente una salud para ricos y otra para pobres.
En nuestro país, las consecuencias de esta
crisis sanitaria amenazan con ser desastrosas, no sólo serán contagiados y
muertos, sino también aún más precarización para la clase trabajadora y los
sectores más golpeados por el neoliberalismo. Desde un análisis concreto,
existen múltiples determinantes que permiten el desarrollo de esta epidemia con
la velocidad y estragos que estamos evidenciando. La crisis medio ambiental, la
calidad de vida, las condiciones laborales, la precaria situación de vivienda,
el hacinamiento, la explotación laboral, la pobreza, la falta de acceso a los
servicios de salud, la ausencia de políticas de prevención y promoción de
salud, con un sistema público en crisis, una abandonada atención primaria de
salud y un aumento sostenido de la privatización del sistema, son –sin duda–
terreno fértil para el desarrollo de crisis sanitarias como la
actual. Estas brutales deficiencias en los servicios de salud amenazan
desde larga data a toda América Latina y, particularmente, a nuestro país, ejemplo
de la salvaje instalación del neoliberalismo.
En Chile, luego de la rebelión popular de
octubre/19, en donde la confianza en las autoridades gubernamentales
prácticamente es inexistente, la situación es crítica. Nos encontramos ante un
gobierno absolutamente incompetente, incapaz de haber tomado medidas drásticas
en el momento oportuno, dejando a la población en total indefensión,
aprovechando, además, de instrumentalizar políticamente la crisis sanitaria,
con la intención de instalar su agenda de gobierno buscando profundizar aún más
la desigualdad y la injusticia.
Las deficientes medidas sólo se explican y
tienen su raíz en el actual modelo económico capitalista imperante, con
ausencia de derechos sociales y en donde el lucro es la guía en la conducción
del País.
Los trabajadores no pueden verse golpeados por
esta crisis; por ello, desde una mirada sanitaria, es urgente e
imprescindible la determinación de cuarentena inmediata, suspendiendo las
actividades laborales y garantizando sólo aquellas actividades relacionadas con
el abastecimiento de productos y servicios de primera necesidad. Así mismo, es
imperante asegurar la protección sanitaria de todos los trabajadores y,
particularmente, de aquellos que se ven enfrentados directamente en la lucha contra
el virus.
Ante la evidencia de que las mayorías están en
manos de una elite privilegiada, nos encontramos con la incapacidad de
enfrentar la crisis sanitaria en donde lo que está en juego es la vida de seres
humanos.
Pareciera que a la clase dominante poco le
importa demostrar, abiertamente, su resistencia a tomar medidas en favor de la
población, a pesar de que los distintos sectores sociales, sindicales y
políticos exigen, hoy, de manera apremiante, definiciones en favor de la salud
de nuestro pueblo, entendiendo que el Estado debe garantizar que todas las
personas tengan acceso a la seguridad social en todos sus ámbitos, así como
también medidas urgentes como el control inmediato de los precios de los
productos para la vida diaria de las familias trabajadoras, y la condena
absoluta a la usura y a la especulación. Parece ser que es necesario recordarle
al Gobierno que el respeto a los derechos humanos no es un lujo, sino que debe
ser el foco de las decisiones político-sanitarias que deben tomarse en beneficio
de todas y todos los habitantes, particularmente en favor de los más
vulnerables.
En el actual contexto es necesario relevar la
solidaridad en tiempos de pandemia, quedando demostrado, ante el desamparo por
parte de las autoridades, que el pensamiento y trabajo colectivo ha sido un
apoyo para afrontar la crisis, en cada barrio, en cada organización, en cada
espacio comunitario. Así, también, ejemplo de solidaridad internacional ha sido
Cuba que, a pesar del brutal bloqueo económico, comercial y financiero que
Estados Unidos mantiene contra su pueblo, el gobierno cubano sigue dando
muestras de solidaridad ejemplares para toda la humanidad.
La pandemia ha reflejado lo que constatamos, a
lo largo de los años: estamos frente a un sistema en crisis, severamente
enfermo, en un coma profundo y que, a pesar de los esfuerzos de reanimación,
terminará por perecer.
Entrevista a Naomi Klein
Como la élite mundial tratará de
beneficiarse de la pandemia
Entrevista realizada por Marie Solis
Traducción de Ramón
Sánchez Tabarés
La crisis es la ocasión para colar políticas
impopulares
El
coronavirus es, oficialmente, una pandemia mundial que, hasta ahora ha
infectado diez veces más personas que el SARS de 2003. En EE.UU., escuelas,
universidades, museos y teatros, cierran sus puertas; y pronto, ciudades
enteras harán lo mismo. Los expertos advierten de que algunas personas,
sospechosas de estar infectadas por el virus en EE.UU: prosiguen su rutina
cotidiana. Porque su empleo no les permite bajas pagadas, dadas las
deficiencias del sistema privatizado de salud norteamericano.
La mayoría
de entre nosotros [los ciudadanos norteamericanos] no saben qué hacer ni a
quién escuchar. El presidente Donald Trump ha rechazado las recomendaciones de
los centros de control y de prevención de enfermedades; y esos mensajes
contradictorios han reducido nuestro margen de maniobra para atenuar los daños
causados por este virus tremendamente contagioso.
Son las
condiciones perfectas para que los gobiernos y la élite mundial desplieguen
programas políticos, que de otra forma, encontrarían gran oposición, si no
estuviéramos todos tan desorientados. Esta cadena de acontecimientos no es
exclusiva de la crisis creada por el coronavirus; es el proyecto que los
políticos y los gobiernos persiguen, desde hace décadas, conocido con el nombre
de Doctrina del Shock, término inventado por la activista y autora Naomi Klein,
en un libro del mismo título, de 2007 [Además, entre otras obras, escribió No Logo].
La
Historia es una crónica de shocks: los de las guerras, las catástrofes
naturales y las crisis económicas, y de sus consecuencias. Estas consecuencias
se caracterizan por el “capitalismo catástrofe”; mediante “soluciones”
calculadas y de libre mercado para las crisis que estallan y exacerban las
desigualdades existentes.
Según
Klein, asistimos ya a un capitalismo catastrófico en el terreno nacional; para
responder al coronavirus, Trump ha propuesto un plan de estímulo de 700
millardos de dólares que incluye reducción de cargas sociales (que devastarán
la Seguridad Social) y proporcionará una ayuda a las industrias faltas de
oportunidades de negocio causadas por la pandemia: “No lo hacen porque crean
que es el medio más eficaz para paliar el sufrimiento causado por la pandemia;
formulan tales ideas porque ven una oportunidad para desplegarlas”, ha
declarado Klein.
VICE ha
preguntado a Klein sobre la forma como el shock del coronavirus cede su
lugar en la cadena de acontecimientos que describió, hace ya más de diez años,
en La doctrina del shock.
VICE:
Empecemos por lo esencial. ¿Qué es el capitalismo de catástrofe? ¿Cuál es su
relación con la “doctrina del shock”?
- La
forma como defino el ‘capitalismo catástrofe’ es muy simple: describe la
manera como las industrias privadas emergen para beneficiarse directamente de
las crisis, a gran escala. La especulación sobre las catástrofes y la guerra no
es un concepto nuevo, pero se ha profundizado claramente con la administración
Bush, a partir del 11 de setiembre, cuando el gobierno declaró este tipo de
crisis de seguridad sin plazo y, simultáneamente, la privatizó y externalizó;
esto incluyó el Estado de seguridad nacional en la privatización, así como la
invasión y ocupación (privatizada) de Irak y Afganistán.
La ‘doctrina
del shock’ es la estrategia política que consiste en emplear las crisis a
gran escala, para hacer avanzar políticas que profundicen sistemáticamente las
desigualdades, enriqueciendo a las élites y debilitando a los demás. En tiempos
de crisis, la gente tiende a concentrarse en las urgencias cotidianas para
sobrevivir como sea y tiende a contar sobre todo con los que están el poder. En
épocas de crisis, desviamos un poco la mirada, lejos del juego real.
VICE: ¿De
dónde viene esta estrategia política? ¿Cómo trazar su historia en la política
norteamericana?
- La
estrategia de la doctrina del shock fue una respuesta de Milton Friedman al
programa del New
Deal. Este economista neoliberal creía que todo estaba
equivocado con el New
Deal, en Estados Unidos: para responder a la Gran Depresión y al
Dust Bowl [tormenta de polvo] un gobierno mucho más
activo surgió en el País, que se propuso resolver directamente la crisis
económica en la época, creando empleos públicos y ofreciendo ayudas directas.
Si Vd. es
un economista del libre mercado, comprenderá que cuando los mercados quiebran,
hay preparado un cambio progresivo que es mucho más orgánico que el tipo de
políticas de desregulación que favorecen a las grandes empresas. La doctrina
del shock se desarrolló como un medio de evitar que las crisis cedan el lugar a
momentos orgánicos en los que surjan políticas progresistas. Las élites
políticas y económicas entienden que los momentos de crisis son la ocasión para
hacer avanzar su lista de deseos de políticas impopulares, que polarizan aún
más la riqueza, en este País y en todo el mundo.
VICE:
Actualmente, estamos confrontados con múltiples crisis: una pandemia, falta de
infraestructuras para resolverla y hundimiento de la Bolsa. ¿Podría explicarnos
cómo, cada uno de estos elementos, se inscribe en el esquema que Vd. ha
descrito en la Doctrina del shock?
- El
shock, en realidad, es el mismo virus. Se le ha tratado de manera que maximice
la confusión y minimice la protección. No creo que sea una conspiración; es
justo la forma como el gobierno norteamericano y Trump han gestionado,
completamente mal, esta crisis. Hasta ahora, Trump ha tratado esta situación,
no como una crisis de salud pública, sino como una crisis de percepción y un
problema potencial para su reelección.
Es el peor
de los escenarios, máxime si se tiene en cuenta el hecho de que Estados Unidos
no dispone de un programa nacional de salud y que la protección de la que se
benefician los trabajadores es muy mala: por ejemplo, la ley no establece
prestaciones por enfermedad. Esta combinación de fuerzas ha provocado un choque
máximo. Va a explotarse para salvar industrias que están en el núcleo de las
crisis más extremas a las que hemos de enfrentarnos, como la crisis climática:
la industria aérea, la petrolera y gasística, la de los cruceros, y quieren
consolidar todo esto.
VICE:
¿Cómo hemos visto esto antes?
- En La
doctrina del shock hablo de lo que pasó después del huracán
Katrina. Grupos de expertos de Washington, como la Heritage Foundation,
se reunieron, creando una lista de soluciones ‘pro libre mercado’ para
el Katrina. Podemos estar seguros de que ahora se hará el mismo tipo de
reuniones. De hecho, la persona que presidió el grupo Katrina fue Mike Pence
[la misma persona que preside, ahora, el dossier Coronavirus]. En 2008, ese
movimiento se tradujo en el salvamento de los bancos, cuando los países les
entregaron cheques en blanco que, finalmente, se elevaron a varios millardos de
dólares; pero el coste real de esta situación tomó la forma de amplios
programas de austeridad económica (reducciones ulteriores de servicios
sociales). Así que no se trata, tan sólo, de lo que pase ahora, sino también de
la forma como lo pagarán en el futuro, cuando se presente la factura de todo lo
que se debe.
VICE: Si
nuestros gobernantes y la élite mundial van a beneficiarse de esta crisis para
sus propios fines, ¿qué puede hacer la gente para apoyarse mutuamente?
- ‘Voy a
cuidar de mí y de los míos, podemos adquirir la mejor póliza de seguro privado
de enfermedad, y si Vd. no la tiene, probablemente es su error, no es mi
problema’: he aquí lo que una economía de vencedor mete en nuestros
cerebros. Lo que revela en un momento de crisis, como ahora, es nuestra
interrelación de unos con otros. Comprobamos, en tiempo real, que estamos mucho
más interconectados de lo que nuestro brutal sistema económico nos permite creer.
Podemos
pensar que estaremos seguros si obtenemos buenos cuidados médicos, pero si la
persona que prepara o suministra nuestros alimentos, o que envuelve las cajas,
no tiene acceso a cuidados médicos y no puede permitirse los análisis, y aún
menos quedarse en casa, porque no tiene prestación por enfermedad, no estaremos
seguros. Si no nos cuidamos unos a otros, ninguno estará seguro. Estamos
atrapados.
Las
diferentes formas de organizar la sociedad favorecen o refuerzan diferentes
partes de nosotros mismos. Si está en un sistema que, como sabe, no cuida de la
gente, y no distribuye los recursos de manera justa, entonces nuestro impulso
por la acumulación estará en riesgo. Piense esto y
reflexione en cómo. En vez de empecinarse en pensar en cómo pueden cuidarse a
sí mismos y a su familia; Vd. puede cambiar y reflexionar sobre la forma de
compartir con sus vecinos y ayudar a las personas más vulnerables.
Fuente:
Lo que no se ha dicho de la epidemia de coronavirus
Una
profesora imparte clase en un aula preparada para evitar el contagio del
coronavirus, en Taipéi (Taiwán). EFE/
David Chang
Vicenç Navarro*
-
Marzo 3, 2020
Hay tres dimensiones
de la propagación de la epidemia del Coronavirus (Covid-19), que apenas se han citado en los mayores medios de información y que tienen,
sin embargo, una enorme importancia para poder prevenir y proteger a la
población del gran daño que este tipo de fenómenos están causando.
Una de ellas es
la creciente frecuencia
de epidemias de virus. En un período relativamente corto, hemos sido testigos
de varias epidemias, algunas con potencial para convertirse en pandemias: Ébola, SARS, MERS
y, ahora, el Coronavirus. Este crecimiento en la frecuencia ha sido objeto de
gran atención por parte de expertos en salud pública, que en parte predijeron
la epidemia actual en el año 2018. Según uno de ellos, Peter Daszak, presidente de la EcoHealth Alliance de Nueva York, la causa de este incremento es el
aumento del contacto de los seres humanos con animales (todos ellos
portadores de virus), como resultado de muchos factores, entre los cuales se
incluyen, según Daszak, desde la agresión ecológica a la naturaleza (con
un incremento del acceso a lugares antes inhóspitos) hasta una mayor movilidad de personas y animales a nivel mundial. La relación personas-animales
es clave, pues todas estas epidemias están causadas por virus cuyo hábitat
normal es entre los animales. Todas estas epidemias han comenzado, pues, con virus que
viven en animales y que se adaptan al ser humano. Otro factor que
contribuye a ello ha sido el escaso desarrollo de las medidas higiénicas, tanto de
los animales como de los seres humanos, lo cual explica que todas estas
epidemias se iniciaran en países en vías de desarrollo.
La respuesta predecible y errónea a la
aparición de las epidemias
Ahora, bien, como
indica el mismo Daszak en su artículo en The
New York Times, Welcome
to the age of pandemias (28 de febrero de 2020), una de las principales
causas del crecimiento de tales epidemias ha sido que las sociedades no están preparadas para hacerles frente,
como demuestra la manera en cómo se está respondiendo a cada una de estas
epidemias. La respuesta más común es intentar encontrar fármacos o vacunas que
puedan prevenir o curar tales enfermedades, una vez estas han aparecido (asumiendo,
erróneamente, que se pueden producir en cuestión de días). Cuando por fin se desarrollan, la epidemia ya se ha
convertido en pandemia. Lo que debería hacerse es producir tales vacunas antes,
no después de que ya se hubiera propagado la enfermedad. Esto es lo que no
ocurre, y ahí está el gran error. La falta de preparación para evitar que la
epidemia tenga lugar. Lo
que urge hacer es desarrollar vacunas frente a los posibles virus que ya
existen en la fauna animal, para estar preparados tan pronto como aparezcan los
primeros casos. Ello, junto con la necesaria mejora de los servicios
preventivos, tanto en salud humana como animal, sería un elemento fundamental
para prevenir tales epidemias. Todas ellas han comenzado, como
ya he mencionado antes, en animales sujetos a unas condiciones escasamente
higiénicas, hecho característico de los países en vías de desarrollo. Y, de
nuevo, no es por casualidad que todas estas epidemias comiencen en estos
países, los cuales sufren condiciones de gran pobreza. Estas medidas, juntamente con el desarrollo de nuevas
vacunas preventivas y nuevos tratamientos, podrían terminar con tales epidemias. En realidad, hoy
es conocido que sólo en los murciélagos hay aproximadamente 50 virus
relacionados con el Coronavirus, algunos de los cuales podrían saltar a los
seres humanos, y estos continúan siendo ignorados.
La parte más ignorada y más culpable
de lo que ocurre: la falta de sensibilidad social de los fabricantes de
fármacos y vacunas
Lo cual toca la tercera dimensión, ignorada en la
descripción de tales epidemias: quién conduce y lidera la investigación
farmacéutica y clínica hoy en el mundo. Los productores de tales sustancias (vacunas y fármacos)
son las empresas farmacéuticas, en su mayoría radicadas en los países ricos,
que tienen como objetivo principal optimizar sus beneficios, lo cual quiere
decir que sólo producen vacunas o fármacos para enfermedades que les son
rentables, según el criterio de lo que llaman "mercados". Y,
por lo general, no se obtienen grandes beneficios de enfermedades que afectan a
sectores de la población con poca capacidad de consumo, en países pobres. Es
cierto que hoy, como estamos viendo, nadie se escapa de tales epidemias, pero
para cuando llega el momento en el que se han expandido ya es tarde para
desarrollar vacunas o fármacos. La previsión no es el punto fuerte de estas empresas, cuya rentabilidad tiene que ser
inmediata para justificar tales inversiones. La indefensión de la población
mundial está basada en el modus
operandi de las empresas
que controlan la producción de estos fármacos y vacunas. En realidad, la
población debería concienciarse de que su salud y calidad de vida no pueden
depender de empresas que, por definición, no tienen como principal objetivo mantener
en buen estado esa salud y calidad de vida, sino que buscan ante todo,
optimizar sus beneficios, característica del orden (o, mejor dicho, desorden)
económico internacional, que se reproduce en los mayores bloques económicos hoy
existentes en el mundo, un "orden" responsable tanto de la
crisis climática como de la crisis epidémicas que, frecuentemente, ocurren y
que afectan primordialmente a las clases populares, tanto de los países pobres
como de los países ricos. Así de claro.
* Vicenç Navarro ha
sido catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Barcelona.
Actualmente es catedrático de Ciencias Políticas y Sociales,
Universidad Pompeu Fabra (Barcelona, España).
Ha sido,
también, profesor de Políticas Públicas en
The Johns Hopkins University (Baltimore, EEUU),
donde ha impartido docencia durante 48 años. Dirige el Programa en
Políticas Públicas y Sociales patrocinado,
conjuntamente, por la Universidad Pompeu Fabra y The Johns Hopkins University.
Dirige, también, el Observatorio Social de España.
Es uno de los
investigadores españoles más citados en la literatura científica internacional
en ciencias sociales.
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