El parto de las ideas Por: Graziella Pogolotti
Término ambiguo como casi todos, la palabra improvisación tiene muchos sentidos. Existen los intérpretes del punto cubano. Hubo, tradicionalmente, los oficiantes de despedidas de duelo, sobre los cuales el fallecido manzanillero Julio Girona, Premio Nacional de Artes Plásticas, ha dejado una deliciosa estampa. Con abundancia de adjetivos y retórica vacía se aprestaban a despedir a cualquier desconocido. Aunque descarten el uso de apuntes, hay otros que no son improvisadores en el sentido cabal del término. Preguntado en una entrevista sobre por qué improvisaba, Fidel respondió, con sabiduría política: "Porque a la gente le gusta asistir al parto de las ideas".
Sin haber estudiado comunicología, sin valerse de generalizaciones abstractas, su aguda percepción de la política, su permanente vínculo con las masas, su atinada visión de las realidades concretas nacionales, lo llevaron a transformar la oratoria en diálogo activo. Logró mantener en vilo a la Asamblea General de Naciones Unidas durante el discurso más prolongado que se haya escuchado en ese lugar. Comprendió como nadie las transformaciones producidas por el paso del dominio de la radio al de la televisión.
Con anterioridad, la radio había sido el medio idóneo para transmitir orientaciones a un pueblo altamente politizado. En un horario estelar de los domingos, las mayorías se conectaban, luego del Himno Invasor, a la voz de Eduardo Chibás. Su poder de convocatoria no se basaba en el desarrollo de conceptos programáticos. En realidad, las bases ideológicas del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) fueron elaboradas en gran medida, atemperadas al panorama de la época, por Leonardo Fernández Sánchez, cercano compañero de lucha de Julio Antonio Mella y distanciado del Partido Comunista a partir de la alianza de este con Batista, asesino de su hermano Ivo.
No muy favorecido por la voz, Chibás diseñaba con cuidado la estructura dramatúrgica de sus discursos. Su palabra sacaba a la luz verdades que otros silenciaban. Su tono y su énfasis evidenciaban autenticidad. Por un fallo técnico no salió al aire el disparo mortal que ratificaba su último aldabonazo. Su capacidad movilizadora se fundaba en la denuncia y la exhortación.
Los tiempos eran otros y Fidel cambió las reglas del juego. En circunstancias señaladas, convocaba a las masas a la Plaza de la Revolución. La distancia física y la presencia multitudinaria imponían sus leyes, que Fidel trataba de modificar al formular, a través de preguntas, esbozos de diálogo.
Sobre todo en la primera etapa, en los días en que los cambios se precipitaban en una escalada de golpes y contragolpes, cuando se imponían las respuestas rápidas a las agresiones del enemigo, Fidel concurría a la televisión. Entraba en los hogares en una conversación para todos y, simultáneamente, individualizada. Tanta era la naturalidad del diálogo que, desde la penumbra de sus butacas, muchos asentían y formulaban preguntas.
La palabra se había convertido en arte y en esta materia intervienen el oficio y un largo proceso de aprendizaje. La facundia es un don. La tienen los oficiantes de despedida de duelo que con similar palabrería visten a cualquier santo. Tras la soltura en el uso del verbo, tiene que latir la convicción profunda, la transmisión de la autenticidad, el conocimiento del tema y la percepción clara de las expectativas del destinatario, además de la valoración de las particularidades del contexto en que se produce el discurso.
Una buena amiga, Maruja Iglesias, miembro activo del Frente Cívico de Mujeres Martianas, compartió en sus años estudiantiles la misma casa de huéspedes que Fidel. Contaba dos anécdotas reveladoras. Por lo general, en todas las carreras universitarias, algunas asignaturas inspiran terror. En la Facultad de Derecho, era Economía Política, basada en un texto del liberal Charles Yeats. Mientras preparaba el examen, Fidel leía despaciosamente las páginas con extrema concentración activa, hasta el punto de entablar debate con algunas de ellas. Rasgaba las hojas en la medida que las repasaba. Eran aquellas páginas malamente reproducidas en un mimeógrafo para uso de los universitarios de entonces. Dirigente estudiantil, alguna vez tenía que pronunciar un discurso conmemorativo. Entonces, sentaba a nuestra amiga en el comedor solitario para utilizarla como espectadora de su ejercicio oratorio. El talento nace, pero si no se cultiva, muere por inanición.
Las anécdotas referidas ilustran dos aspectos esenciales. Uno de ellos: el poder de concentración. En sus discursos, Fidel tenía una enorme facilidad para manejar cifras y datos precisos. No eran el resultado de una práctica memorística sino de su esencial interrelación con un profundo análisis que tenía en cuenta multiplicidad de aspectos. Dicen los poetas que el primer verso nace de una inspiración. Tendríamos que preguntarnos entonces cuánto tiempo de meditación inconsciente, de libertad de asociación, de razonamiento entreverado en el quehacer de cada día, se oculta, como lava acumulada, tras el brote volcánico de la oratoria.
Por esas razones, no me gusta escuchar aquí y allá, a veces con pretextos baladíes, citas aisladas, situadas fuera de contexto. En el acumulado infinito de sus discursos, muchos de ellos coyunturales, hay un pensamiento construido sobre sólidos cimientos, en debate con pensadores a lo Gide, en lecturas apasionadas de los testimonios de nuestra historia, en el bombardeo de interrogantes a los que sometía a sus interlocutores.
Asentado en Nuestra América, su mirada recorrió el planeta y sus ideas en perpetuo movimiento maduraron en el tiempo. Como Varela y Martí, nos enseñó a pensar en la época en que el imperialismo incorporaba sus rasgos más peligrosos. Conoció a fondo sus provocaciones durante el siglo XX. Cuando, soldado de la Revolución, nos fue dejando sus Reflexiones, percibía con claridad las amenazas del siglo XXI.
Urge meter mano a su papelería publicada en periódicos que reposan en bibliotecas y archivos, acumular información y desmontar sus facultades de análisis y de comunicación, porque fue, ante todo, un educador, vuelto hacia un pueblo que debía entender para actuar.
Tuvo lo que Armando Hart definió como cultura de hacer política, en ese justo equilibrio de prudencia y audacia. Fue un minucioso y paciente constructor de unidad, no solo en lo interno, sino en lo más urgente ahora, en el campo externo de las izquierdas desconcertadas, de los No Alineados que, socavados por los residuos neocoloniales que siguen arrastrando y por la corrupción rampante refugiada en los paraísos fiscales, vacilan y se entregan. Fidel no fue apocalíptico. Nos enseñó que hay que mantener el ojo avizor, con los pies firmemente asentados en la tierra. Aparentemente improvisados, sus discursos son el resultado de un meditar ininterrumpido, de un aprendizaje constante, de saber rasgar las hojas de los materiales periclitados.
(Tomado de Juventud Rebelde)
El bloqueo a Cuba (que abarca mil facetas todas inhumanas y genocidas) ha sido incorporado por los habitantes del planeta como algo normal, malo pero aceptado, tras medio siglo es parte del paisaje de este mundo globalizado por el TERROR que impone Estados Unidos de mil formas. Brutalmente con invasiones periódicas, crímenes selectivos, torturas permitidas por el Senado Norteamericano, campos de concentración y tortura como Guantánamo, ocupación en cantidad de países mediante bases militares autorizadas, ó directamente impuestas violentamente como Guantánamo. También a diario y minuto a minuto, influenciando subliminalmente a miles de millones de seres humanos mediante periodistas mercenarios, escritores, poetas y artistas de todas las ramas que se venden por dólares o por exhibirse entre los "habitantes de primera". El resultado de este teorema es sencillo SOMOS COMPLICES de un crimen que consiste en haber apartado, aislado, agredido, calumniado y perjudicado a una población de once millones (hoy) de habitantes, por el solo hecho de poseer la menor mortalidad infantil de las tres Américas y la mayor cantidad de médicos por habitante de las tres Américas. Y se podrían llenar páginas con estadísticas que demuestran cual es el mejor sistema social del mundo y porqué se quiere acabar con el ejemplo cubano. Eladio González toto director fundador del primer museo suramericano Comandante Ernesto Che Guevara de Buenos Aires. CHAUBLOQUEO. "El objetivo primo de la guerra psicológica es crear, en el o los adversarios, un clima mental, una serie de sentimientos que, conduciéndolos por las sucesivas etapas del miedo, del pánico, de la desorientación, del pesimismo, de la tristeza, del desaliento, en fin, los lleve a la derrota." Dr. Ramón Carrillo Ministro de Salud de la Nación 1946-1954 - presidencia Perón.
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