sábado, 1 de junio de 2019

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Crónica III

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Galería 14 de Junio.

Por Mayad: corresponsal de Auca en Cayo Hueso

Durante cinco días   poetas de  90 países y  de Cuba, recorrieron   la  ciudad de La Habana obsequiando versos, poemas y  prosas  a los habaneros, por los 500 años de la fundación de la ciudad  capital.  

Hoy no  se despiden,  porque dejan una estela de pasión  y amor en defensa de la humanidad que no olvidamos.

ISABEL CUELLO CROMBET  fue invitada especial  de los anfitriones en la Galería 14 de Junio, de Cayo Hueso. Es centro habanera, con raíces y ascendencia  en el Oriente de  Cuba. Pertenece al Registro del Creador del Instituto Cubano del Libro,   a la Asociación Cubana de Traductores e Intérpretes y al Consejo Técnico Asesor de la Dirección de Cultura en el Municipio de Centro Habana.

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Isabel Cuello Crombet a su lado Rosario Lizama, poeta  mexicana, residente en  Mérida, Yucatán .
La invitada especial lee  el poema: LOS MUCHACHOS DE ESGRIMA,  prosa, relato en versos, que conmovió a los presentes.  En su obra,  Isabel resumió  uno de los hechos más aborrecidos ocasionado por los terroristas contra el pueblo cubano, crimen que hizo temblar la injusticia cuando lloró el pueblo: el atentado contra la nave de Cubana de Aviación en Barbado, donde murieron los jóvenes del  equipo de Esgrima de nuestra Patria. El poema despertó  preguntas y  opiniones contra los asesinos que aún viven en los Estados Unidos.

Entre otras de sus prosas se encuentran “Algodonal,” “Disimular, simular,” y “El hombre de la azotea.”      
El poema de Isabel  que estremeció al auditorio.
LOS MUCHACHOS DE ESGRIMA
“A mis amigos de adolescencia:

En el Club Vista Alegre hoy la gente toma cerveza y se baña en la piscina, 
pero antes hubo revuelo de  jóvenes empecinados en ganar. 
Solíamos juntarnos antes del entrenamiento. 
Erguíamos el pecho para aparentar las tetas que permanecían sin brotar y hablábamos de menstruaciones todavía inexistentes, mientras los varones anunciaban conquistas, o a veces, solo el silencio, absortos ante las peripecias desde el trampolín. 
El salto desde la altura al agua quieta.

No conocía la muerte, hasta que mis amigos fueron por medallas. 
A veces pienso que vendrían tejiendo historias para contarlas en 
el banco, frente a la piscina, cuando el fuego de su nave inflamó las nubes.

¿Quién podría saberlo? Una bomba pulveriza todo. Te deja en un limbo,
ignorado por los clientes del hoy Club Vista Alegre. 
¿Cómo se encuentra un culpable? 
Lo descubrieron, entonces el hombre dijo: 
sí, pusimos la bomba ¿y  qué?”
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