lunes, 3 de junio de 2019

Simón Bolivar por Pedro Rodríguez Rojas Caracas Simón Rodríguez Chaubloqueo museo Che Guevara Marley de Caballito


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Bolívar y Rodríguez
en la Constitución de las nuevas Repúblicas

DR Pedro Rodríguez Rojas - prodriguezrojas@hotmail.com

7.     La Originalidad de América

9.     Bibliografía Básica

Hemos querido abordar en este trabajo el pensamiento de nuestro Libertador Simón Bolívar y su destacado Maestro Simón Rodríguez, referente a los principios fundamentales bases para el surgimiento de las nuevas Repúblicas Americanas. Esta revisión está guiada principalmente por el rescate de aquellas ideas, que hoy en el debate de una nueva Constitución Nacional y el surgimiento de una nueva república, tengan aun vigencia.
Venezuela y toda la América Latina, después de más de tres siglos de colonización, requería un proyecto para el surgimiento de una nueva realidad económica, política y social. Sin embargo, después de la independencia a pesar de la alta significación de la ruptura colonial con respecto a España, a pesar de algunos cambios ocurridos en el plano jurídico, la realidad económica, política y social pocas transformaciones estructurales presenciaron: 1) La Propiedad Territorial: La economía sigue siendo predominantemente agrícola y pecuaria, pero antiguos y nuevos dueños seguían monopolizando la tierra. 2) La Mano de Obra: Aun muchos años después de la independencia siguió existiendo esclavitud en América Latina (En Venezuela fueron liberados en 1854; 33 años después de la Batalla de Carabobo), pero aun siendo liberados permanecieron diversos mecanismos de esclavitud disfrazada, puesto que los esclavos, ahora hombres libres pero sin tierra, tuvieron que ir a trabajar la tierra pero ahora sin la obligación de los dueños de garantizarle vivienda, salud, educación, a él y a su familia. Como sí lo era en la esclavitud, donde el esclavo a igual que un animal debía ser protegido por el dueño.
Sumado a esto, tenemos los endeudamientos hereditarios de los trabajadores (asalariados) con el hacendado que imposibilitaban la ruptura del trabajador con su trabajo y lo ataban a él y a sus descendientes a una esclavitud disfrazada. 3) En lo Político: A pesar de reconocerse en las mayorías de constituciones “la igualdad ante los ojos de Dios”, lo cierto es que el poder político siguió concentrado en una elite, fundamentalmente la de los antiguos blancos criollos, que para elegir y ser elegidos había que contar con propiedades, títulos, saber leer y escribir que sólo eran propiedad de muy pocos. 4) Social y Cultural: Como es lógico este marginamiento de las mayorías de la propiedad  territorial y el poder político, manifestaban la polarización social entre quienes no tenían nada y quienes lo tenían todo. Los pobres, los campesinos contaban con muy pocos derechos civiles y un casi nulo derecho a la educación. 5) En el plano de nuestras relaciones internacionales: si bien rompimos con España entramos a una era de dependencia económica con las nuevas potencias mundiales, en el siglo XIX con respecto a Inglaterra y en el siglo XX con los EEUU.
Con lo anteriormente señalado, no pretendemos disminuir la importancia histórica de la gesta emancipatoria, pero es necesario reconocer que en América esta fue fundamentalmente  beneficiosa para una elite: la oligarquía criolla, mucho de los cuales perseguían aumentar sus poderes y para nada le convenían cambios estructurales en la sociedad americana. A ello se debió la resistencia de parte de nuestros humildes pobladores en participar en esta lucha que pocos beneficios le ofrecía y esto fue causa a su vez de los fracasos iniciales de la independencia; igualmente la traición, la no solución a problemas vitales para estas mayorías, como era la libertad, la igualdad y el derecho a propiedad, produjeron durante buena parte del siglo XIX, revueltas, motines y revoluciones, que nuevamente dieron pie a nuevas traiciones. La Guerra Federal (1859 – 1864) es una manifestación de estas desigualdades sociales.
Sí hacemos un rápido vuelo por nuestra historia, observaremos, como a pesar, de los largos años transcurridos en gobiernos dictatoriales, democracias representativas, discursos y reformas que prometieron cambios en esta realidad se quedaron en la nada. Hoy la mayoría de la tierra sigue estando en muy pocas manos; hoy a pesar de los avances en los aspectos sociales y políticos, sólo una minoría usufructa el poder, el 80% de la población se encuentra en estado de pobreza. No es casual que desde la época colonial  hasta nuestros días sólo un selecto grupo representado por un 20% goza de un bienestar social mientras la mayoría vive en la indigencia.
Pero así como muchos hombres de los que lucharon con armas y los que lucharon con las ideas contra la colonización, lo hicieron sólo pensando en sus intereses propios y traicionando a quienes les apoyaban, igualmente hubo hombres que a conciencia luchaban por la formación de Repúblicas Americanas estructuralmente diferentes. En este trabajo sólo nos referiremos  a Don Simón Rodríguez y a su más importante alumno Simón Bolívar, pero en esta lucha, ayer y hoy no estuvieron solos y hoy tampoco lo están.

¿Un Oligarca diferente?
Sobre los ideales de Bolívar se han hecho toda una fantasía, de quienes se lo imaginan desde niño alzando una espada y soñando con la libertad y la igualdad social. Esto contradice cualquier explicación lógica, no sólo por el hecho de pedirle a un niño que siendo parte de un legado familiar de esclavistas y grandes propietarios de la tierra tenga ideas igualitarias, sino que como bien se demuestra en los primeros escritos de Bolívar y más aún en los primeros años de la contienda (1810 – 1814), el proyecto bélico estaba para él aun centrado en la liberación de España y la lucha era fundamentalmente un problema entre blancos.
La derrota de la primera y segunda república (1812 y 1814 respectivamente) y la movilización social producida por el ejército realista encabezado  por Boves – que por primera vez despertaba el interés por la guerra a la mayoría de la población, al ofrecer tierra y libertad con respecto al esclavista y propietario de la tierra, es decir, el blanco criollo- dieron pie a la preocupación por lo social por parte del libertador. Así se manifiesta en los decretos de 1816 y 1817, en los que ofrece tierra y libertad a los que acompañaron al ejército patriota. Pero más aun en las propuestas de igualdad y justicia social, educación que propusiera ante el Congreso de Angostura de 1819.
Sin pretender “tirar por los cabellos” las ideas del Libertador, pues es necesario reconocer la existencia de contextos históricos distintos, deseamos presentar a continuación algunos principios que pudieran ser debatidos a la luz de dos escenarios comunes: la constitución de las primeras repúblicas americanas y la actual necesaria constitución de una nueva República Venezolana y el Proyecto Integracionista Latinoamericano.

La Necesaria Originalidad.
Es sin duda en el discurso ante el Congreso de Angostura en 1819 donde Bolívar mejor expuso las bases que a su parecer debían sustentar la Nueva República, así lo señala a los constituyentistas de entonces “...Siendo nuestras funciones la creación de un cuerpo político y aún se podría decir la creación de una sociedad entera...”(p.68).
Al hacer su propuesta de Gobierno insiste en la necesidad de ser original, de reconocer nuestras diferencias y que por lo tanto no debíamos imitar: “pero sea lo que fuera, de este gobierno con respecto a la Nación Americana, debo decir, que ni remotamente ha entrado en mí idea, asimilar la situación y naturaleza de dos Estados tan distintos como el Inglés Americano y el Americano Español”. (p.73), ya que según su propia apreciación: “Nuestro pueblo no es el europeo, ni el americano del norte, que más bien es un conjunto de África y de América...” (p.76). “No olvidemos jamás que la existencia de un gobierno no consiste en su teoría, en su forma, ni en su mecanismo, sino en ser apropiado a la naturaleza y al carácter de la nación para quien se instituye”(p.81).
Reconoce Bolívar los sueños de libertad, igualdad, soberanía nacional, democracia, proscripción de las monarquías, las distinciones, la nobleza, los fueros, los privilegios, la lucha por los derechos del hombre, la libertad de obrar, de pensar, de hablar y de escribir, pero que estos sueños chocaban con la ignorancia generalizada tanto de los gobernantes que igualmente desconocían “el curso de los negocios públicos” y que el pueblo estaba atado, “...al triple yugo de la ignorancia, de la tiranía y del vicio...”(p.69), la inexistencia  de un verdadero ciudadano culto y responsable debía ser altamente considerada por los constituyentistas: “No seamos presuntuosos, legisladores; seamos modestos en nuestras pretensiones. No es probable conseguir lo que no ha logrado el genero humano: lo que no han alcanzado las más grandes y sabias naciones: la libertad indefinida, la democracia absoluta, son los escollos a donde han ido a estrellarse todas las esperanzas republicanas”(p.88) “para formar un gobierno estable se requiere la base de un espíritu nacional, que tenga por objeto una inclinación uniforme hacia dos puntos capitales, moderar la voluntad general y limitar la autoridad pública...”(p.90) “dignaos conceder a Venezuela un gobierno eminentemente popular, eminentemente justo, eminentemente moral...”(p.98).

Entre el Deseo y la Realidad.
Desde 1812, en el manifiesto de Cartagena, Bolívar se había pronunciado en contra de las “Repúblicas, ilusorias o aéreas”. Para Bolívar las democracias y el régimen federalista eran abundantes en bondades pero débiles para las nuevas naciones americanas:
“Que la historia nos sirva de guía en esta carrera, Atenas la primera nos da el ejemplo más brillante de una democracia absoluta y al instante, la misma Atenas, nos ofrece el ejemplo más melancólico de la extrema debilidad de esta especie de Gobierno (...) cuán difícil es dirigir por simple leyes a los hombres” (p.79).
Bolívar define lo que para él es la mejor forma de gobierno “el sistema de gobierno más perfecto, es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política”(p.78) y sobre el federalismo indicó: “cuánto más admiro la excelencia de la Constitución Federal de Venezuela (1811), tanto más me persuado de la imposibilidad de su aplicación a nuestro estado”(p.73). Pero el Libertador es enfático en la necesidad de las elecciones como mecanismo de participación y cambio político, tanto así que en la propuesta de Constitución para Bolivia en 1826, propuso un poder adicional al legislativo, judicial y ejecutivo: el poder electoral: “las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, por que nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder.
El pueblo se acostumbra a obedecer y él se acostumbra a mandarlos...” (p.67). Sin embargo, en el propio Discurso de Angostura y conciente que la democracia absoluta era peligrosa en las naciones incultas, recomienda la Senaduría Hereditaria constituida por hombres obligados a formarse académicamente en la administración pública, puesto que para el “Todo no se debe dejar al acato y a la aventura de las elecciones: “el pueblo se engaña más fácilmente que la naturaleza perfeccionada por el arte...”.

La Formación del Ciudadano Americano:
Educación, Moral e Igualdad.
Para el Libertador, a igual que su sabio Maestro Rodríguez, la formación de ciudadanos debía ser tarea fundamental de las nuevas Repúblicas, para ello era necesario una educación popular y la implantación de un poder moral, lamentablemente sobre este último poco desarrollo hizo en sus planteamientos.: “La educación popular debe ser el candidato  primogénito del amor paternal del Congreso. Moral y luces son los polos de una república, Moral y Luces son nuestras primeras necesidades” (p.91).
Pero para Bolívar no era suficiente la garantía de la educación, para lograr ciudadanos era necesario tener hombres libres y por ello ruega a los constituyentistas abolir definitivamente la esclavitud y compensar con tierras a los que lucharon por la libertad: “yo abandono a vuestra soberana decisión la reforma a la renovación de todos mis estatutos y decretos, pero yo imploro la confirmación de la libertad absoluta de los esclavos, como imploraría mi vida, y la vida de la República” (p.95). Sobre el reparto de tierras señala: “Que el Congreso ordene la distribución de los bienes nacionales, conforme a la ley que a nombre de la República fue decretado a beneficio de los militares venezolanos” (p.96).
Como bien sabemos la mayoría de estas propuestas no se cumplieron, la esclavitud fue abolida en 1854, la educación gratuita fue decretada en 1877, la propiedad territorial fue repartida entre los generales patriotas, la participación política fue negada a las mayorías. Bolívar desde 1821 se avoca a su proyecto integracionista (para garantizar la permanencia de las republicas) luego es mil veces traicionado, haciéndose imposible la concreción de sus sueños.

Simón Rodríguez: La Educación Popular.
A igual que Bolívar, Simón Rodríguez estuvo consciente que la Revolución Política de la independencia era insuficiente para levantar las nuevas Repúblicas, para ello insistió en la necesaria revolución económica que le diera las bases materiales y la revolución educativa que sirviera de base cultural y moral. Así lo expresa en su defensa a Bolívar en 1830, “La América Española pedía dos revoluciones a un tiempo, la política y la económica”(p.16). Rodríguez a igual que su discípulo, creía que América era el escenario ideal para el régimen republicano pero había que asegurar previamente la educación popular:
“yo deje a Europa – le dijo al General Francisco de Paula Otero, desde Lima, 1832- por venir a encontrarme con Bolívar, no para que me protegiese, sino para que hiciera valer mis ideas a favor de la causa. Estas ideas, eran (y serán siempre) emprender una educación popular; para dar ser a la República imaginaria que rueda en los libros y en los Congresos” (p.16-17).
Para Rodríguez no debía confundirse Educación Popular con beneficencia, con lo que algunos gobernantes pretendían estar a bien con Dios, “... Por popular entiéndase General, la educación de todos los dueños del país”, como llamaría el Maestro al pueblo.

La Originalidad de América

Pero como sí los ideales ya señalados de ambos hombres no fueran suficientes para su trascendencia histórica y su plena vigencia en la actualidad, debemos insistir en los planteamientos de ambos de que América era distinta y que por lo tanto su proyecto debía ser original. En este asunto fue persistente el pensamiento del sabio y maestro: “La América no debe imitar servilmente sino ser original”. Crítico fuertemente a los legisladores que envilecidos pretenden trasladar automáticamente modelos societales extraños a nuestras culturas: “Nada quieren las nuevas Repúblicas, admitir que no traiga el pase de Oriente o del Norte – imiten la originalidad ya que tratan de imitar todo...”(p.90).

La Unidad Latino Americana.
Tanto Bolívar como Rodríguez, tenían conciencia que las Nuevas Repúblicas estaban amenazadas por su debilidad (territorial y económica) a ser presa fácil de agresiones no solo de la vieja España sino de las nuevas potencias: Inglaterra y los EEUU. Desde 1815 Bolívar en el Manifiesto  de Cartagena clama por la unidad de la América Meridional o América la Nuestra, como la llamó, y desde 1819- con la Campaña hacia el Sur del Continente, la constitución de Colombia, los preparativos del Congreso de Panamá de 1826-este fue el centro de su proyecto.
“Yo deseo más que otro alguno, ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riqueza que por su libertad y gloria”(p.54).
“Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Nuevo Mundo, una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, una costumbre y una religión, debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes estados (...) ¡Qué bello sería que el istmo de Panamá, fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos!”.(p.61).
Pero así como ayer, el imperialismo, el falso panamericanismo (unidad continental) han desvirtuado la integración  latinoamericana, así como los propios intereses de las oligarquías criollas afines a estos intereses transnacionales, hoy la amenaza es mayor, ante un proceso – globalizador – neoliberal que es una fase perfeccionada del imperialismo de ayer.

Bibliografía Básica
Bolívar, Simón (1973). Siete Documentos Esenciales. Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas. Rodríguez, Simón (1988) “Inventamos o Erramos”. Monte Avila Editores, Caracas.

SIMÓN RODRÍGUEZ Y LA EDUCACIÓN
ENLAS NUEVAS REPÚBLICAS  AMERICANAS.
Pedro Rodríguez Rojas
I.- Introducción.
Todavía hay quienes ven a Simón Rodríguez sólo como el maestro y amigo del Libertador, lo que ya lo hace merecedor de ocupar un sitial honorífico en las paginas de nuestra historia, otros lo describen como un hombre extravagante (y quizás un tanto alocado) que tenia un modo de enseñar  y de actuar muy distintos a los que caracterizaba su época. A nuestro modo de ver  esta percepción tradicional de la figura de Simón Rodríguez desdibuja su propia personalidad, éste no sólo fue el maestro del Libertador, ni un excéntrico más, fue un hombre con una clara concepción del papel de la educación y la formación del nuevo ciudadano americano.
La obra de Don Simón Rodríguez (1771-1854) estuvo marcado por  su personalidad inquieta y excéntrica, su continuo peregrinar, su impetuoso carácter, pero sobretodo por su amplia capacidad de ver la realidad americana de su tiempo y de adelantarse al mismo, una realidad y tiempo en  el que no fue comprendido su pensamiento. Sin la menor duda fue el maestro Rodríguez el que más sintonía tuvo con el pensamiento bolivariano  para la construcción de las nuevas repúblicas y la constitución de la integración americana. Ambos, Bolívar y Rodríguez, fueron unos incomprendidos, ambos fueron acusados de ambiciosos, excéntricos y locos. El pensamiento de ambos sigue siendo  proyecto ambicionado por buena parte de los países latinoamericanos.
No fue universitario, pero su extensa cultura, producto de sus viajes y estadías por todo el mundo, su férreo hábito de lectura, lo llevo a convertirse en conocedor de varias lenguas, de diversas disciplinas (ingeniería, agricultura, minería, biología, entre otras), muchas de ellas aparentemente sin relación alguna pero que demostraban su percepción del hombre como ser integral. Fue un profundo estudioso y seguidor del pensamiento de Rousseau y de los socialistas utópicos, lo cual lo hizo entender, adelantándose   al propio marxismo, que ningún cambio en el escenario político podía hacerse sin una revolución económica. En 1828 señaló: “Una revolución política exige una revolución económica”, “La América española pedirían dos revoluciones a un tiempo, la pública y la económica”. (p.53)
La educación popular fue su más grande proyecto pero también el menos entendido, desde su primer ensayo presentado al cabildo de Caracas (1794) hasta sus "Consejos de Amigo” dados al Colegio de Latacungas en Ecuador (1851), insistió en este proyecto de educación sin distinción de estratos sociales, credo y  pensamiento que rompiera con la educación clasista y anticuada de la época.
Simón Rodríguez nos dejó como herencia no sólo una metodología de enseñanza: la de la educación para el trabajo, “aprender haciendo”, la educación de adultos (Andragogía); el aula abierta (relación con la naturaleza); la insistencia de que educar no es instruir (información) que fueron un verdadero adelanto para la época, tanto así que no fueron entendidos y que hoy son implementados, aún con limitaciones, en los sistemas educativos del mundo, sino que también nos dejó la concepción de ver al hombre como un ser integral; y en la educación popular el germen de la  verdadera revolución social.

Simón Rodríguez nació en Caracas  el 28 de octubre de 1771, hijo de Cayetano Carreño  y Rosalía Rodríguez. A la muerte de su padre queda bajo la protección de un tío y bajo la tutela educativa de Guillermo Pelgrom, quien al evidenciar sus capacidades  lo propone ante el Cabildo de Caracas para que regentara como docente en la escuela de primeras letras, en 1791. Al año siguiente el Alférez Real  Feliciano Palacio Sojo le solicita se encargue de la educación de su nieto, un muchacho de tan sólo 9 años llamado Simón Bolívar. En 1793 se casa con María de los Santos Ronco.
El mismo joven que con algo más de veinte años regentaba una escuela y daba clases particulares a las minorías, que como Bolívar tenían posibilidades de educarse en la Venezuela Colonial, fue merecedor de una invitación al Cabildo de Caracas en 1794 para reflexionar sobre el Estado de la Enseñanza, en donde expone por primera vez públicamente lo que  sería parte de su ideario educativo. Entre las ideas expuestas estuvieron las siguientes:
§    Educación para todos los venezolanos sin distinción de clase, color y religión, en una sociedad donde sólo los blancos podían educarse.
§    Formación para el trabajo manual e intelectual. No era suficiente interpretar a los grandes clásicos de la filosofía y las artes, sino también adiestrarse físicamente para el trabajo manual.
§    La educación sin distingo de sexo, niños y niñas debían ser educados por igual.
§    La educación del niño, no sólo a través de los conocimientos sino haciendo uso de los juegos y entretenimientos.
§    Estudio de la naturaleza humana. No solamente libros y religión sino conocer en contacto con la realidad.
Estas ideas son demostración de un pensamiento propio, que se adelantaba al menos un siglo en lo que sería el devenir de la educación en el país; la educación gratuita y obligatoria establecida por decreto del Presidente Guzmán Blanco, pero hecha “realidad a medias” sólo a mitad del siglo XX.

III.- La Política y el Permanente Peregrinar:
Como es lógico imaginárselo, el ambiente conservador y clasista de la época no aceptó estas propuestas, quedando todo en halagos vacíos y muchos recelos, que llevaron  a Simón Rodríguez no sólo a renunciar a la dirección de la escuela que regentaba sino a unirse a los movimientos independentistas,  con la firme esperanza de que un país soberano aplicará sus consejos.
Al ser descubierto el movimiento conspirador encabezado por Gual y España, con el cual Simón Rodríguez estaba altamente comprometido, éste tuvo que huir del país para nunca más volver. Durante veintiséis años recorrió buena parte del mundo, llegó a decir; “...yo no quiero parecerme a los árboles que echan raíces en un lugar, sino al viento, al agua, al sol, y a esas cosas que marchan sin cesar”.  Llegó primero a Jamaica, allí estuvo varios meses,  aprende el ingles y   para evitar la persecución española se coloca el nombre de Samuel Robinsón, luego  continúa  su viaje hacia los Estados Unidos, en Baltimore, donde  trabaja en una imprenta. En 1801, se encuentra en Bayona –Francia, allí enseña ingles y francés  y conoce al fraile dominico Fernando  Teresa de Mier, patriota y luchador mejicano, con quien luego se muda a París y levantan una escuela.
En la capital de Francia se produciría el encuentro con su alumno caraqueño, un joven recién enviudado que buscaba alivio a sus penas.  Preocupado el maestro por  la situación de su pupilo lo invita a acompañarlo  a Italia. En 1805, frente al Monte Sacro se produce el juramento de Bolívar ante su maestro en el que se compromete a no descansar hasta ver liberada su patria, luego se separarían por un lapso de veinte años, pero sin perder de vista el maestro los pasos agigantados de su pupilo. De París se traslada nuevamente a Francia  y de allí nuevamente a Italia, luego a Alemania, Prusia, Polonia,  y Rusia. En 1821 se encuentra nuevamente en Francia y en Inglaterra, en este país  trabaja en un laboratorio de química industrial y concurrió a juntas secretas de carácter socialista. En Londres  tuvo la posibilidad de reunirse con el otro educador venezolano y universal, Andrés Bello, quien allí vivía desde 1810. Poco se conoce  de este extenso peregrinar  del maestro Rodríguez, sólo sabemos que dedicó su tiempo a dar clases, trabajando en distintos talleres artesanales, aprendiendo distintos idiomas, alimentando su intelecto con la lectura de Rousseau, Voltaire, Diderot, Montesquieu, pero también de los socialistas utópicos de la época como el padre Efantin, Olindo Rodríguez, Pedro Leroux, entre otros.
Al enterarse Rodríguez  de los triunfos definitivos de Bolívar, decide regresar a  la América    para poner sus ideas al servicio de la constitución de las nuevas Repúblicas. Como le escribe a Francisco Paula Otero en 1832: “...yo dejé Europa por venir a encontrarme con Bolívar, no para que me protegiese, sino para que hiciera valer mis ideas a favor de la causa. Estas ideas eran (y serán siempre) emprender la educación popular para dar ser a la república imaginaria que rueda en los libros y en el Congreso”.
Al enterarse el Libertador de la llegada del viejo maestro a Colombia y encontrarse él en Perú, le escribe una carta el 27 de enero de 1824 donde le manifiesta el profundo respecto y amor que le profesaba:
“¡ Oh mi maestro!, ¡oh mi amigo!, ¡oh mi Robinson!. Usted en Colombia. Usted en Bogotá y nada me ha dicho, nada me ha escrito... sin duda, es usted el hombre más extraordinario del mundo (...)
“Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, lo hermoso. Yo he seguido el sendero que Usted me señaló (...).

De Cartagena de Indias pasa a Bogotá, donde pone a funcionar la escuela taller “Casa de Industria Pública”, luego ante el llamado de Bolívar se traslada  a Perú. Después del fraternal encuentro, Bolívar le explica al maestro que en Caracas y en Lima  se estaba aplicando el método educativo Lancasteriano, bajo el asesoramiento de José Lancaster quien se encontraba asesorando al gobierno venezolano y poniendo en funcionamiento las primeras escuelas normales. Para este docente ingles había una tesis  que era que los alumnos más aventajados debían enseñarle a los otros. Rodríguez estaba en desacuerdo con esa posición, para él, era el maestro el que podía enseñar, y el alumno era siempre un alumno. Esta fue la primera diferencia entre el maestro y el proyecto bolivariano. Recién  constituida  la  República  Boliviana, el Libertador nombra  a Rodríguez como Director de  Enseñanza Pública de ese país y cuya presidencia era ejercida por Antonio José de Sucre.
Entre otros  asuntos, Simón Rodríguez  acompañó a Bolívar en un proyecto  para enfrentar el problema de la niñez abandonada, sobre la cual meditaría años después  en su ensayo  “El Libertador del Medio Día de América y sus Compañeros de Armas, Defendidos  por un Amigo de la causa Social” (1828):
“Bolívar expidió un decreto para que se recogiesen los  niños pobres de ambos sexos... No en casa de misericordia para hilar por cuenta del Estado... No en conventos a rogar a Dios por sus bienhechores... No en hospicios a pasar sus primeros años aprendiendo a servir para merecer la preferencia de ser vendidos a los que buscan criados o esposas inocentes.”
“Los niños se habían de recoger en casas cómodas y aseadas, con piezas destinadas a talleres y estos surtidos de instrumentos y dirigidos por buenos maestros”. P.56-57.
Su carácter, pero fundamentalmente su radicalidad para defender sus ideas, le trajo inconvenientes, entre esos con el propio mandatario boliviano, el Mariscal Sucre, quien lo acusó frente a Bolívar por sus posiciones intransigentes  y de tomar decisiones sin consultar. Como un ejemplo de las reacciones adversas a sus proyectos estuvo el cierre de la Escuela Moderna de Chuquisaca por parte del Prefecto de la ciudad de apellido Calvo, sobre este particular Simón Rodríguez hace sarcásticamente el siguiente señalamiento en comunicación que hace en 1834 a Francisco Paula  Otero:
 “Diciendo que yo  agotaba el tesoro para mantener putas y ladrones, en lugar de ocuparme del lustre de la gente decente. Las putas y los ladrones eran  los hijos de los dueños del país (el pueblo). Esto es a los cholitos y cholitas que ruedan por las calles y que ahora serían más  decentes que los hijos e hijas del señor Calvo”.

En su ensayo de 1828 insiste  nuevamente en  la educación popular y adversa a  aquellos que erigiéndose como sabios la rechazan:

 “Los doctores americanos no advierten que deben su ciencia a los indios y a los negros: Porque si los señores doctores hubieran tenido que arar, sembrar, recoger, cargar y confeccionar lo que han  comido, vestido y jugado durante su vida inútil... No sabrían tanto... Estarían en los campos y serían tan brutos como sus esclavos...”(p. 61)

En 1826 abandona Chuquisaca, trasladándose a Ororú donde se vincula amorosamente con una mujer indígena llamada Manuela Gómez, con quien tendría  su único  hijo llamado José. En 1828 se encuentra en Arequipa donde pública el Prologo de Sociedades Americanas, que luego publicaría completo en Lima en 1842. En 1833 se encuentra en Concepción Chile, en un instituto literario, allí pública Luces y Virtudes Sociales, producto del terremoto de 1835 se traslada a Santiago de Chile. En 1840 esta en Valparaíso y en 1841, a la edad de setenta años, se encuentra  nuevamente  en Lima. Dos años después se traslada a Ecuador  y en 1844 se encuentra dando clases en el Colegio San Vicente de Latacungas.
En 1846 se encuentra en Colombia radicándose en Tuquerres, hasta que en 1849 regresa nuevamente  al colegio de Latacungas, en Ecuador, donde nuevamente problemas personales, pero ya con ochenta años  de edad a cuestas,   lo hace retirarse  ahora definitivamente de la docencia y regresa con su familia  a Perú. Antes de salir, a lo que sería su último viaje, escribe su postrimera carta  a uno de sus amigos, el General venezolano Trinidad Morán, quien se había convertido en uno de los hombres más importantes  y controvertidos de la actividad política peruana. En Guayaquil, el 26 de noviembre de 1853, le escribe:
Amigo: Cuántos años hace que no nos vemos?. Un francés me saca de aquí para llevarme a Lambayeque. Mañana salgo  embarcado como Noé en una balsa. Escríbame  a Lambayeque, y si puede mándeme un socorro, por que estoy  como las putas en cuaresma, con capital y sin réditos. Preguntando por usted, unos me dicen que esta en Lima y otros en Chile, el dador de ésta el señor Landarou, es persona de confianza. Adiós amigo!. Deseo a usted como para mí, salud para que no sienta que vive, distracción para que no piense en lo que es, y muerte repentina  para que no tenga el dolor de despedirse de lo que ama, y de sí mismo para siempre.
Casualmente ambos, Rodríguez y Morán, mueren en 1854, el primero el 28 de febrero en Amotape, a los ochenta y dos años, y el segundo fue fusilado en Arequipa el tres de diciembre, a los 58 años de edad, los restos mortales  de estas dos personalidades fueron traslados al Panteón Nacional en 1954. Lamentablemente muchos de los papeles no publicados  de Simón Rodríguez, que reposaban en algunos archivos en Guayaquil, desaparecieron en un incendio en 1896.

Por todo lo señalado, Simón Rodríguez fue un promotor y defensor del Estado educador, muy adelantado para lo que sería luego el decreto de educación obligatoria y gratuita de Guzmán Blanco (1870), pero más aun de su aplicación real. Hoy cuando tanto se cuestiona a lo público y fundamentalmente al Estado, ante un avasallante endiosamiento  de las supuestas bondades de la economía de mercado y ante una evidente crisis educativa,  se coloca en peligro la existencia del propio Estado educador.
Otro elemento vigente en el pensamiento de Simón Rodríguez fue su insistencia en romper con las imitaciones de modelos, ni siquiera a los europeos a los que tanto admiró. Tal como lo plantea en sus Luces y Virtudes Sociales (1840); “La sabiduría de la Europa y la prosperidad de los Estados Unidos, son dos enemigos de la libertad de pensar en América...” y concretamente a los Estados Unidos los simboliza como “...un hombre mostrando con una mano a los reyes el gorro frígido de la libertad y con la otra levantando un garrote sobre un negro que tiene arrodillado a sus pies.” En Sociedades Americanas agrega:
“... la América  no debía imitar servilmente sino ser original,”(p.77). “...¿Las repúblicas coloniales no quieren admitir sino aquello  que traiga el pase de  oriente o del norte?. Pues, imiten la originalidad ya que tratan de imitar  todo”.(p.90) “...¿Dónde iremos a buscar modelos.?. La América española es original. Originales han de ser sus instituciones y su gobierno. Y originales los medios de fundar unos y otros. O inventamos o erramos”.(p.151)
Estas ideas  están, a nuestro modo de ver, hoy más vigentes que nunca, en el contexto de un proceso de globalización, protagonizado por un capitalismo salvaje, caracterizado por un excesivo materialismo frente al cual pareciéramos no tener opciones ni alternativas propias.

Bolívar, Simón (1973). Siete Documentos Esenciales. Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas.
Rodríguez, Simón (1988) “Inventamos o Erramos”. Monte Ávila Editores, Caracas.


Dr Pedro Rodríguez Rojas
Venezolano. Sociólogo, historiador, doctor ciencias sociales. Coordinador área filosófica y sociopolítica de la Universidad Simón Rodriguez. Barquisimeto

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