martes, 12 de junio de 2018

BRASIL Nueva carta Lula al pueblo brasileño museo Che Guevara de Caballito Buenos Aires devuelvan Malvinas a Argentina

No. 13/2018     11 de junio de 2018

(español, inglés y portugués)

 

Brasil. Nueva carta de Lula al pueblo brasileño

 

 

MANIFIESTO AL PUEBLO BRASILENO

 

Hace dos meses estoy preso, injustamente, sin haber cometido ningún crimen. Hace dos meses estoy impedido de recorrer el país que amo, llevando el mensaje de esperanza en un Brasil mejor y más justo, con oportunidades para todos, como siempre he hecho en 45 años de vida pública.

 

Fui privado de convivir diariamente con mis hijos y mi hija, mis nietos y nietas, mi bisnieta, mis amigos y compañeros. Pero no tengo duda que me pusieron aquí para impedirme convivir con mi gran familia: el pueblo brasileño. Eso es lo que más me angustia, pues sé que, cada día más y más familias vuelven a vivir en las calles, abandonadas por el Estado que debería protegerlas.

 

Desde donde me encuentro, quiero renovar el mensaje de fe en Brasil y en nuestro pueblo. Juntos, supimos superar momentos difíciles, graves crisis económicas, políticas y sociales. En mi gobierno, vencimos el hambre, el desempleo, la recesión, las enormes presiones del capital internacional y de sus representantes en el país. Juntos, reducimos la enfermedad secular de la desigualdad social que marcó la formación de Brasil: el genocidio de los indígenas, la esclavitud de los negros y la explotación de los trabajadores de la ciudad y del campo.

 

Combatimos sin tregua las injusticias. De cabeza erguida, llegamos a ser considerados el pueblo más optimista del mundo. Profundizamos nuestra democracia y por eso conquistamos protagonismo internacional, con la creación de la Unasur, de la Celac, de los BRICS y nuestra relación solidaria con los países africanos. Nuestra voz fue escuchada en el G-8 y en los más importantes foros mundiales.

 

Estoy seguro de que podemos reconstruir este país y volver a soñar con una gran nación. Eso es lo que me anima a seguir luchando.

 

No puedo conformarme con el sufrimiento de los más pobres y el castigo que está siendo impuesto a nuestra clase trabajadora, así como no me conformo con mi situación.

 

Los que me acusaron en la Lava Jato saben que mintieron, pues nunca fui dueño, nunca tuve la posesión, nunca pasé una noche en el apartamento de Guarujá. Los que me condenaron, Sérgio Moro y los fiscales del TRF-4, saben que armaron una farsa judicial para arrestarme, pues demostré mi inocencia en el proceso y ellos no consiguieron presentar la prueba del crimen del cual me acusan.

 

Hasta hoy me pregunto: ¿dónde está la prueba?

 

No fui tratado por los fiscales de la Lava Jato, por Moro y por el TRF-4 como un ciudadano igual a los demás. He sido tratado siempre como enemigo.

 

No cultivo odio o rencor, pero dudo que mis verdugos puedan dormir con la conciencia tranquila.

 

En contra de las injusticias, tengo el derecho constitucional de recurrir en libertad, pero ese derecho me ha sido negado hasta ahora por el único motivo de que me llamo Luiz Inacio Lula da Silva.

 

Por eso me considero un preso político en mi país.

 

Cuando quedó claro que me iban a atrapar a la fuerza, sin crimen ni pruebas, decidí quedarme en Brasil y enfrentar a mis verdugos. Sé mi lugar en la historia y sé cuál es el lugar reservado a los que hoy me persiguen. Estoy seguro de que la justicia hará prevalecer la verdad.

 

En las caravanas que hice recientemente por Brasil, vi la esperanza en los ojos de las personas. Y también vi la angustia de quien está sufriendo con el regreso del hambre y del desempleo, la desnutrición, el abandono escolar, los derechos robados a los trabajadores, la destrucción de las políticas de inclusión social constitucionalmente garantizadas y ahora negadas en la práctica.

 

Es para acabar con el sufrimiento del pueblo que soy nuevamente candidato a la Presidencia de la República.

 

Asumo esta misión porque tengo una gran responsabilidad con Brasil y porque los brasileños tienen el derecho de votar libremente en un proyecto de país más solidario, más justo y soberano, perseverando en el proyecto de integración latinoamericana.

 

Soy candidato porque creo sinceramente que la Justicia Electoral mantendrá la coherencia con sus precedentes de jurisprudencia desde 2002, no doblegándose al chantaje de la excepción sólo para lesionar mi derecho y el derecho de los votantes a votar por quién mejor los representa.

 

Tuve muchas candidaturas en mi trayectoria, pero ésta es diferente: es el compromiso de mi vida. Quien tuvo el privilegio de ver a Brasil avanzar en beneficio de los más pobres, después de siglos de exclusión y abandono, no puede apartarse en el momento más difícil para nuestra gente.

 

Sé que mi candidatura representa la esperanza, y vamos a llevarla hasta las últimas consecuencias, porque tenemos de nuestro lado la fuerza del pueblo.

 

Tenemos el derecho de soñar nuevamente, después de la pesadilla que nos fue impuesta con el golpe de 2016.

 

Mintieron para derribar a la presidenta Dilma Rousseff, legítimamente electa. Mintieron con que el país mejoraría si el PT salía del gobierno; que habría más empleos y más desarrollo. Mintieron para imponer el programa derrotado en las urnas en 2014. Mintieron para destruir el proyecto de erradicación de la miseria que pusimos en marcha desde mi gobierno. Mintieron para entregar las riquezas nacionales y favorecer a los tenedores del poder económico y financiero, en una escandalosa traición a la voluntad del pueblo, manifestada en 2002, 2006, 2010 y 2014, de modo claro e inequívoco.

 

Está llegando la hora de la verdad.

 

Quiero ser presidente de Brasil nuevamente porque ya he probado que es posible construir un Brasil mejor para nuestro pueblo. Probamos que el país puede crecer, en beneficio de todos, cuando el gobierno coloca a los trabajadores y a los más pobres en el centro de atención, y no se vuelve esclavo de los intereses de los ricos y poderosos. Y probamos que solamente la inclusión de millones de pobres puede hacer que la economía crezca y se recupere.

 

Gobernamos para el pueblo y no para el mercado. Es lo contrario de lo que hace el gobierno de nuestros empresarios, al servicio de los financistas y de las multinacionales, que suprimió derechos históricos de los trabajadores, redujo el salario real, cortó las inversiones en salud y educación y está destruyendo programas como el Bolsa Familia, Mi Casa Mi Vida, el Pronaf, Luz para Todos, Prouni y Fies, entre tantas acciones dirigidas a la justicia social.

 

Sueño ser presidente de Brasil para acabar con el sufrimiento de quien no tiene más dinero para comprar o no tiene más dinero para comprar la bombona de gas, que ha vuelto a usar la leña para cocinar o, peor aún, que usan alcohol y se convierten en víctimas de graves accidentes y quemaduras. Este es uno de los más crueles retrocesos provocados por la política de destrucción de Petrobrás y de la soberanía nacional, conducida por los entreguistas del PSDB que apoyaron el golpe de 2016.

 

Petrobrás no fue creada para generar ganancias para los especuladores de Wall Street en Nueva York, sino para garantizar la autosuficiencia de petróleo en Brasil, a precios compatibles con la economía popular. Petrobrás tiene que volver a ser brasileña. Pueden estar seguros de que vamos a acabar con esa historia de vender sus activos. No será más rehén de las multinacionales del petróleo. Volverá a desempeñar un papel estratégico en el desarrollo del país, incluso en la dirección de los recursos del pre-sal para la educación, nuestro pasaporte para el futuro.

 

Pueden estar seguros también de que impediremos la privatización de Eletrobras, del Banco do Brasil y de la Caixa, del debilitamiento del BNDES y de todos los instrumentos de que dispone el país para promover el desarrollo y el bienestar social.

 

Sueño ser el presidente de un país en el que el juzgador preste más atención a la Constitución y menos a los titulares de los periódicos.

 

En que el estado de derecho sea la regla, sin medidas de excepción.

 

Sueño con un país en que la democracia prevalezca sobre el albedrío, el monopolio de los medios, el prejuicio y la discriminación.

 

Sueño ser el presidente de un país en el que todos tengan derechos y nadie tenga privilegios.

 

Un país en que todos puedan hacer nuevamente tres comidas al día; en que los niños puedan asistir a la escuela, en que todos tengan derecho al trabajo con salario digno y protección de la ley. Un país en el que todo trabajador rural vuelva a tener acceso a la tierra para producir, con financiamiento y asistencia técnica.

 

Un país en el que la gente vuelva a tener confianza en el presente y la esperanza en el futuro. Y que por eso mismo vuelva a ser respetado internacionalmente, vuelva a promover la integración latinoamericana y la cooperación con África, y que ejerza una posición soberana en los diálogos internacionales sobre el comercio y el medio ambiente, por la paz y la amistad entre los pueblos.

 

Sabemos cuál es el camino para concretar esos sueños. Hoy pasa por la celebración de elecciones libres y democráticas, con la participación de todas las fuerzas políticas, sin reglas de excepción para imposibilitar a determinado candidato.

 

Sólo así tendremos un gobierno con legitimidad para enfrentar los grandes desafíos, que podrá dialogar con todos los sectores de la nación respaldado por el voto popular. Es la misión que me propongo al aceptar la candidatura presidencial por el Partido de los Trabajadores.

 

Ya demostramos que es posible logar un gobierno de pacificación nacional, en el que Brasil camine al encuentro de los brasileños, especialmente de los más pobres y de los trabajadores.

 

Hice un gobierno en el que los pobres se incluyeron en el presupuesto de la Unión, con más distribución de ingresos y menos hambre; con más salud y menos mortalidad infantil; con más respeto y afirmación de los derechos de las mujeres, de los negros y de la diversidad, y con menos violencia; con más educación en todos los niveles y menos niños fuera de la escuela; con más acceso a las universidades y la enseñanza técnica y menos jóvenes excluidos del futuro; con más vivienda popular y menos conflictos de ocupaciones en las ciudades; con más asentamientos y distribución de tierras y menos conflictos de ocupaciones en el campo; con más respeto a las poblaciones indígenas y quilombolas, con más ganancias salariales y garantía de los derechos de los trabajadores, con más diálogo con los sindicatos, movimientos sociales y organizaciones empresariales y menos conflictos sociales.

 

Fue un tiempo de paz y prosperidad, como nunca antes tuvimos en la historia.

 

Creo, desde el fondo del corazón, que Brasil puede volver a ser feliz. Y puede avanzar mucho más de lo que conquistamos juntos, cuando el gobierno era del pueblo.

 

Para alcanzar este objetivo, tenemos que unir las fuerzas democráticas de todo Brasil, respetando la autonomía de los partidos y de los movimientos, pero siempre teniendo como referencia un proyecto de país más solidario y más justo, que rescate la dignidad y la esperanza de nuestra gente sufrida. Estoy seguro de que estaremos juntos al final de la caminata.

 

Desde aquí donde estoy, con la solidaridad y las energías que vienen de todos los rincones de Brasil y del mundo, puedo asegurar que continuaré trabajando para transformar nuestros sueños en realidad. Y así me voy preparando, con fe en Dios y mucha confianza, para el día del reencuentro con el querido pueblo brasileño.

 

Y ese reencuentro sólo no ocurrirá si la vida me falta.

 

Hasta pronto, mi gente

¡Viva Brasil! ¡Viva la democracia! ¡Viva el Pueblo Brasileño!

Luiz Inacio Lula da Silva

Curitiba, 8 de junio de 2018

Brasil. Lula´s New Letter to Brazilian people

 

MANIFEST TO THE PEOPLE OF BRAZIL

 

“For two months now, I have been unjustly incarcerated without having committed any crime. For two months I have been unable to travel the country I love, bringing the message of hope of a better and more just Brazil, with opportunities for all, as I always did during 45 years of public life.

 

I was deprived of my daily life with my sons and my daughter, my grandsons and granddaughters, my great-granddaughter, my friends and comrades. But I have no doubt that they have put me here to prevent me from being with my larger family: the Brazilian people. This is what distresses me the most, because I know that outside, every day, more and more families are back to living in the streets, abandoned by the State that should protect them.

 

From where I am, I want to renew the message of faith in Brazil and in our people. Together, we have been able to overcome difficult times, serious economic, political and social crises. Together, under my government, we overcame hunger, unemployment, recession, the enormous pressures of international capital and its representatives in the country. Together, we reduced the age-old disease of social inequality that marked Brazil's formation: indigenous genocide, the enslavement of blacks and the exploitation of the workers of the city and the countryside.

 

We fought injustice tirelessly. With our heads held high, we have come to be considered the most optimistic people in the world. We have deepened our democracy and we have gained international prominence with the creation of Unasur, Celac, BRICS and our relationship of solidarity with African countries. Our voice was heard in the G8 and in the most important world fora.

 

I am sure we can rebuild this country and dream, once again, like a great nation. That's what keeps me fighting.

 

I will not settle with the suffering of the poorest and the punishment that is falling on our working class, just as I will not settle with my situation.

 

Those who accused me in Lava Jato know that they lied, because I never owned, never had possession, nor spent one night in the Guarujá apartment. Those who condemned me, Sérgio Moro and the TRF-4 judges know that they set up a judicial farce to arrest me because I was able to prove my innocence in the case and they were not able to present proof of the crime that they accuse me of.

 

To this day I ask myself: where is the proof?

 

I was not treated by the prosecutors of Lava Jato, Moro and TRF-4 as a citizen equal to everyone else. I have always been treated as an enemy.

 

I do not cultivate hatred or hold any grudge, but I doubt my executioners can sleep with a clear conscience.

 

Against all injustices, I have the constitutional right to appeal out of jail, but this right has been denied to me so far, for the sole reason that my name is Luiz Inacio Lula da Silva.

 

That is why I consider myself a political prisoner in my country.

 

When it became clear that they were going to take me in by force, without crime or evidence, I decided to stay in Brazil and face my executioners. I know my place in history and I know the place reserved for those who persecute me today. I am sure that Justice will make truth prevail.

 

In the caravans I recently took part in, along Brazil, I saw hope in people's eyes. And I have also seen the anguish of those who are suffering with the return of hunger and unemployment, malnourishment, school dropout, rights robbed from workers, destruction of the constitutionally guaranteed policies of social inclusion, that are now denied in practice.

 

It is to end the suffering of the people that I am again running for President.

 

I take on this mission because I have a great responsibility with Brazil and because Brazilians have the right to vote freely for a project of more solidarity, a more just and a sovereign country, persevering in the project of Latin American integration.

 

I am a candidate because I sincerely believe that the Electoral Court will be coherent with its judicial precedents, since 2002, not bowing to the blackmail of exception only to hurt my right and the right of voters to choose who represents them best.

 

I ran many times during my career, but this race is different: it is my life’s commitment. Those who had the privilege of seeing Brazil advance on behalf of the poorest, after centuries of exclusion and abandonment, cannot sit out during the most difficult time for our people.

 

I know that my candidacy represents hope, and we will take it to the final consequences, because we have the strength of the people at our side.

 

We have the right to dream again, after the nightmare that was imposed on us by the 2016 coup.

 

They lied to overthrow the legitimately elected President Dilma Rousseff. They lied saying that the country would improve if the Workers’ Party was ousted from government; that there would be more jobs and more development. They lied to impose the program that was defeated at the polls in 2014. They lied to destroy the project of eradicating misery which we put in place under my government. They lied to give away the nation’s wealth and to favor the economic and financial powers, in a scandalous betrayal of the people’s will manifested clearly and unequivocally in 2002, 2006, 2010 and 2014.

 

The hour of truth is coming.

 

I want to be president of Brazil once again because I have already proved that it is possible to build a better Brazil for our people. We proved that the country can grow for the benefit of all when the government places the workers and the poorest at the center of the concerns, and does not become a slave to the interests of the rich and powerful. And we proved that only the inclusion of millions of poor people can make the economy grow and recover.

 

We govern for the people and not for the market. It is the opposite of what the government of our opponents, at the service of financiers and multinationals, who abolished the historic rights of workers, reduced real wages, cut off investments in health and education, and is destroying programs like Bolsa Familia, Minha Casa, Minha Vida, Pronaf, Luz Para Todos, Prouni and Fies, among many actions aimed at social justice.

 

I dream of being president of Brazil to end the suffering of those who do not have money anymore to buy gas, who now have to use wood for cooking or, even worse, use alcohol and become victims of serious accidents and burns. This is one of the cruelest setbacks caused by the policy of destruction of Petrobras and of our national sovereignty, led by PSDB supporters who backed the 2016 coup.

 

Petrobras was not created to generate gains for Wall Street speculators in New York, but to ensure oil self-sufficiency in Brazil at prices compatible with the popular economy. Petrobras must be Brazilian again. You can be certain that we are going to end this tale of selling its assets. It will no longer be hostage to oil multinationals. It will once again play a strategic role in the country's development, including in directing the pre-salt resources to education, our passport to the future.

 

You can also be sure that we will prevent the privatization of Eletrobrás, Banco do Brasil and Caixa, the emptying of the BNDES and of all the tools available to the country to promote development and social welfare.

 

I dream of being the president of a country where the judge pays more attention to the Constitution and less to the headlines.

 

Where rule of law is the rule, without measures of exception.

 

I dream of a country where democracy prevails over anyone’s discretion, media monopoly, prejudice and discrimination.

I dream of being the president of a country where everyone has rights and nobody has privileges. A Country where everyone can have three meals a day again; where children can attend school, where everyone has the right to work for dignified wages and with the protection of the law. A country in which every rural worker has again access to land to produce, with finance and technical assistance.

A country where people will once again have confidence in the present and hope for the future. And where for this very reason is once again respected internationally, promotes Latin American integration and cooperation with Africa once again, and exercises a sovereign position in the international dialogues on trade and the environment, for peace and friendship amongst peoples.

We know the way to carry out these dreams. Today it goes through the holding of free and democratic elections, with the participation of all political forces, with no rules of exception to prevent just one candidate.

Only then will we have a government with legitimacy to face great challenges that can dialogue with all sectors of the nation supported by the popular vote. It is this mission that I am taking on by accepting my nomination as presidential candidate of the Workers' Party.

We have demonstrated already that it is possible to make a government of national appeasement, where which Brazil walks in the direction of the Brazilians, especially the poorest and the workers.

My government was one where the poor were included in the Union’s budget, with more income distribution and less hunger; with more health and less child mortality; with more respect and affirmation of the rights of women, of blacks and of diversity, and with less violence; with more education at all levels and fewer children out of school; with more access to universities and technical education and fewer young people excluded from the future; with more popular housing and fewer occupancy conflicts in the cities; with more settlements and land distribution and fewer conflicts of occupation in the countryside; with more respect for the indigenous populations and quilombolas, with more salary gains and guarantees for the rights of workers, with more dialogue with unions, social movements and business organizations and less social conflicts.

It was a time of peace and prosperity, as we have never had before in history.

I believe, from the bottom of my heart, that Brazil can be happy again. And it can advance much more than we had already conquered together, when the government was of the people.

In order to achieve this goal, we must unite the democratic forces of all Brazil, respecting the autonomy of the parties and the movements, but always having as reference a project of more solidarity and a fairer Country that will rescue the dignity and hope of our suffering people. I am sure we will be together at the end of that path.

From where I am, with the solidarity and energies that come from all corners of Brazil and the world, I can assure you that I will continue working to transform our dreams into reality. And so I am preparing, with faith in God and a lot of confidence, for the day when I will once again unite with the beloved Brazilian people.

Only, if my life is taken, will this reunion not come to be.  

And this reunion will not happen only if my life is lacking.

See you soon, my people.

Long live Brazil! Long live Democracy! Long live the Brazilian people!

Luiz Inácio Lula da Silva

Curitiba, June 8, 2018

 

MANIFESTO AO POVO BRASILEIRO

 

Há dois meses estou preso, injustamente, sem ter cometido crime nenhum. Há dois meses estou impedido de percorrer o País que amo, levando a mensagem de esperança num Brasil melhor e mais justo, com oportunidades para todos, como sempre fiz em 45 anos de vida pública. 

 

Fui privado de conviver diariamente com meus filhos e minha filha, meus netos e netas, minha bisneta, meus amigos e companheiros. Mas não tenho dúvida de que me puseram aqui para me impedir de conviver com minha grande família: o povo brasileiro. Isso é o que mais me angustia, pois sei que, do lado de fora, a cada dia mais e mais famílias voltam a viver nas ruas, abandonadas pelo estado que deveria protegê-las.

 

De onde me encontro, quero renovar a mensagem de fé no Brasil e em nosso povo. Juntos, soubemos superar momentos difíceis, graves crises econômicas, políticas e sociais. Juntos, no meu governo, vencemos a fome, o desemprego, a recessão, as enormes pressões do capital internacional e de seus representantes no País. Juntos, reduzimos a secular doença da desigualdade social que marcou a formação do Brasil: o genocídio dos indígenas, a escravidão dos negros e a exploração dos trabalhadores da cidade e do campo.

 

Combatemos sem tréguas as injustiças. De cabeça erguida, chegamos a ser considerados o povo mais otimista do mundo. Aprofundamos nossa democracia e por isso conquistamos protagonismo internacional, com a criação da Unasur, da Celac, dos BRICS e a nossa relação solidária com os países africanos. Nossa voz foi ouvida no G-8 e nos mais importantes fóruns mundiais.

 

Tenho certeza que podemos reconstruir este País e voltar a sonhar com uma grande nação. Isso é o que me anima a seguir lutando.

 

Não posso me conformar com o sofrimento dos mais pobres e o castigo que está se abatendo sobre a nossa classe trabalhadora, assim como não me conformo com minha situação. 

 

Os que me acusaram na Lava Jato sabem que mentiram, pois nunca fui dono, nunca tive a posse, nunca passei uma noite no tal apartamento do Guarujá. Os que me condenaram, Sérgio Moro e os desembargadores do TRF-4, sabem que armaram uma farsa judicial para me prender, pois demonstrei minha inocência no processo e eles não conseguiram apresentar a prova do crime de que me acusam. 

 

Até hoje me pergunto: onde está a prova?

 

Não fui tratado pelos procuradores da Lava Jato, por Moro e pelo TRF-4 como um cidadão igual aos demais. Fui tratado sempre como inimigo. 

 

Não cultivo ódio ou rancor, mas duvido que meus algozes possam dormir com a consciência tranquila.

 

Contra todas as injustiças, tenho o direito constitucional de recorrer em liberdade, mas esse direito me tem sido negado, até agora, pelo único motivo de que me chamo Luiz Inácio Lula da Silva.

 

Por isso me considero um preso político em meu país.

 

Quando ficou claro que iriam me prender à força, sem crime nem provas, decidi ficar no Brasil e enfrentar meus algozes. Sei do meu lugar na história e sei qual é o lugar reservado aos que hoje me perseguem. Tenho certeza de que a Justiça fará prevalecer a verdade.

 

Nas caravanas que fiz recentemente pelo Brasil, vi a esperança nos olhos das pessoas. E também vi a angústia de quem está sofrendo com a volta da fome e do desemprego, a desnutrição, o abandono escolar, os direitos roubados aos trabalhadores, a destruição das políticas de inclusão sociais constitucionalmente garantidas e agora negadas na prática.

 

É para acabar com o sofrimento do povo que sou novamente candidato à Presidência da República.  

 

Assumo esta missão porque tenho uma grande responsabilidade com o Brasil e porque os brasileiros têm o direito de votar livremente num projeto de país mais solidário, mais justo e soberano, perseverando no projeto de integração latino-americana.

 

Sou candidato porque acredito, sinceramente, que a Justiça Eleitoral manterá a coerência com seus precedentes de jurisprudência, desde 2002, não se curvando à chantagem da exceção só para ferir meu direito e o direito dos eleitores de votar em quem melhor os representa.

 

Tive muitas candidaturas em minha trajetória, mas esta é diferente: é o compromisso da minha vida. Quem teve o privilégio de ver o Brasil avançar em benefício dos mais pobres, depois de séculos de exclusão e abandono, não pode se omitir na hora mais difícil para a nossa gente. 

 

Sei que minha candidatura representa a esperança, e vamos levá-la até as últimas consequências, porque temos ao nosso lado a força do povo. 

 

Temos o direito de sonhar novamente, depois do pesadelo que nos foi imposto pelo golpe de 2016. 

 

Mentiram para derrubar a presidenta Dilma Rousseff, legitimamente eleita.  Mentiram que o país iria melhorar se o PT saísse do governo; que haveria mais empregos e mais desenvolvimento. Mentiram para impor o programa derrotado nas urnas em 2014. Mentiram para destruir o projeto de erradicação da miséria que colocamos em curso a partir do meu governo. Mentiram para entregar as riquezas nacionais e favorecer os detentores do poder econômico e financeiro, numa escandalosa traição à vontade do povo, manifestada em 2002, 2006, 2010 e 2014, de modo claro e inequívoco. 

 

Está chegando a hora da verdade.

 

Quero ser presidente do Brasil novamente porque já provei que é possível construir um Brasil melhor para o nosso povo. Provamos que o País pode crescer, em benefício de todos, quando o governo coloca os trabalhadores e os mais pobres no centro das atenções, e não se torna escravo dos interesses dos ricos e poderosos. E provamos que somente a inclusão de milhões de pobres pode fazer a economia crescer e se recuperar. 

 

Governamos para o povo e não para o mercado. É o contrário do que faz o governo dos nossos adversários, a serviço dos financistas e das multinacionais, que suprimiu direitos históricos dos trabalhadores, reduziu o salário real, cortou os investimentos em saúde e educação e está destruindo programas como o Bolsa Família, o Minha Casa Minha Vida, o Pronaf, Luz Pra Todos, Prouni e Fies, entre tantas ações voltadas para a justiça social.

 

Sonho ser presidente do Brasil para acabar com o sofrimento de quem não tem mais dinheiro para comprar o botijão de gás, que voltou a usar a lenha para cozinhar ou, pior ainda, usam álcool e se tornam vítimas de graves acidentes e queimaduras. Este é um dos mais cruéis retrocessos provocados pela política de destruição da Petrobrás e da soberania nacional, conduzida pelos entreguistas do PSDB que apoiaram o golpe de 2016.  

 

A Petrobrás não foi criada para gerar ganhos para os especuladores de Wall Street, em Nova Iorque, mas para garantir a autossuficiência de petróleo no Brasil, a preços compatíveis com a economia popular. A Petrobrás tem de voltar a ser brasileira. Podem estar certos que nós vamos acabar com essa história de vender seus ativos. Ela não será mais refém das multinacionais do petróleo. Voltará a exercer papel estratégico no desenvolvimento do País, inclusive no direcionamento dos recursos do pré-sal para a educação, nosso passaporte para o futuro.

 

Podem estar certos também de que impediremos a privatização da Eletrobrás, do Banco do Brasil e da Caixa, o esvaziamento do BNDES e de todos os instrumentos de que o País dispõe para promover o desenvolvimento e o bem-estar social. 

 

Sonho ser o presidente de um País em que o julgador preste mais atenção à Constituição e menos às manchetes dos jornais. 

 

Em que o estado de direito seja a regra, sem medidas de exceção. 

 

Sonho com um país em que a democracia prevaleça sobre o arbítrio, o monopólio da mídia, o preconceito e a discriminação.

 

Sonho ser o presidente de um País em que todos tenham direitos e ninguém tenha privilégios. 

 

Um País em que todos possam fazer novamente três refeições por dia; em que as crianças possam frequentar a escola, em que todos tenham direito ao trabalho com salário digno e proteção da lei. Um país em que todo trabalhador rural volte a ter acesso à terra para produzir, com financiamento e assistência técnica. 

 

Um país em que as pessoas voltem a ter confiança no presente e esperança no futuro. E que por isso mesmo volte a ser respeitado internacionalmente, volte a promover a integração latino-americana e a cooperação com a África, e que exerça uma posição soberana nos diálogos internacionais sobre o comércio e o meio ambiente, pela paz e a amizade entre os povos.

 

Nós sabemos qual é o caminho para concretizar esses sonhos. Hoje ele passa pela realização de eleições livres e democráticas, com a participação de todas as forças políticas, sem regras de exceção para impedir apenas determinado candidato. 

 

Só assim teremos um governo com legitimidade para enfrentar os grandes desafios, que poderá dialogar com todos os setores da nação respaldados pelo voto popular. É a esta missão que me proponho ao aceitar a candidatura presidencial pelo Partido dos Trabalhadores.

 

Já mostramos que é possível fazer um governo de pacificação nacional, em que o Brasil caminhe ao encontro dos brasileiros, especialmente dos mais pobres e dos trabalhadores.

 

Fiz um governo em que os pobres foram incluídos no orçamento da União, com mais distribuição de renda e menos fome; com mais saúde e menos mortalidade infantil; com mais respeito e afirmação dos direitos das mulheres, dos negros e à diversidade, e com menos violência; com mais educação em todos os níveis e menos crianças fora da escola; com mais acesso às universidades e ao ensino técnico e menos jovens excluídos do futuro; com mais habitação popular e menos conflitos de ocupações nas cidades; com mais assentamentos e distribuição de terras e menos conflitos de ocupações no campo; com mais respeito às populações indígenas e quilombolas, com mais ganhos salariais e garantia dos direitos dos trabalhadores, com mais diálogo com os sindicatos, movimentos sociais e organizações empresarias e menos conflitos sociais. 

 

Foi um tempo de paz e prosperidade, como nunca antes tivemos na história.

 

Acredito, do fundo do coração, que o Brasil pode voltar a ser feliz. E pode avançar muito mais do que conquistamos juntos, quando o governo era do povo.

 

Para alcançar este objetivo, temos de unir as forças democráticas de todo o Brasil, respeitando a autonomia dos partidos e dos movimentos, mas sempre tendo como referência um projeto de País mais solidário e mais justo, que resgate a dignidade e a esperança da nossa gente sofrida. Tenho certeza de que estaremos juntos ao final da caminhada.

 

Daqui onde estou, com a solidariedade e as energias que vêm de todos os cantos do Brasil e do mundo, posso assegurar que continuarei trabalhando para transformar nossos sonhos em realidade. E assim vou me preparando, com fé em Deus e muita confiança, para o dia do reencontro com o querido povo brasileiro.

 

E esse reencontro só não ocorrerá se a vida me faltar.

 

Até breve, minha gente.

Viva o Brasil! Viva a Democracia! Viva o Povo Brasileiro!

 

Luiz Inácio Lula da Silva

 

Curitiba, 8 de junho de 2018

 

 

 




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