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De: JuanM Pantaleon <juanmpantaleon@gmail.com>
Date: mar, 14 feb 2023 a las 22:07
Darwinismo social y el destino de Cuba y la Humanidad🙏🤑🙏
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No van a poner fin al bloqueo a Cuba
Por: Agustín Lage Dávila
En este artículo: Bloqueo, Bloqueo contra Cuba, Cuba, Donald Trump,
Economía, Estados Unidos, Historia, Historia de Cuba, Joe Biden, John
F. Kennedy, Polítca, Relaciones Cuba Estados Unidos, Sociedad
7 febrero 2022 | 27
Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate
La semana pasada se escribió mucho en la prensa cubana y extranjera
sobre el bloqueo económico, comercial y financiero del gobierno de los
Estados Unidos contra Cuba, pues se cumplieron 60 años de aquel 3 de
febrero de 1962 en que el presidente estadounidense John Kennedy firmó
la orden ejecutiva 3447 que establecía el bloqueo. Apenas una
formalización de una política agresiva establecida "de hecho": ya
habían transcurrido 10 meses de la invasión de Playa Girón, y casi dos
años desde el cínico memorando del asistente de estado para asuntos
interamericanos, Mallory, que decía textualmente que "… el único modo
que se puede vislumbrar para enajenar el apoyo interno es a través del
desencanto…basado en la insatisfacción y dificultad económica".
En estos días se han publicado sobre el tema trabajos muy buenos. No
es necesario recapitular aquí datos y análisis que cualquier lector
puede fácilmente encontrar. Pero puede ser útil comentar sobre causas
profundas que están en las raíces de la hostilidad de los Estados
Unidos contra Cuba, raíces que son anteriores y más profundas incluso
que el conflicto entre ambos países a partir de 1959.
En los Estados Unidos mandan los ricos. ¿queda alguien todavía que no
vea esa realidad? Y la mecánica del sistema político garantiza que eso
siga siendo así. Las campañas electorales de esos ricos cuestan
dinero, mucho dinero y una parte lo ponen los mismos candidatos porque
son millonarios. Otra parte la "donan" (después cobran) otros
millonarios.
Después de la independencia de los Estados Unidos, al menos 12
presidentes habían sido dueños de esclavos. Ocho de ellos siguieron
teniendo esclavos durante el período en que ejercieron como
presidentes, incluido Jefferson, autor principal de la Declaración de
Independencia de 1776 donde se dice que "todos los hombres son creados
iguales". La doble moral entre los ricos viene desde lejos.
El fenómeno Trump es la imagen de caricatura ("comics" se diría en
inglés) de esa realidad, pero ese proceso está enraizado en el
sistema. Así el sistema se asegura que nunca sea electo allí un
revolucionario radical como Fidel Castro, un líder sindical como Lula
o Maduro, un líder universitario como Diaz-Canel, un maestro rural
como Pedro Castillo, un médico con inquietudes sociales como Allende,
un revolucionario guerrillero como Mujica, o un campesino indígena
como Evo.
¿Dónde están los equivalentes de esos líderes en los Estados Unidos?.
Seguramente existen, pero no participan en la política nacional. Están
sencillamente fuera del juego.
En mi etapa de diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular tuve
varias veces la tarea de atender visitas de parlamentarios de otros
países. Un día uno de ellos (por cierto, uno con expresas simpatías
por Cuba) me preguntó esto: "¿y a ti cuanto dinero te costó tu
elección como diputado?... porque a mí me costó más de medio millón".
Me tomó unos minutos poder poder parar de reírme de la pregunta.
En otra ocasión, cuando conversaba con unos electores de mayor edad en
el municipio de Yagüajay, fui yo quien les preguntó: Antes de la
Revolución aquí ¿Quién tenía más poder real sobre la vida de los
ciudadanos del municipio, el alcalde o el dueño del central azucarero?
Me dieron la respuesta esperable: "el dueño del Central, por
supuesto". Y luego surgió la pregunta siguiente: "Y a ese, ¿quién lo
eligió? Nadie lo eligió. Es que la democracia es una broma de mal
gusto cuando el poder económico está en manos de los ricos.
A los revolucionarios cubanos se les ocurrió cambiar las reglas del
juego: repartir la tierra, nacionalizar las fábricas, alfabetizar a
todos, hacer a todos propietarios de sus viviendas, cerrar los casinos
de juego, impedir los lujos, y emplear el dinero público en abrir
escuelas y hospitales, para servicios gratuitos de acceso universal; y
más aún, hacer una política exterior independiente, y darle las armas
al pueblo para defender todo eso.
Era demasiado y podía ser contagioso: los círculos de poder de los
millonarios norteamericanos y sus acólitos locales no lo podían
permitir: y así apareció el bloqueo, la invasión de Girón, las bandas
contrarrevolucionarias, y el invento risible (si no fuera cinismo
trágico) de acusar a Cuba de promover el terrorismo y violar derechos
humanos.
Entendamos que lo que hacen no es solo perversa venganza de los ricos
expropiados; es el frío cálculo de que el socialismo funciona. Por
irónica que parezca la conclusión, ellos saben que el socialismo es
capaz de elevar la calidad de vida y la justicia social y, si eso
sucede, el ejemplo sería muy peligroso. Hace falta que no se le deje
funcionar, y para eso es guerra económica, o cuando funciona (como
muestran los indicadores sociales de Cuba), que no se entere nadie, y
para eso es la guerra mediática.
Así lo reconoció, por escrito y sin atisbo de vergüenza, el propio
Allen Dulles, director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA)
entre 1953 y 1961: "El objetivo final de la estrategia a escala
planetaria, es derrotar en el terreno de la ideas las alternativas a
nuestro dominio, mediante el deslumbramiento y la persuasión, la
manipulación del inconsciente, la usurpación del imaginario colectivo
y la recolonización de las utopías redentoras y libertarias, para
lograr un producto paradójico e inquietante: que las víctimas lleguen
a comprender y compartir la lógica de sus verdugos".
La venganza de los ricos contra los pobres no es nada nuevo en la
historia. En agosto de 1793 Haití fue el primer país del mundo en
abolir la esclavitud. Francia le impuso una deuda de 150 millones de
francos, nada menos que para compensar a los dueños de esclavos que
había perdido su "propiedad". La deuda impuesta (con amenaza de
agresión militar) era superior al producto interno de la economía
haitiana. Les tomó 58 años pagar esa deuda y aun después quedaron más
endeudados por los préstamos que tuvieron que adquirir para poder
pagar. Todas esas deudas, derivadas del "castigo" por declarar la
independencia y abolir la esclavitud, duraron 127 años. Haití se
convirtió en el país más pobre del hemisferio.
Y ahora el bloqueo de los Estados Unidos contra Cuba intenta hacer lo
mismo.
Pero ya no estamos en el siglo XVIII, sino en el XXI. Los pensadores
sociales lúcidos en el mundo saben, y la mayoría de los seres humanos
intuyen, que el capitalismo no es compatible con la justicia y el
bienestar de 9000 millones de personas, con la preservación del medio
ambiente expoliado por la avaricia, y con una economía basada cada vez
más en el conocimiento, que demanda la educación y la participación de
todos.
El capitalismo, y más aun el capitalismo estadounidense, construyó una
sociedad "de competencia" cuya lógica es que los hombres compiten unos
contra otros (y las naciones unas contra otras), y que solamente de
esa competencia surge la riqueza material. La polarización entre
"pocos ganadores" y "muchos perdedores" que esa filosofía de la
existencia genera, es apenas un "daño colateral", inevitable.
Cuba intenta construir un modelo alternativo, y los millonarios que
gobiernan el mundo necesitan que ese modelo no triunfe, para seguir
pregonando que no existen alternativas, y (como dice la canción de
Silvio que todos conocemos) "que pasó de moda la locura...y… que la
gente es mala y no merece…".
Por eso es que no van a levantar el bloqueo. Los gobernantes de los
Estados Unidos, gobernados ellos mismos por el poder del dinero,
sencillamente no pueden hacerlo.
El bloqueo tenemos que seguirlo denunciando, una y otra vez, aunque
sepamos que lo van a mantener, porque con las inmoralidades no puede
haber convivencia, por muy poderosos que sean quienes las imponen.
Levantar ese bloqueo inmoral está fuera de las posibilidades de
gobernantes electos por millonarios. Sería contradictorio con la
naturaleza de su sistema, porque el capitalismo es inmoral.
Nosotros tenemos que saber que hay que seguir resistiendo, y además,
desarrollar nuestra economía y nuestro modelo de sociedad, aún con el
bloqueo.
Y si el 10% de super-ricos (personas o países) necesita que
fracasemos, el otro 90% de la humanidad necesita que triunfemos.
No nos podemos cansar. Nuestro deber es resistir y vencer, pero ese
deber ahora, en el siglo XXI, no es solamente para con Cuba y los
cubanos. Es nuestro deber para con toda la humanidad, porque el mundo
necesita alternativas a la tiranía del mercado y a la democracia de
los que tienen dinero.
Son esas alternativas sociales y económicas lo que intentan bloquear.
No es solo contra Cuba.
José Martí, que vio tan lejos y tan profundo, lo escribió así en 1895,
en el Manifiesto de Montecristi: "La guerra de independencia de Cuba…,
es suceso de gran alcance humano, y servicio oportuno que el heroísmo
juicioso de las Antillas presta a la firmeza y trato justo de las
naciones americanas, y al equilibrio aun vacilante del mundo"
Nuestra batalla de hoy contra el bloqueo, y nuestro desarrollo
socioeconómico a pesar del bloqueo, es parte de ese mismo servicio al
mundo que nos pidió Martí.
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